En un conflicto bélico, cualquier tecnología al alcance es susceptible de convertirse en un arma. La IA no es una excepción: drones tomando sus propias decisiones en combate, análisis de imágenes satelitales para identificar objetivos, ciberataques y campañas de desinformación. La lista es extensa y, con cada nuevo uso, la idea de que esta tecnología es un instrumento para la guerra toma forma en nuestra mente.
No es fácil romper con ese vínculo, ya que la asociación surge casi de forma automática. Pero ¿es posible cambiar de perspectiva y crear una relación distinta? Como es bien sabido, la tecnología no es ni buena ni mala, pero tampoco es neutra. Entonces, ¿por qué no redefinir su propósito y convertirla en una herramienta para la paz? La IA puede utilizarse para anticipar conflictos, entenderlos mejor, mediar entre las partes o facilitar una reconciliación. Algunos ejemplos muestran cuál puede ser el camino:
La mejor predicción sobre el estallido de un conflicto es la que no se cumple.
Siempre hay señales que los preceden a un conflicto y que alertan sobre su inicio. Basta con utilizar herramientas analíticas sobre una base de noticias, estudiando el tono empleado por los periodistas, para saber lo que va a suceder. El problema de este método es que detecta los conflictos cuando están a punto de estallar. Se necesita anticiparlos con más tiempo para que exista margen de maniobra suficiente para prevenirlos.
La Universidad de Stanford, por ejemplo, ha estudiado, utilizando técnicas analíticas avanzadas, cómo el cambio climático está desencadenando guerras civiles. Por tanto, prepararse para sequías o inundaciones previene también el riesgo de conflicto, abordando así dos problemas a la vez. Iniciativas como los seguros de cultivos y una estrategia de almacenamiento de alimentos disminuyen las posibilidades de enfrentamientos por los recursos. Incluir el factor climático en los programas de paz podría ser clave durante los años venideros.
Entender el conflicto: abarcar todos los puntos de vista
Durante un conflicto, frecuentemente se pierde la perspectiva de ciertos grupos que son excluidos de cualquier negociación, ya sea porque se encuentran en lugares remotos, hablan diferentes dialectos o forman parte de segmentos de la población marginados. Las plataformas digitales están siendo utilizadas para darles voz y conseguir conocer punto de vista. Por ejemplo, en Sudán, gracias a una de ellas (Remesh), las mujeres pueden hablar sobre el conflicto y promover el diálogo (existen antecedentes en Irlanda del Norte sobre la efectividad de involucrarlas).
En otras situaciones, el problema es que distintos grupos o etnias no son capaces de comprender en realidad qué aspectos separan realmente sus posturas. Por ejemplo, en Yemen, se ha utilizado una plataforma digital (Inclus) para identificar los principales desacuerdos existentes para poder abordarlos antes de avanzar en las negociaciones de paz. Por último, a veces las partes necesitan interiorizar que la escalada militar no las llevará a ninguna parte y que todos saldrán perdiendo si no se sientan a negociar. El proyecto Didi está diseñado para que las partes en conflicto lleguen a esa conclusión. La clave es encontrar el momento en el que se alcanza ese punto.
Una máquina para alcanzar consensos en la mediación
DeepMind acaba de llevarse el Nobel de química, pero quién sabe si en el futuro podría aspirar al de la Paz con su nueva herramienta, la máquina de Habermas (HM), basada en los principios de diálogo constructivo en mediaciones.
Este sistema de IA inicia su proceso recogiendo opiniones de todas las partes involucradas, garantizando que cada voz sea escuchada. Luego, genera declaraciones iniciales que encapsulan los diferentes puntos de vista. Las partes revisan estas declaraciones, indicando su grado de acuerdo y ofreciendo comentarios para enriquecer el debate. Con esta retroalimentación, el sistema refina las declaraciones hasta alcanzar un consenso más inclusivo.
A pesar de su potencial, HM enfrenta desafíos significativos. Actualmente, carece de capacidades para verificar hechos y moderar el discurso, lo que podría limitar su efectividad en contextos complejos. Sin embargo, futuras actualizaciones podrían incorporar herramientas de verificación y algoritmos de moderación que mejoren su desempeño en la práctica.
Aunque aún está en fase experimental, esta tecnología representa un avance prometedor hacia la mediación asistida por IA, con el potencial de transformar cómo se alcanzan acuerdos de paz. Eso sí, no reemplaza la diplomacia o el conocimiento experto de los mediadores.
Peace Tech para un mundo en guerra
Estas innovaciones forman parte de un emergente sector conocido como «peace tech«. Además de los ejemplos anteriores, estas tecnologías abarcan desde el uso de drones para ayuda humanitaria hasta el análisis de grabaciones para identificar municiones prohibidas o documentar violaciones de derechos humanos. Por último, también entran en esta categoría las herramientas que ayudan en la moderación de redes sociales. Para ilustrar su importancia, basta recordar que, en 2020, el acuerdo de alto el fuego en Libia incluyó, por primera vez, una cláusula específica sobre el uso de redes sociales. Sabemos cómo estas pueden alimentar discursos de odio y polarizar opiniones, y en zonas de conflicto es aún más crítico evitar que se utilicen para desestabilizar acuerdos o socavar procesos de paz en construcción.
Actualmente, hay 56 conflictos activos en el mundo. Según el Global Peace Index nos enfrentamos al peor escenario desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, persiste una brecha alarmante entre los recursos destinados a desarrollar armamento tecnológicamente avanzado y aquellos que se orientan a promover la paz. Por ejemplo, en agosto pasado, Anduril, una empresa que utiliza IA con fines militares captó 1.500 millones de dólares de financiación. Mientras tanto, las principales potencias económicas apenas invierten en tecnología para prevenir y mediar en conflictos.
A nadie sorprende que la inteligencia artificial se asocie más a su uso militar que a la construcción de puentes para la paz. Sin embargo, la tecnología está ahí, esperando ser utilizada para apaciguar un mundo en llamas.