Sam Altman quiere que ChatGPT sea tu próximo médico. ¿Puede OpenAI transformar el sector de la salud?

Sam Altman no solo lidera una revolución tecnológica, sino que también está a punto de transformar cómo cuidamos nuestra salud. Su idea es crear coaches digitales personales que nos guíen a diario. Aunque ingeniosa, esta visión plantea dudas sobre la privacidad de los datos, la dependencia tecnológica en decisiones de salud y el aumento de las desigualdades en el acceso a una atención de calidad. ¿Estamos listos para emprender este camino?

La relación entre tecnología y persuasión no es nueva. En Silicon Valley, han explotado esta conexión en el diseño de productos durante años. Lo hacen tan bien que han convertido a millones de personas en adictos a redes sociales y aplicaciones. De hecho, existe una disciplina llamada «captology«, cuyos principios son aplicados por los gigantes de Internet para maximizar el tiempo que pasamos en sus plataformas.

Ahora, con la llegada de la IA generativa, su capacidad de influencia alcanza una nueva dimensión, más alarmante si cabe. La preocupación es genuina: las máquinas pueden empujarnos a hacer cosas que no queremos, incluso actuando en contra de nuestros propios intereses. Cada nueva generación de modelos (LLM) se vuelve más convincente, lo que plantea un riesgo significativo. En manos equivocadas, esta tecnología puede convertirse en un arma poderosa. Con ella se pueden orquestar campañas de desinformación masiva, ejecutar ciberataques basados en ingeniería social o perpetrar otras acciones abiertas a la imaginación de los atacantes.

Conocedores de estos potenciales usos maliciosos, los principales proveedores de IA generativa están evaluando continuamente su tecnología. Un estudio reciente de Anthropic demostraba que sus modelos más avanzados ya son tan persuasivos como los humanos, lo que genera bastante inquietud. Al fin y al cabo, se trata de una tecnología que va a seguir evolucionando a gran velocidad.

Sin embargo, esta capacidad también puede trabajar en nuestro beneficio. Sam Altman y Arianna Huffington, en un artículo recientemente publicado en la revista TIME, presentaron una iniciativa que aprovecha la persuasión de la IA para impulsar la medicina preventiva. Su propuesta consiste en poner a disposición de las personas un coach digital personalizado, que no solo ofrezca consejos, sino que también corrija malos hábitos y nos ayude a tener un estilo de vida saludable.

Estos mentores digitales se alimentan de una combinación de conocimientos médicos actualizados (p. ej. últimos artículos científicos), metodologías probadas de cambio de comportamiento (p. ej. hábitos atómicos de James Clear) y un vasto volumen de datos personales procedentes de sensores (p. ej. patrones de sueño y ritmo cardíaco), junto con otros datos relacionados con el estilo de vida (p. ej. tiempo diario de ejercicio). Estos asesores virtuales son capaces de ofrecer recomendaciones altamente personalizadas, mejorando la calidad de vida de las personas de manera proactiva. Para ilustrarlo en el artículo de la revista TIME, usan el ejemplo de cómo una persona diabética bajo estrés laboral puede beneficiarse.

Es importante considerar que estos mentores virtuales y su capacidad de personalización irán mejorando a medida que tengan acceso a más datos. Por ejemplo, nuevas investigaciones sobre tecnologías de visión por computadora van a permitir medir con mayor precisión las calorías de los alimentos. Esta aproximación supera las limitaciones de las aplicaciones actuales, que usan fotos o códigos de barras. Pronto, estos avances podrán integrarse en asistentes virtuales, lo que permitirá un seguimiento nutricional más preciso. Como resultado, las recomendaciones serán más efectivas. Además, ayudará a crear una mayor conciencia sobre nuestros hábitos alimenticios.

Desde una perspectiva más amplia, los coaches digitales no solo van a cambiar la vida de sus usuarios, sino que pueden transformar los sistemas de salud nacionales. Al enfocarse en la prevención y en cambios de comportamiento a largo plazo, podrán reducir significativamente la necesidad de tratamientos costosos y aliviar la presión sobre unos sistemas sanitarios ya sobrecargados ante el envejecimiento de la población.

Sin embargo, a nadie se le escapa la estrecha relación que existe con mercados adyacentes que mueven miles de millones de euros al año, particularmente el de los seguros, tanto de vida como médicos. Las aseguradoras podrían utilizar esta tecnología para ajustar primas de manera más precisa, recompensar comportamientos saludables o incluso denegar una cobertura basándose en la detección de malos hábitos. Algunos investigadores llevan tiempo especulando incluso con la posibilidad de un “seguro de vida vitalicio”, y no es descabellado pensar que podría tomar la forma de un mentor digital en el que se integren distintas facetas de la vida de las personas.

Sin embargo, esta intersección entre salud personal, tecnología persuasiva y modelos de negocio plantea preguntas que necesitan una respuesta urgente: ¿Cómo garantizamos que estos sistemas no exacerben las desigualdades existentes en el acceso a la salud? ¿Qué sucede cuando el consejo de un coach digital entra en conflicto con las recomendaciones de un médico humano? ¿Estamos preparados para un mundo donde nuestras decisiones de salud estén constantemente influenciadas por algoritmos?

Mientras avanzamos hacia este futuro impulsado por la IA, es esencial que reguladores, profesionales de la salud y la sociedad en general participen en un diálogo abierto sobre estos temas. El sistema sanitario necesita apoyarse en la innovación tecnológica para conseguir ser sostenible. Sin embargo, también hay que asegurar que no comprometa valores fundamentales como la autonomía, la privacidad y la equidad en el cuidado de la salud. Como con cualquier aplicación de IA, es necesario incorporar criterios éticos que aseguren que estos poderosos coach digitales no crucen la línea que los separa de la manipulación.

El futuro de la medicina preventiva ya está aquí. Ahora es el momento de decidir cómo queremos que se materialice. ¡Que comience el debate!

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