Nadie le dijo a ese bot que lo hiciera. Pero este agente conversacional —movido por la inteligencia artificial de Meta— se metió en un debate de un grupo privado de Facebook de madres de Manhattan. Afirmó que tenía un niño escolarizado en el distrito de la ciudad de Nueva York y buscó la empatía con el resto de atónitas participantes.
Este bot es un producto de la estrategia de inteligencia artificial de Meta. Y no es porque ahora Mark Zuckerberg quiera trolear a sus usuarios. Sencillamente es un daño colateral —inocuo, en este caso— de la distribución extensiva de tecnología en sus redes sociales. Su objetivo es dar herramientas a los usuarios para que generen contenido rápido y en cantidad. Como resultado espera un aluvión de imágenes, texto e incluso vídeos que mantenga a los usuarios dentro de sus plataformas.
Meta no busca ganar dinero vendiendo su sistema de inteligencia artificial. El último que presentó, Llama 3, se ha lanzado bajo una licencia de código abierto, como su anterior versión. Esto quiere decir que otras empresas podrán tomar la herramienta y crear la suya propia, sin necesidad de pagar a la compañía por ello. Solo aquellas con más de 700 usuarios tienen que pedir permiso a Meta para utilizar Llama 3. Una forma de controlar el uso que hacen de su IA los gigantes tecnológicos, aka sus rivales.
La carrera por la inteligencia artificial la encabeza OpenAI, que saca varios cuerpos a sus rivales. Google parece el siguiente más aventajado, con el permiso de Microsoft, que se apoya en las herramientas de la startup. Y Meta ha aparecido siempre en un segundo plano. Como su idea de negocio no pasa por comercializar su herramienta a cambio de una suscripción, se permite publicarla como código abierto. Es el único gigante tecnológico que ha lanzado su principal sistema de IA de esta forma (Google publicó en abierto Gemma, un modelo secundario).
El código abierto, claro, favorece la transparencia de la tecnología (aunque Llama 3 no desvela con qué datos se ha entrenado) y genera confianza en ella. Además, democratiza el uso de la inteligencia artificial, pues cualquiera podría tomar el modelo de Meta y utilizarlo con sus propios datos. Ello sin rendirle cuentas a la compañía ni abonarle un solo dólar. Podría ejecutar el sistema en sus propios servidores y alimentarlo con sus datos sin que estos se enviaran a las máquinas de Meta.
Pero el interés de la compañía de Zuckerberg va más allá. Su pretensión pasa por expandir el uso de su sistema y alentar el desarrollo de mejoras en torno al mismo. Así, Llama 3 se enriquecerá con las aportaciones de la comunidad de código abierto, una inteligencia colectiva que le viene de perlas a Meta.
La historia no es nueva. Ya ocurrió a principios de la década de 2010, cuando Facebook, que aún se llamaba Facebook, era solo una red social y no el conglomerado de aplicaciones que es hoy. Por aquel entonces las grandes tecnológicas tenían una necesidad perentoria de capacidad de cómputo. Requerían grandes centros de datos para alojar toda su información y sostener la actividad de sus usuarios. Y estas monstruosas infraestructuras incurrían en un gasto desorbitado. Así que buscaron fórmulas para rebajar la factura.
Unos años antes Google había desarrollado software específico para que los servidores de sus centros de datos se comportaran de forma más eficiente. Pero Facebook no tenía capacidad para hacer algo así. De manera que haciendo de la necesidad virtud, Zuckerberg optó por encomendarse al código abierto. Creó el llamado Open Compute Project, con el que liberó los diseños creados por la compañía de servidores, equipos de red y todo lo que fuera útil para construir un centro de datos.
Esta información era un caramelo para muchas empresas, que empezaron a desarrollar sus servidores en base a estos nuevos diseños disponibles. Cuantas más compañías construían sus centros de datos en base a la tecnología de Facebook, más servidores de ese tipo se fabricaban. La economía de escala empezó a funcionar. Las cadenas de suministro se llenaron de pedidos con los diseños de Facebook y los servidores cada vez eran más baratos de fabricar y de comprar. En una entrevista reciente, el propio Zuckerberg afirmaba que esta política les había ahorrado miles de millones de dólares.
¿Y con la IA? La compañía seguramente espere un esquema similar: promover una gran adopción de Llama que a la postre le reporte beneficios. Los desarrolladores de la comunidad de código abierto podrían encontrar formas de mejorar el modelo de inteligencia artificial, para hacerlo más eficiente, más preciso en ciertas tareas o para evitar alucinaciones. Parte de este conocimiento, en forma de código, puede quedar como una contribución en la que otros —incluidos los propios ingenieros de Meta— podrían seguir trabajando.
De esta forma, Meta puede competir con otros rivales que a día de hoy parecen llevarle ventaja. Sin olvidar que en realidad la compañía no pretende luchar por el primer puesto de los sistemas de IA. Solo necesita una buena tecnología —independiente de otros gigantes tecnológicos— para integrarla en Instagram, Facebook y WhatsApp. Como finalidad: estimular la creación de contenido, de todo tipo.
Cuanto más y mejores imágenes, vídeos y chascarrillos varios haya en las redes sociales más tiempo pasaremos en ellas. Esto va en interés de Meta, cuyas plataformas son el equivalente a una moderna valla publicitaria. Y como buen soporte para publicidad, cuanta más audiencia tenga, más ingresos trae.
Aunque la inteligencia artificial no solo sirve para generar contenido a demanda. En la página de ayuda de Facebook se dice que un agente conversacional entrará en un grupo de discusión de la red social si alguien lo menciona como ‘@MetaAI’ o si un usuario hace una pregunta y ninguno de los integrantes ha respondido en una hora.
Esto ha dejado abierta la puerta a situaciones como la del bot que se creía una madre de Manhattan. Pero también otras, como un agente de IA que se tomó la libertad de contestar, justo una hora después, a un usuario en un grupo de compra-venta de segunda mano. El bot le ofreció una cámara marca Canon “usada siempre con cuidado” y también una “unidad portátil de arte acondicionado casi nueva que nunca he llegado a usar”.
Son gajes de la expansión de la IA, que por cierto Meta aún no ha introducido en Europa. Publicar el modelo en código abierto permitirá mejorarlo y, en cierta medida, evitar estos fallos. Aunque no son estos los problemas que más preocupan. La proliferación de deepfakes y desinformación, por mencionar dos, son algunas de las lacras que se anticipan del impacto de la inteligencia artificial en un entorno de redes sociales. Pero esta ya es una cuestión mucho más difícil de resolver.