Pongamos la crisis de la salud mental en perspectiva. Un estudio de la universidad de Harvard realizado en 2023 sobre una población de 175.000 personas predice que, antes de cumplir 75 años, la mitad de la población mundial sufrirá algún trastorno mental. A pesar de esta alarmante cifra, los sistemas de salud de los países desarrollados destinan, en promedio, solo un 2% de su presupuesto sanitario a la salud mental, y apenas el 1% de los profesionales del sector se dedican a este campo. Mientras tanto, estos trastornos representan ya el 10% de la morbilidad.
Este no es solo un desafío de salud pública, sino también un lastre económico. Según el Fondo Monetario Internacional, para 2030, el coste de esta crisis para la economía mundial superará los seis billones de dólares. La sobrecarga digital, el estrés laboral y la adicción a las redes sociales son factores que contribuyen al desarrollo de enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión, las cuales afectan directamente a la productividad, incrementan el ausentismo y resultan en bajas laborales.
Hace unos años, algunas empresas intentaron combatir este problema incorporando “directores de la felicidad”. Aunque la figura fue bien recibida, no logró encajar de forma permanente en el organigrama. Lo que ha perdurado son los programas que promueven el bienestar de los empleados. Compañías como Telefónica, Inditex, Banco Santander, Repsol, BBVA, Mapfre, Iberdrola y Ferrovial han implementado una combinación de servicios de apoyo psicológico, talleres de gestión del estrés y recomendaciones para una vida saludable, programas que siguen vigentes.
Un estudio de Forética de 2023 revelaba que el 94% de las empresas del IBEX 35 afirmaba estar comprometida con la salud y el bienestar de sus empleados, y que el 82% había implementado políticas concretas. Sin embargo, solo el 25% utilizaba indicadores y métricas para gestionar este compromiso.
Más allá del bienestar individual, estas iniciativas tienen un impacto directo en los resultados empresariales. Existe evidencia de que invertir en el bienestar del empleado genera beneficios tangibles: mayor retención del talento, aumento de la productividad y, en última instancia, un mejor resultado del negocio.
Lograr el bienestar laboral es una tarea compleja en un entorno de trabajo frecuentemente percibido como hostil. La acelerada digitalización y automatización no solo fomentan una fuerte demanda de inmediatez, sino que también generan la expectativa de tener que estar siempre disponibles. A esto se suma un temor creciente a ser reemplazado por máquinas inteligentes.
Sin embargo, es importante reconocer que esta misma tecnología que genera desasosiego, también está demostrando su valor como una herramienta para un cambio positivo. Por ejemplo, permite ofrecer una puerta de entrada más accesible para aquellos que, ya sea por dudas o por la necesidad urgente de apoyo, podrían encontrar dificultades utilizando los medios tradicionales.
Ahora, los chatbots están disponibles las 24 horas y se presentan como una primera línea de contacto, dando apoyo sin necesidad de cita previa. Este tipo de tecnología elimina barreras como el coste, la disponibilidad o el estigma, lo que permite que más personas encuentren un espacio seguro donde expresar lo que sienten. No reemplaza a los terapeutas, pero puede ser el primer paso hacia una recuperación.
Además de su función en el tratamiento, esta tiene el potencial de jugar un papel clave en la prevención. En lugar de esperar a que surjan los problemas, la tecnología puede ser utilizada para fomentar hábitos saludables y promover un bienestar mental sostenido. Imagina un asistente virtual proactivo que te recuerda hacer ejercicio, practicar la meditación o desconectar del trabajo, ayudándote a reducir el estrés antes de que se acumule. Estos pequeños hábitos, fundamentales para mantener una buena salud mental, pueden ser más fáciles de seguir con el apoyo de un asistente que nos ayude a ser consistentes y alcanzar el equilibrio y la estabilidad emocional.
Sin embargo, hay un aspecto que no podemos pasar por alto: la necesidad de abordar cuestiones como la privacidad y los sesgos. Para que la inteligencia artificial sea verdaderamente útil en este contexto, es fundamental entender bien el entorno en el que se utiliza. La prioridad debe ser siempre el bienestar de las personas, asegurando que las tecnologías no solo sean efectivas, sino también éticamente responsables, sin comprometer la privacidad ni reforzar prejuicios indeseados.
La salud mental es ahora un problema a escala global que afecta a todos los ámbitos de la vida, incluida la laboral. Los sistemas de sanidad pública necesitan la implicación de las empresas para salir de esta situación. Ahora les toca actuar y asumir una cultura de bienestar del empleado es un paso importante para frenar esta epidemia. La IA puede ser un aliado poderoso si se utiliza de manera responsable. Pero dejémoslo claro: la tecnología no es el enemigo, sino la inacción.