¿Se acuerdan del Laserdisc? En su momento aquel ingenio tecnológico parecía una buena idea, pero visto desde ahora resulta una ocurrencia excéntrica. ¿Un cd dorado del tamaño de un LP de vinilo? ¿Quién concibió tal cosa? Tengo amigos que se compraron un reproductor nada más salir, para ver la trilogía de El Padrino con la máxima calidad pero, lamentablemente, el Laserdisc no tuvo mucho éxito y cayó pronto en el olvido. Si los cd’s sirven ahora para espantar a las palomas de los balcones, con un Laserdisc se podría ahuyentar a un cóndor, o mejor, a un pterodáctilo, que es de la misma era geológica.
Hay personas que son tendentes a hacerse con las últimas novedades tecnológicas nada más aparecen. Yo tiendo a quedarme desfasado y luego reengancharme al ritmo del progreso. Fui de las últimas personas que conozco en tener teléfono móvil, ordenador portátil o smartphone. Solo fui de los primeros en tener la consola portátil Game Boy porque tengo familia en Estados Unidos y me regalaron una cuando aquí faltaba un año para que llegase: en el colegio era el rey, negándole a todo el mundo el uso de mi Tetris.
Aunque vivamos en unos tiempos eminentemente científico-tecnológicos, eso no quiere decir que todo valga. Hay una nutrida lista de tecnologías que iban a ser la bomba y nunca llegaron a cuajar. Por ejemplo, las Google Glasses: parecían un invento cojonudo, pero a la gente, comprensiblemente, le dieron mucho miedo, porque nos conducían a una distopía (otra más) en la que todos nos grabábamos a todos y nos pasábamos día mirando a una pantalla, delante de nuestros ojos, antes que al mundo (total, ya lo hacemos con el smartphone). Hay muchos ejemplos de artilugios que nunca llegaron a establecerse: el minidisc, el vídeo de Sistema 2000 (la alternativa al Betamax y al VHS) o el teléfono Galaxy Note 7 de Samsung: algunos terminales empezaron a explotar, literalmente, en llamas, y la compañía decidió retirarlos en 2016 porque la gente pasaba de jugarse la cara. En Internet se encuentran fácilmente listas pormenorizadas de fiascos tecnológicos.
Pero una de mis tecnologías obsoletas y fracasadas preferidas es la que en los años 90 trataron de implantar algunas cadenas de televisión para hacerse interactivas, como adelantadas a su tiempo. No me acordaba del nombre, ni lo encontraba en Google, pregunté a decenas de personas y nadie guardaba memoria de aquella cosa, como si hubiera sido borrada de la historia, al modo de la damnatio memoriae. Se trataba de una mando a distancia con el que interactuar con los programas de la tele en tiempo real, participar en concursos, incluso se podían imprimir unos tickets con una pequeña impresora encima de la tele, y en esos tickets estaba, por ejemplo, la información del tiempo. ¿Era aquella visión real o lo había soñado?
Por fin di con un amigo (gracias, J.F.B) que se acordaba de aquellas cosas tan bizarras. Cuando no existía prácticamente nada interactivo, más allá de la realidad cotidiana (que lo es, y mucho), Telecinco desarrolló un sistema llamado Teletrébol, cuyo mando tenía cuatro botones, que casi prefiguraban los de la actual PlayStation: un cuadrado, una estrella, un triángulo y un círculo. Costaba 3.575 pesetas y con él se podía participar respondiendo preguntas en un concurso presentado por Laura Valenzuela (cuando se acertaba se encendían lucecitas y sonaba el himno de la alegría), pero fue un fracaso y la cadena lo retiró en 1993. Hasta hubo un juicio, perdido por la empresa, que fue demandada por un concursante doméstico que decía no haber recibió su premio. El concursante recibió, seis años después, un coche de lujo. Era asturiano, como un servidor.
Televisión Española también tuvo su experimento interactivo, llamado TelePick, que promocionó como “una nueva forma de vivir la televisión”. Este, entre 1992 y 1994, fue el que incorporó la bizarra impresora a la tele, por la que sacar, en pequeños papeles, recetas de cocina o noticias relevantes. Se podía utilizar en programas como el Un, dos, tres…, ¡Hola, Raffaella! o El precio justo: la empresa pública quería implementarlo, como se diría ahora, en el 70% de la programación. Ilusos. Solo lo compraron 13.000 personas que pronto, cuando dejó de utilizarse, se encontraron con un aparato inservible en casa. Bueno, quizás fue inservible desde el principio.
No me hubiera gustado ser de aquellas 13.000 personas pretendidamente avispadas y a la última que compraron el TelePick, obnubiladas por el brillo indeleble de la novedad. Ser rezagado en la tecnología, como Gustavo Adolfo Bécquer lo fue en el Romanticismo, tiene sus ventajas: nunca te haces con tecnologías que se van a garete, todas las que adoptas están sobradamente implantadas y probadas. Cuando me dio por comprarme un Laserdisc, el Laserdisc ya había prácticamente desaparecido. Me libré. Eso sí, ahora no sé cómo espantar a seres voladores de gran envergadura.
Sobre la firma
Sergio C. Fanjul es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados (Pertinaz freelance, La vida instantánea, La ciudad infinita). Es profesor de escritura, guionista de tele, radiofonista y performer poético. Desde 2009 firma columnas, reportajes, crónicas y entrevistas en EL PAÍS y otros medios.