Boa Mistura: “La transformación del espacio público genera vínculos diferentes entre las personas”

Boa Mistura (Madrid, 2001) empezaron con el graffiti y el arte urbano hace más de 20 años, hoy experimentan también con las herramientas digitales sin perder su visión de lo colectivo y lo efímero.

Una mañana de julio, un equipo de al menos 8 personas está inmerso en diferentes tareas. En el estudio algunos están concentrados en la pantalla del ordenador. En el taller continúan desarrollando el proyecto UBUNTU, en el que una obra fragmentada en 36 partes, localizadas en diferentes zonas geográficas, une a cada persona con un lugar específico, conectando las dicotomías privado-público, global-local e individual-colectivo. El colectivo Boa Mistura continúa explorando la trascendencia de la pintura muy conscientes de su comienzo en las calles de Madrid en los albores del siglo XXI. A través de la acción de pintar continúan accediendo a diferentes ecosistemas y, con el lenguaje como vehículo, conciben obras efímeras que consiguen trascender fronteras, lugares, culturas e incluso formatos prestablecidos.

(P) Boa Mistura se define como un equipo multidisciplinar. Tenéis la raíz en el graffiti, que se desarrolla en espacios públicos, pero habéis evolucionado a espacios más consagrados del arte y a espacios interiores, no solo exteriores. Incluso habéis conquistado el espacio digital. Entonces, en este momento, ¿hacia dónde está evolucionando vuestro trabajo?

Tenemos varias líneas de actuación. Nuestro espacio principal es el espacio público, la calle. Es de donde venimos, donde nos sentimos más cómodos. Pero también el propio espacio público tiene unos límites. Es un espacio 2D, tiene unos condicionantes, estás expuesto a la climatología, a muchísimas cosas, digamos que es un espacio hostil para trabajar. Eso limita las posibilidades del trabajo.

Hemos encontrado en el taller un lugar de innovación y de investigación en otros procesos, en otros materiales. Procesos mucho más sofisticados que en la calle no podríamos hacer. Además estamos empezando a meter un pie en las posibilidades que también nos da esa cuarta dimensión que podría ser el mundo digital. Al final es el medio en el que nos movemos. Entonces, tímidamente hemos empezado a formular proyectos que vinculan espacio interior con espacio público, sensibilidades privadas con el lugar común de todos y el espacio físico con el espacio digital. Llevamos un par de años realizando experimentos, trabajando en proyectos que establecen un diálogo entre dos realidades distintas.

Esto coincide con una mayor presencia en el mercado del arte o en un mundo del arte más consagrado, más tradicional. Es un medio nuevo para nosotros que venimos del espacio público, de la calle, de no tener intermediarios, del estigma también. Entonces, de repente, en el momento en el que vamos avanzando en este otro territorio, consagrándonos como artistas vamos a decir, nos ofrece otras posibilidades de formular proyectos.

Así nace UBUNTU, que es un proyecto en el que incorporamos también a la galería, al coleccionismo, como mecenas de piezas en el espacio público. Nace RE-VS (reversus), que es un proyecto que vincula un mural en el espacio público, en el lugar común de todos, y su repercusión en el espacio digital. Ver cómo afecta uno a otro. Y ahí estamos encontrando un lugar de investigación divertido.

(P) He elegido la palabra transformación para definiros porque es fundamental en vuestro equipo y en vuestro trabajo. ¿Hay algún punto que identifiquéis a lo largo de vuestra carrera cuando os disteis cuenta el cambio que producía vuestro trabajo y que vuestras obras tenían una vida posterior al momento de creación?

Sí, sí. Bueno, nosotros venimos de pintar graffiti en finales de los noventa, ilegal, en la calle… Hay veces que tenemos que seguir trabajando de esta manera porque hay proyectos que nadie te encarga. Siempre hay una serie de proyectos anuales que nosotros autoproducimos. Pero en toda esta trayectoria, desde finales de los noventa trabajando en la calle hasta hoy, nos estamos reencontrando estos últimos años otra vez con piezas 100% ilegales. Sí hay momentos clave en los que hemos sido conscientes. El primero fue en Sudáfrica en 2011, con una residencia artística. Nos dimos cuenta de la importancia y de la responsabilidad que tenemos trabajando en el espacio común de todos, obligando a todo el mundo, digamos, a que las vean, ¿no? Porque al final cuando tú trabajas en la calle generas una imposición. Y hasta ese momento nosotros no éramos conscientes de la responsabilidad que teníamos precisamente por imponer, por alterar el paisaje común.

Otro momento señalado fue en Brasil en 2012, cuando estuvimos viviendo en Vila Brasilandia. Aprendimos o constatamos que trabajar entre todos en la transformación de un espacio común genera vínculos diferentes entre las personas y entre las personas para con su territorio. Y eso puede tener secuelas a nivel individual que van muchísimo más allá de la obra pictórica, del mural. Porque al final hacemos una pieza efímera que desaparece y que a nosotros nos encanta que desaparezca, porque no hay ningún deseo de trascender en todo. Somos efímeros como personas, nuestra obra es efímera, la pintura es un material efímero.

Luego, no sé, quizá 2017 en Guadalajara-México.  Empezamos a incorporar la capacitación, la formación de forma deliberada en el proceso de trabajo para dejar no solo una pieza, sino también dejar explícitamente un conocimiento en el territorio y una formación. Eso fue algo también muy importante.

Ahora, postpandemia, distintas reflexiones de proyectos nos han hecho entrar en esos otros mundos, en el mundo indoor o en el mundo digital.

(P) Y podríamos decir que en un principio fue accidental y ahora es más intencional.

Totalmente accidental, sí, ahora es más intencional, pero siempre producido por accidentes, porque una pandemia nadie la podía predecir. Y de pronto, perder toda la agenda del año, tener la incertidumbre de si las cosas iban a volver a ser como eran, volvernos a encontrar diariamente aquí en el estudio, sin nada que hacer entre comillas, porque, insisto, la agenda se canceló entera, pues nos fuerza a buscar alternativas.

(P) Benditos accidentes.

Sí, el accidente nos va obligando a buscar alternativas, a intentar darle la vuelta a la situación.

(P) Habéis trabajado a nivel institucional, de forma internacional, con Naciones Unidas, el Departamento de Transporte de Nueva York, en fundaciones como Greenpeace, Oxfam, en museos, vuestra trayectoria es infinita. Tenéis incluso que clasificar vuestro trabajo en diferentes formatos: talleres, exposiciones, programas de muralismo, ferias de arte. ¿No da cierto vértigo mirar atrás y ser consciente de todo eso?

No somos muy de mirar hacia atrás. Somos más de intentar disfrutar el presente porque al final es el preciso instante que estamos abrazando. Y de mirar a lo siguiente siempre con la ilusión genuina intacta de cuando nos colábamos en una fábrica a pintar un graffiti. Además, es una cosa muy buena lo de trabajar con tus amigos de toda la vida, hace que tengamos los pies en la tierra. Trabajar en la calle, en contacto directo con las personas, te hace tener también los pies muy en la tierra. Entonces es circunstancial que nosotros hayamos tenido la suerte de hacer unas piezas en MAXXI de Roma o en un centro de arte contemporáneo. Al final no tiene mayor repercusión que podamos seguir haciendo el camino que escogimos hace tantos años, que nos mantiene felices y con los pies en la tierra.

Toda esta trayectoria son medios, vehículos, por supuesto cosas que se nos han ido cruzando que nos van dando más experiencia, pero no lo vemos con mayor trascendencia.

(P) Antes atribuíamos el adjetivo efímero a vuestro trabajo pero al final tiene un carácter bastante permanente. Prueba de ello es que ha llegado un momento en el que estáis empezando a restaurar obras.

Sí, estamos cumpliendo el ciclo. Hostia, eso habla mucho ya de que empezamos a peinar canas. Porque los ciclos de los murales son más o menos 10 años. La pintura tiene una tecnología que va evolucionando muchísimo, de hecho es una barbaridad lo que ha evolucionado en estos últimos 20 años. Desde el aerosol a la pintura de exterior. Esto significa que los materiales son cada vez más estables dentro de la inestabilidad. No ha habido nunca una policromía que haya perdurado a la arquitectura, por ejemplo.

Cuando te invitan a restaurar una obra, te plantean un enigma. Una pregunta que nosotros no nos habíamos hecho en ningún momento porque no nos habíamos enfrentado a esa decisión es: ¿la restauro o genero una nueva obra? Siempre hemos intentado generar una nueva porque somos personas distintas. Pero la respuesta unánime ha sido un no a piezas nuevas, siempre han querido su pieza, de alguna forma les representa. Nos ha pasado que hemos tenido que restaurar una pieza del año 2000 en Lleida, hecha entera con aerosol, de cuando nosotros hacíamos hiperrealismos.

(P) ¿Cómo os enfrentáis a eso como artistas?

Claro, es que de repente estamos en una página completamente distinta así que decidimos hacer una pieza nueva. Nos metimos en todo un proceso de conceptualización de otra obra. La hicimos solo para intentar convencerles y no hubo manera. Al final nos hemos enfrentado a restaurarla.

Cierto es que nos ofrece a nosotros la opción de decir que no. Pero al final siempre hemos pensado, hombre, si esta gente ha abrazado tanto a la obra, es un motivo de orgullo para nosotros.

(P) Una vez habéis terminado una obra, la vida de esa obra es suya, propia, ¿no? Escapa de vuestro control.

Sí. Y no hay una fórmula matemática. Y tiene que ser así, porque además ya no nos pertenece. Hablando con Leiva comentaba que una vez suelta las canciones ya no le pertenecen, son de la gente. Pues igual.

(P) Y el uso del lenguaje ha sido un elemento constante en vuestro trabajo, pero a partir de un determinado momento, no sé si lo tenéis identificado.

Sí, lo identificamos perfectamente, en Sudáfrica. Nosotros vamos a hacer esta residencia artística y pintábamos obras mucho más figurativas. Esta residencia era en un barrio que se llama Busto, que es la periferia de Ciudad del Cabo, que era un territorio muy bravo. Ahí operaba y tenía la base la Banda del Número, una de las diez bandas más peligrosas del mundo. Nosotros vivíamos en una fábrica que estaba en un proceso de desmantelamiento en la calle paralela de donde tenía la base esta banda. Cuando empezamos a incorporarnos al territorio, obviamente vivimos algunas experiencias complejas de armas de fuego y otras situaciones que nos amedrentaron un poco, así que tuvimos que utilizar un camino distinto. Empezamos a conversar con la gente para solicitar un permiso y nosotros estábamos seguros porque, al final, cuando tú ya te pones a pintar, suceden otro tipo de relaciones en el espacio público. Pero hasta que no empiezas a pintar, eres un elemento desconocido, eres el extraño.

A través de esas conversaciones detectamos un momento clave cuando un vecino nos dice: “Os doy el permiso para pintar mi pared porque pequeños cambios, pequeñas acciones pueden generar grandes cambios. Y es lo que necesitamos en esta comunidad. Y además llevo días viéndoos por aquí rondar y os he visto conversar con niños, jugar con ellos, con vecinos, tomar el té con otros vecinos y eso me gusta. Y además no sabemos dónde está el próximo Mandela. Y quizá es alguien con el que hayáis conversado.” Fue en ese momento cuando fuimos conscientes de ese respeto y de la responsabilidad de trabajar en la calle. Entendimos que el lenguaje era una herramienta para relacionarnos con el territorio. Y fue la primera vez en esas piezas, en esa residencia artística, que incorporamos el mensaje explícito.

Seguían siendo piezas con imágenes, como un corazón anatómico con un diamante dentro, pero más allá de la interpretación que cada quien le puede dar, le incorporábamos un texto. A partir de ahí fuimos despojándonos cada vez más de lo figurativo para ir quedándonos más en el texto, hasta ya esconderlo, que sería donde estamos ahora. El lenguaje es lo que nos permite comunicarnos. Entonces la palabra actúa como un intermediario entre nuestra obra y el espectador.

(P) Es un proceso creativo a cuatro en este sentido. Un debate. Porque no es que os asignéis tareas específicas para cada perfil, el trabajo es conjunto.

Nosotros venimos del mismo lugar, que era pintar graffiti. A finales de los noventa, yo pintaba mi nombre, Juan pintaba el suyo, los Pablos pintaban el suyo, Rubén. Años después empezamos a ir a la pared a jugar y a dialogar entre nosotros. Nos proponíamos: hoy todo letras, hoy sin letras, hoy todo en rojo. Eran ejercicios, diálogos que surgían en la pared y que forjaron una manera de entendernos.

Luego ya fuimos dejando nuestros nombres individuales de guerra en pos de algo colectivo. Fuimos incorporando una única imagen y luego ya el texto. Y así hemos ido gestando nuestra obra y nuestro lenguaje plástico.

(P) Entonces, ¿cómo se conceptualizan las piezas?

Pues a través del diálogo, del debate, de estar en contacto. Y hasta que no estamos de acuerdo la pieza no está hecha. Es un proceso muy interesante que te da también lo colectivo. A alguien se le puede ocurrir una idea y en ese debate esa idea claramente ha hecho clic al resto. Pero esa idea luego otro la evoluciona porque la ha interpretado de una manera o la ha filtrado de otra forma y la pone en un lugar. Y entonces, esa idea que a lo mejor a otro no le había resonado tanto pero ahora ya en este lugar le ha visto el sentido, la lleva a otro.

Total, que al final acabas en un lugar al que tú solo nunca hubieras llegado. Y esa es la magia de trabajar en equipo, que el equipo te lleva a sitios desconocidos para el individuo único.

(P) ¿Habéis desestimado un proyecto por no llegar a algún acuerdo entre vosotros?

Sí, sí, muchos. Y también proyectos propios que aparentemente teníamos ganas de hacer pero que luego a la hora de formalizarlos no hemos encontrado la manera de hacerlo. No es que se desestimen, se guardan en un cajón y luego de repente pueden surgir de nuevo. Uno nunca sabe cuándo está preparado para qué debates. Entonces, simplemente puede ser que ese debate no aparece en el momento apropiado y como son proyectos que no tienen prisa, pues luego ese cajón se vuelve a abrir y de pronto hay un día en el que eso que no veías meses atrás de pronto cobra sentido.

(P) Me gustaría hablar del proyecto RE-VS (reversus) que no sé si habéis continuado, el que hicisteis para ARCO.

Este año, si todo va bien, en diciembre en la feria de Miami haremos una nueva versión. En estas investigaciones sobre el mundo que también nos envuelve y que nos acompaña continuamente, que es el mundo digital digital, nos desenvolvemos a la perfección. En este caso, la investigación está entre lo individual y lo colectivo, lo físico y lo digital, pues formulamos este proyecto que se llama RE-VS (reversus), en el que partíamos de una pieza mural en el espacio público, en una medianera de un edificio de cuatro plantas a la vista de todo el mundo. A partir de ahí, en conjunto con nuestra galería para exponer en ARCO, necesitábamos un marco temporal para desarrollar el proyecto. Entonces digitalizamos esa obra, RE-VS (reversus), con las posibilidades que nos da el mundo digital como la tridimensionalidad, el movimiento. Son cosas que el 2D de un mural de una pared no nos da.

Pudimos experimentar cómo una pieza nuestra de pronto se descomponía, iba generando nuevas armonías de color y se transformaba en un vídeo. Hicimos una pieza digital en el que en un ciclo de 5 minutos el proyecto mural se expandía, se distorsionaba por completo y se volvía a componer para volverse a desestructurar y para volverse a componer en esos ciclos de 5 minutos.

Eso nos permitió investigar y hacer una instalación de vídeo. Entonces, 35 pantallas, que eran los 35 sectores en los que nosotros dividimos el mural, tenían esta pieza de vídeo de arte digital, tokenizada como un NFT. ¿Qué es lo que nosotros vendíamos en el contexto de la feria? Una pieza de arte digital, un NFT, ese fragmento del mural.

Cuando un comprador lo adquiría, simbólicamente es como si lo extraía del mural, de lo físico, para llevárselo estrictamente al mundo digital. Nosotros estábamos 24 horas subidos a una grúa esperando ese momento, borrar la parte correspondiente del mural. A su vez, todo esto estaba siendo retransmitido en streaming 24 horas en nuestro canal de YouTube. Es decir, cualquiera desde cualquier punto del mundo podía ver el proceso. Y por supuesto desde la feria, el coleccionista podía ver cómo desaparecía del mundo físico ese fragmento para incorporarse a su mundo digital.

(P) ¿Y cómo se materializaba? ¿Qué se llevaba al coleccionista?

Un pendrive en una cajita. Como era un NFT también en su cartera. Y luego le regalábamos una fotografía 50x70cm de la foto del mural real físico, en la que cancelábamos a mano el fragmento que había adquirido. Entonces, se convertía en un díptico. Una parte física, que era la fotografía 50×70 con el mural y su cuadrante pintado en blanco y una pantalla en la que aparecía ese cuadrante que faltaba ese mural. La verdad que fue un proyecto muy interesante.

Necesitábamos ese arco temporal que te ofrece una feria, un evento artístico que tiene un inicio y un fin. Se podía comprar la pieza o adquirir los NFTs desde que abrió el ARCO hasta que cerró. A partir de ahí, el mural resultante es fruto de esa colaboración con los coleccionistas.

(P) ¿Hubo piezas restantes?

Eran 35 segmentos y se vendieron 23, quedaron 12. El mural ahora mismo existe en el espacio público, está afectado por la colaboración de 23 personas con todos estos rectángulos blancos que lo van desfigurando en cierto modo.

Y a nosotros nos encanta esa investigación plástica, ver cómo nuestra obra se altera por la acción de otros. Y es el mural que ha quedado. Podría haber quedado entero blanco, el mural hubiera desaparecido, hubiera sido una pieza 100% efímera si se hubieran vendido todos los NFTs. Ahora no están a la venta, claro, esto concluyó.

En Miami queremos hacer un ejercicio similar pero lo que vendemos no es una obra digital, no es un NFT digital, es una pieza física. Volvemos a hacer un mural en el espacio público, también en un edificio. Lo volvemos a fragmentar en N partes. Todavía no sabemos si 20, 30 o 70 partes. Lo que sí sabemos es que vamos a crear una pieza física en soporte móvil, digamos, de cada uno de esos fragmentos. Entonces, pues si es 20 partes, pues haremos 20 cuadros que ordenados compondrán el mural.

El coleccionista adquiere uno de esos cuadrantes. Nosotros sí lo borramos y retransmitimos en streaming el borrado. Así el mural se va afectando porque el coleccionista es como si se llevara ese trozo de mural a su casa. Luego regalamos un vídeo certificado que constituye el certificado de la obra, un tokenizado NFT, un certificado del preciso instante del borrado.

Estamos investigando entre las acciones, la acción privada, la acción individual, qué afección tiene en lo público y en lo colectivo. El coleccionista qué responsabilidad tiene también en su acto de coleccionar o de participar en el proceso de creación de una nueva obra que al final es la que se va creando. En ese incorporar al coleccionista en la creación de la nueva obra inevitablemente surge la transformación en la obra que nosotros habíamos conceptualizado previamente.

(P) No pensaba que fuerais a avanzar en esa línea y veo que sí va a continuar.

Podría ser, sí. Cuando nosotros entramos en galería o en contextos más establecidos del mundo del arte no sentimos que tenga tanto sentido hacer lo mismo que hacemos en la calle, porque la calle tiene un contexto, unas herramientas, unas formas y la galería o el indoor tiene otras. Y la manera de hacer partícipe a la gente en la calle de un mural participativo es una y la manera de hacer partícipe al individuo, al coleccionista en un contexto de galería es otra. Entonces entendemos que el mismo mural que haríamos en la calle no puede reproducirse en una galería no tendría ningún sentido para nosotros.

(P) Veo que estáis preparando obras del proyecto UBUNTU para llevarlas a Santo Domingo ahora mismo. ¿En qué más estáis trabajando?

Vamos a hacer una pieza aquí en Madrid en la que estamos trabajando que nos parece muy interesante en el Mercado de Villaverde Alto. A nosotros cuando trabajamos en el espacio público, la periferia siempre nos parece el lugar apropiado. Nos hace mucho sentido trabajar ahí porque además percibimos que la recepción de la obra o el impacto que puede generar es muchísimo mayor que en contextos mucho más consolidados.

La pieza cubrirá la piel exterior del Mercado de Villaverde Alto, unos 2.000 m2. Es un macro-mural. Forma parte de un programa impulsado por el Ayuntamiento de Madrid pero nosotros estamos trabajando con la Asociación de Comerciantes del Mercado y con los propios viandantes.

Cada cierto tiempo hemos estado realizando una serie de entrevistas y encuestas con actores culturales del barrio, con la Asociación de Escritores del Barrio, o con los comerciantes, para entender el contexto. A partir de ahí estamos formalizando una pieza. Esto nos llevará varios meses seguramente hasta octubre o noviembre. Luego en diciembre estaremos Miami y tenemos que ir también a Greenwood, a Mississippi, para hacer una piecita allí.

(P) Y venís de trabajar en un bosque que era una obra por encargo, ¿verdad?

Sí, hemos estado en Rouen (Francia) haciendo una pieza en un evento artístico que la metrópoli de Rouen de forma bianual organiza. Invita a 5 artistas a intervenir en alguno de la red de bosques de miles y miles de hectáreas. Y algunos de esos bosques ya tienen un componente antrópico, es decir, ellos mismos los han ido fomentando, los han ido desarrollando. Nos invitaron a participar así que todo el año pasado hemos estado haciendo varios viajes a Rouen, trabajando con la universidad, con la Facultad de Bellas Artes. Al final hemos conceptualizado una pieza efímera en el bosque.

(P) ¿Y esto dónde se puede ver?

Eso de momento en ningún sitio. La pieza para nosotros está acabada cuando cumpla su primer ciclo que es un año, justo en mayo del año que viene.

(P) Veo que os dividís entre los encargos y los proyectos propios.

Claro, los encargos es lo que nos asegura la estabilidad. Además, constituyen retos. Está muy guay. Tenemos la suerte de poder elegir los encargos. Elegimos los más chulos, los que nos aportan algo. Pero es lo que nos asegura también esa estabilidad, ser sostenibles económicamente. Y los proyectos propios es donde está el riesgo. La investigación está en ambos proyectos, aunque en los propios de forma más libre.

(P) He visto que habéis diseñado algo para Vetusta Morla, para su último disco.

Sí, tenemos una relación con ellos desde hace un montón de años en realidad. De hecho, siendo de aquí, hemos coincidido muchísimas más veces fuera, en Guadalajara, México, en Quito, Ecuador, en Las Vegas, en Boston.

(P) Otro de esos accidentes.

Sí, hemos coincidido muchas veces con ellos. Como nuestros proyectos generalmente son de periodo largo, de pronto coincidía que ellos tenían algún concierto donde estábamos. Por ejemplo, estábamos en Salem, Massachusetts, y ellos tenían un concierto en Boston. Pues nos llamaban, ¿venís a Boston? Y eso nos ha pasado en muchos sitios.

Siempre hemos hablado de la posibilidad de trabajar juntos. La última vez que nos encontramos nos contaron que tenían un montón de canciones que habían sido figurantes de otros discos. Es decir, que se habían compuesto para otros discos pero que su arco conceptual las había expulsado en un momento dado.

(P) Un poco como los proyectos que están en vuestro cajón.

 Eso es. Eran canciones fascinantes y buenísimas que simplemente no encajaban en el paraguas del concepto que mostraba ese disco y por eso tuvieron que ser apartadas. En un momento dado decidieron honrarlas. Nos trajeron las canciones y empezamos a dar forma a un proyecto. Durante un año hemos estado periódicamente encontrándonos con ellos conceptualizado una pieza escultórica, una ficha por canción. Cada ficha tiene un rostro. Son 11 canciones. Y cada rostro es de uno de sus seguidores, pero está tapado con un punto de color.

Nosotros escuchábamos el disco en bucle porque no tenían claro el orden. Nos parecía que teníamos que generar una portada que fuera capaz de configurarse por movimientos, que diera igual si escuchabas la canción tres al principio. Entonces asignábamos un figurante, que al final los figurantes de la banda son su público, a cada una de las canciones.

Abrimos una convocatoria pública a sus seguidores en el que les pedíamos una fotografía de carné. Recibimos cientos de cientos, así que hubo que cribarlas. Muchas se descartaron simplemente por un tema de aspecto, no tenían la resolución o estaban desenfocadas, o no era la foto de carné, era un selfie. Pero luego hubo muchas que estaban muy bien y cuando íbamos viendo rostros que nos recordaban alguna canción, los íbamos metiendo a una carpeta. A la carpeta de la canción. Realizamos nuestra preselección hasta que al final nos quedamos con uno que para nosotros, por lo que fuera, se identificaba con esa canción.

Al final es una pieza con estas fichas de madera que es como un juego que puedes configurar. La vuelta de tuerca es que lo envasamos en una caja que hemos diseñado de un metacrilato translúcido que vela todo lo que hay en el fondo, pero está perforado y deja ver una de las fichas que es la más singular, un espejo. Porque tú eres el protagonista. Entonces, tú también formas parte de la portada viéndote en ese espejo. La pieza incorpora al coleccionista también a través de su reflejo.

(P) Me encanta porque lo habéis dado a vuestro terreno total.

Claro, al final es de lo individual a lo colectivo.

(P) Para terminar, me gustaría hacer una reflexión sobre el tiempo en el que estamos viviendo. Además el tiempo es un elemento de reflexión en vuestras obras. ¿Creéis que ha variado mucho la realidad desde que empezasteis en 2001 hasta ahora?

Muchísimo, a todos los niveles. Y donde más bestia noto esa variación, mucho más que en lo individual o en nosotros, es en el medio en el que nos movemos. Ha cambiado una barbaridad.

Es decir, lo que hemos hablado, la incorporación a nuestro día a día de la tecnología, del mundo digital, la forma en la que tenemos de relacionarnos como sociedad, de desplazarnos, la forma que tenemos de habitar, esta hiperconectividad que antes no existía. Todo eso ha transformado el mundo que vivimos. A nivel social también, y ya entrando en concreto en nuestro medio, el arte urbano, el graffiti es de las expresiones que han experimentado un cambio brutal de percepción por parte de la sociedad, de la clase política. Había cosas impensables, como que un centro de arte contemporáneo te invitase a realizar una pieza en una ciudad, un ayuntamiento, o a través de un programa de muralismo curado. Cierto es que esta interconectividad trae sus cosas nefastas además de sus esclavitudes, pero por otro lado trae sus cosas buenas.

Eso ha ayudado a entender todo lo que se está haciendo en el mundo. A golpe de clic ha ayudado a cambiar percepciones sobre muchos temas, concretamente sobre el arte urbano. Ahora hay un ecosistema, hay curadores que vienen del arte urbano, ferias que incorporan el arte urbano con el posicionamiento del arte contemporáneo. Y coleccionistas, que es paradójico. Ahora hay muchos coleccionistas. El arte urbano es el movimiento que más obras genera en toda la historia del arte. Es el movimiento más desarrollado, con más número de agentes, activos, artistas, y que mayor impacto ha generado en la historia del arte. Y no somos nada conscientes. Ha cambiado todo muchísimo. Los que menos hemos cambiado, nosotros por dentro. O por lo menos lo sentimos así.

Más Información