Está disparada. La red social Bluesky ha ganado usuarios a montones en las últimas semanas. La alternativa a X tenía 9 millones de usuarios en septiembre. Una semana después de las elecciones en Estados Unidos, celebradas el 5 de noviembre, alcanzó los 15 millones de registros. Y 20 días después ya sobrepasaba los 22 millones de usuarios.
El ritmo de crecimiento es apabullante. Un contador establecido por un profesor de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, Theo Sanderson, calcula que cada segundo se registran 2,2 miembros en Bluesky.
Tras la victoria de Trump en las elecciones de Estados Unidos, la antigua Twitter, la nueva X de Elon Musk, ha acusado el apoyo de su dueño al nuevo presidente. Pero también las sospechas de que el algoritmo de la red social haya amplificado los mensajes republicanos. Un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Tecnología de Queensland (en Australia) arroja datos alarmantes. A partir del pasado 13 de julio, cuando Musk hizo público su apoyo a Trump, las publicaciones —muchas de ellas ya activamente políticas— del dueño de la plataforma dieron un salto en difusión. Tenían un 138% más de visualizaciones y se retuiteaban un 238% más que antes de esa fecha.
A partir de aquel momento algunas cuentas que apoyaban posturas republicanas también experimentaron un fuerte impulso, en comparación con su alcance antes de la fecha señalada. Así lo indicaba el estudio, que concluye que hubo un cambio estructural en la actividad de los usuarios. Según los investigadores, esto sugiere que podría haber habido un ajuste a nivel de plataforma (introducido en el propio software) para aumentar la visibilidad de las cuentas estudiadas.
Esta sombra de manipulación del algoritmo se suma al contexto general para desembocar en un posible nuevo éxodo de Twitter. Solo existen indicios de que la red social pierde usuarios, porque los datos auténticos los tiene la compañía. Pero las estadísticas recogidas por el sitio de análisis de tráfico Similarweb indican que el día posterior a las elecciones estadounidenses desactivaron su cuenta más de 280.000 usuarios. Según recogía Business Insider, otra firma analista, Sensor Tower, señala que X tiene aproximadamente los mismos usuarios activos que en el momento de las elecciones, mientras que en Bluesky han crecido más de un 119%.
La alternativa a X funciona gracias a un reducido equipo de 20 personas. Se fundó en 2019 en el seno de Twitter, como una apuesta experimental del entonces CEO y cofundador Jack Dorsey. En 2021 obtuvo cierta independencia de la matriz y se consolidó como proyecto separado ante la compra de Elon Musk. Su CEO Jay Graber, que proviene del sector de las criptomonedas, ha convertido esta iniciativa embrionaria en una de las aplicaciones más populares del momento.
Bluesky pasó de 200.000 usuarios en julio de 2023 a más de 3 millones en febrero de 2024, operando en modo privado, solo accesible por invitación. En aquel mes se abrió a todo el público y ha ganado cada vez más adeptos. La startup ha levantado 36 millones de dólares en rondas de inversión.
Se basa en un protocolo abierto, que pretende ser la base para una red social descentralizada. El concepto es similar al que propone Mastodon (también conocida como alternativa a Twitter), aunque por ahora el equipo mantiene un enfoque centralizado en sus operaciones. Si bien el anhelo de descentralización resulta atractivo para algunos usuarios, que buscaban huir de X.
La diferencia más comentada —que también es la principal— está en cómo se muestran las publicaciones. En Bluesky aparecen por defecto de manera cronológica. Es lo opuesto a la visión túnel que generan los algoritmos de recomendación como el de X, que enseñan al usuario el contenido con el que es más propenso a interactuar. De ahí que algunas voces señalen que en la nueva red social hay menos desinformación y discursos del odio, así como más control de lo que aparece en el feed.
Muchas de las celebridades que han abandonado X y han abierto cuentas en Bluesky citan la desinformación y el ambiente tóxico como razones para esta migración. El autor Stephen King, la rapera Lizzo, el actor Mark Hamill, el director de cine Guillermo del Toro o la cantante Barbra Streisand se cuentan en este grupo. Y desde luego, el trasvase de personalidades públicas influye en la gran masa de usuarios.
Los usuarios que se cambian a una red social nueva tienen miedo a perderse lo interesante que ya reciben. Es una de las barreras que deben superar. Es simple FOMO. Pero si cada vez más famosos predican con el ejemplo, a los usuarios de a pie les resulta más fácil tomar la decisión. El hecho de que aumenten en general los usuarios en Bluesky reafirma a los dubitativos. Les hace pensar que habrá contenido suficiente como para no perderse nada relevante.
Los usuarios también pueden recibir un feed que generan algoritmos predefinidos, en función de una temática. De manera que los mensajes no están limitados a una cronología de lo que publican los seguidores. Sin embargo, es el usuario quien toma la decisión de seguir uno u otro feed. Mantiene el control.
Todo se desenvuelve con un límite de 300 caracteres, donde también caben fotos y vídeos. La interfaz que ven los usuarios es muy similar a la del Twitter de hace unos años, otro punto a favor para atraer la atención, en este caso de los nostálgicos.
La agonía anticipada de Twitter
Cuando Elon Musk compró Twitter se acumularon un pelotón de indicios que apuntaban al declive de la red social. Hubo una desbandada de usuarios. El nuevo dueño entró en la sede con un lavabo (en inglés ‘sink’ significa tanto lavabo como un hundirse) como una troleadora declaración de intenciones y en solo unas semanas despidió a más de 4.000 empleados. En medio año había recortado un 80% de la plantilla.
En aquel momento se dijo que Twitter estaba acabada y que era cuestión de tiempo que cayera por su propio peso. Los argumentos eran simples: con una reducción tan extrema del número de empleados las operaciones de la compañía no se sostenían. Uno de los equipos que Musk desarticuló al poco de llegar fue el de moderación de contenido. Aunque después trataría de reorganizar este cometido, con un número mucho menor de empleados.
La red social no se ha desmoronado, aunque el cambio en estos dos últimos años ha sido visible. Ya en las primeras semanas desde que Musk se puso al mando se detectó un incremento en la toxicidad de la red social, una tendencia que ha continuado. Tanto es así que algunos medios de comunicación han abandonado la plataforma citando este motivo. Empezó The Guardian, pero también La Vanguardia se ha ido de X, así como el periódico más popular de Suecia Dagens Nyheter o los regionales franceses Ouest-France y Sud Ouest. Y es ahora, tras la victoria de Trump y el apoyo de Musk —incluido el posible manejo del algoritmo en favor de sus intereses— cuando muchos divisan de nuevo el ocaso de X. Mas allá de algunas estadísticas, difícilmente interpretables a largo plazo, si la plataforma agoniza o no se sabrá dentro de unos años. Lo que está claro es que le han salido rivales. Además de Bluesky están Threads (de Meta) y Mastodon, que también han crecido últimamente. Hay movimiento en el escenario de las redes sociales especializadas en —algo que ya suena a una añada antigua de Internet— microblogging.