Al igual que la electricidad o Internet, la IA se presenta como una tecnología de propósito general con el potencial de cambiarlo todo. Europa no puede conformarse con ser un mero consumidor de esta tecnología, tiene que encontrar la forma de desarrollarla. Hasta ahora, todas las esperanzas estaban puestas en grupo reducido de startups, pero la distancia con sus competidores estadounidenses parece haberse ensanchado. Incluso China podría haberlas superado.
Los competidores europeos ahora deben encontrar su propio espacio. Empresas como OpenAI y Anthropic están empujando la frontera de la innovación con modelos cada vez más avanzados. Por su parte, China ha demostrado ser un imitador implacable y altamente eficiente, como ha demostrado recientemente DeepSeek. Las empresas europeas van a necesitar encontrar su diferenciación en una combinación de eficiencia, innovación, privacidad y soberanía tecnológica.
No será fácil. Para competir en este mercado, se requiere una enorme capacidad de cómputo, acceso constante a capital y una abundante reserva de talento. Sin embargo, incluso con estos recursos, sigue siendo crucial contar con una política industrial bien diseñada que asegure que todas las piezas encajen.
Primera política industrial: independencia en su infraestructura tecnológica
Antes de analizar qué está haciendo Europa para ganar independencia en su infraestructura de inteligencia artificial, es importante hacer una distinción clave entre dos fases de los modelos: la de entrenamiento y la de uso o inferencia. Durante la primera, es necesaria una elevada capacidad de procesamiento para ajustar parámetros a partir de grandes volúmenes de datos. La calidad del resultado final depende directamente del poder de cómputo disponible. Una vez entrenado, el modelo pasa a la fase de inferencia, en la que aplica lo aprendido para generar respuestas o realizar tareas sin necesidad de volver a procesar los datos de entrenamiento.
Europa ha reforzado su capacidad de cómputo para el entrenamiento de los modelos con sus recientemente anunciadas factorías de IA. De momento, existen siete centros en funcionamiento, incluido el de supercomputación de Barcelona. Aunque la presencia de los gigantes tecnológicos estadounidenses sigue siendo abrumadora, estos centros podrán absorber un número creciente de iniciativas.
Ahora bien, una vez entrenados, las startups europeas dependen de los gigantes cloud (AWS, Google y Microsoft) para implementar y usar sus modelos. Existen algunas excepciones, como la francesa H, que opera con Scaleway, o DeepL, que utiliza Verne Global, pero estos casos son aislados. La iniciativa europea para crear una nube soberana, Gaia-X, no ha logrado consolidarse, lo que ha obligado a muchas startups a adoptar una estrategia multicloud para evitar quedar atrapadas en un único proveedor. Aunque esto mitiga los riesgos, no resuelve el problema de la dependencia de las startups europeas para escalar. Esta es una batalla que va a ser difícil ganar.
Segunda política industrial: mercado de capital integrado
El acceso al capital es un desafío constante para cualquier startup, también para las que desarrollan IA en Europa. A diferencia de Estados Unidos, donde el capital proviene principalmente de grandes tecnológicas y un ecosistema de capital riesgo consolidado, en Europa la financiación está fragmentada entre inversores privados, fondos públicos, conglomerados tecnológicos y capital riesgo.
Las startups suelen obtener financiación en las primeras etapas de su desarrollo, como las rondas semilla y Serie A. Sin embargo, cuando buscan inversores para apoyar su expansión, encuentran mayores dificultades. En esta etapa más madura, los inversores estadounidenses adquieren un papel destacado, aportando hasta el 50% de la inversión en rondas de Serie D y posteriores. Esto deja a muchas startups europeas en una posición vulnerable, más propensas a ser adquiridas por competidores más grandes.
Un ejemplo de esta dinámica es Mistral AI, que inicialmente recibió apoyo de inversores privados y fondos públicos como Bpifrance. Sin embargo, para crecer tuvo que aceptar inversiones de Microsoft y del fondo de capital riesgo estadounidense Andreessen Horowitz. En su última ronda de financiación, Nvidia también entró con 600 millones de dólares, consolidando aún más la influencia de actores externos en el ecosistema europeo.
La escasez de financiación en las etapas de expansión es un problema estructural. Para abordarlo, el informe Letta subraya la necesidad de crear una bolsa europea para empresas tecnológicas y fomentar una mayor integración entre los mercados financieros. Solo así las startups podrán escalar sin depender del capital extranjero.
Tercera política industrial: conectar y retener el talento
Europa cuenta con una base sólida de talento en IA, respaldada por prestigiosas universidades. La expansión del sector tecnológico en la región ha favorecido la innovación y ha atraído la atención de grandes empresas internacionales, que han creado centros de innovación y hubs tecnológicos.
Sin embargo, la competencia global se ha intensificado. Los gigantes de internet dominan el mercado con ofertas salariales atractivas y una infraestructura difícil de igualar. Esto ha contribuido a una fuga de cerebros que debilita el ecosistema europeo, concentrando el conocimiento en unas pocas entidades privadas. A esta situación se suma la falta de apoyo a la investigación. En España, por ejemplo, algunas iniciativas recientes han generado frustración y desconcierto entre catedráticos e investigadores, evidenciando la fragilidad del ecosistema.
El futuro del talento en IA en Europa está ligado a modelos de colaboración entre universidades e industria, a la movilidad de profesionales entre sectores y países, y a la capacidad de la región para fomentar un entorno que promueva la innovación. Iniciativas como PR[AI]RIE-PSAI son un ejemplo de cómo Europa puede construir un ecosistema resiliente basado en la colaboración.
Otra iniciativa interesante surge de la idea de crear un «CERN para IA«, un proyecto paneuropeo inspirado en el modelo del CERN. Su objetivo sería establecer una red de centros de investigación en IA con infraestructura compartida para fomentar la colaboración transfronteriza. Además, se enfocaría en desarrollar sistemas éticos y confiables, alineados con los valores europeos, y proporcionaría acceso a grandes volúmenes de datos.
Desarrollar, retener y conectar el talento es la mejor baza que tiene Europa para competir en el mercado.
Europa necesita encontrar su propio camino
El ambicioso proyecto Stargate, presentado por Trump en enero, ha sido una llamada de atención para Europa: Un recordatorio de que necesita desarrollar su propia política industrial si quiere seguir siendo relevante en el mercado global. Francia ha sido la primera en reaccionar. El pasado 9 de febrero, Macron anunció una inversión de 109.000 millones de euros en IA.
Hace apenas dos años, Europa contaba con varias startups capaces de competir con gigantes como OpenAI y Anthropic en el desarrollo de los modelos de IA más avanzados. Sin embargo, hoy solo Mistral AI se mantiene como contendiente (Aleph Alpha abandonó esta carrera). Esta empresa francesa está jugando la carta de la soberanía tecnológica europea. Con el respaldo del presidente francés, Emmanuel Macron, y el apoyo de otros líderes europeos, se presenta como una alternativa local a los grandes nombres de la IA de Estados Unidos y China. Además, recientemente, la empresa ha cerrado un importante acuerdo con Stellantis, apostando por integrar su tecnología en la estratégica industria del automóvil.
Mientras tanto, otras startups europeas han comenzado a especializarse en aplicaciones verticales de IA dentro de sectores clave, como la salud y la defensa. Un ejemplo de ello es Owkin, que colabora con Sanofi en la investigación de nuevos fármacos. Este es el camino: aprovechar la posición de las empresas europeas líderes en sus mercados para que las startups europeas se integren y colaboren en la aplicación de la IA.
Durante el 10 y el 11 de febrero, París se ha convertido en la capital mundial de la IA. Ahora es el momento de actuar para que Europa encuentre su propio camino y no se limite a seguir las estrategias de otros bloques económicos globales, sino que construya un futuro alineado con sus valores.