Comunicaciones cuánticas: el poder de la “acción fantasmal a distancia” de Einstein

Estamos muy cerca de poder comunicarnos de forma completamente segura, gracias a la encriptación cuántica. De momento se ha conseguido en entornos controlados y ahora solo falta hacerlo a gran escala y de manera rentable. Recientemente, un equipo de científicos de Toshiba Europa nos ha acercado a este objetivo, dejándolo al alcance de la mano. Una pieza más que añadir al tablero geopolítico global.

A principios de año se hizo viral un vídeo de un profesor de Física Cuántica de la Universidad de Yale. En él, Ramamurti Shankar se dirigía a sus nuevos alumnos durante el primer día de clase: “Tengo una mala y una buena noticia para ustedes. La mala es que seguir esta asignatura no les va a resultar nada intuitivo. La buena es que no es intuitiva para nadie”. Y, para fijar las expectativas, remataba: “Hoy soy el único en esta aula que no entiende la mecánica cuántica. Mi objetivo es que, cuando termine el semestre, ustedes tampoco la entiendan”. Así, en apenas unos segundos, el profesor sintetizaba con ironía el estado actual de esta disciplina.

Lo curioso es que, a pesar de que nadie termina de comprender del todo esta rama de la ciencia, ya está comenzando a tener aplicaciones concretas y se perfila como el gran disruptor tecnológico de los próximos años. En los últimos meses se han sucedido anuncios deslumbrantes que nos acercan, paso a paso, a un futuro cuántico. La mayoría de los avances se concentran en el campo de la computación, donde los gigantes tecnológicos compiten por liderar la carrera. Google, IBM o Microsoft han presentado chips y ordenadores cuánticos con mejoras en corrección de errores y escalabilidad.

Aunque la computación cuántica acapara la mayoría de los titulares, las comunicaciones no se quedan atrás. Se está aprovechando una propiedad que parece sacada de la ciencia ficción: el entrelazamiento cuántico que Alber Einstein definió como » la acción fantasmal a distancia».Un fenómeno en el que dos partículas quedan unidas por un hilo invisible, de modo que, si cambia una propiedad de una, también cambia en la otra, sin importar la distancia que las separe.

Esta conexión permite transferir información de forma ultrasegura y casi instantánea. Los datos no se transmiten como en las comunicaciones tradicionales: se “recrean” en el destino a partir de la correlación cuántica entre partículas. Su principal ventaja radica en que cualquier intento de interceptación altera el estado de las partículas, revelando inmediatamente la presencia de cualquier intruso.

Desde hace tiempo se viene aprovechando el conocimiento de este fenómeno de entrelazamiento. Gobiernos, empresas e investigadores han trabajado durante años para aplicarlo a la protección de comunicaciones sensibles frente a amenazas tecnológicas. La seguridad de transacciones bancarias o registros médicos ha sido una prioridad. Telefónica y el grupo hospitalario Vithas, por ejemplo, ya emplean seguridad cuántica para proteger el intercambio de datos entre dos hospitales de Madrid.

Pero, mientras estas primeras aplicaciones ya están en marcha, nuevos avances prometen ampliar aún más las posibilidades. Recientemente, el equipo de Toshiba ha conseguido dar una vuelta de tuerca, logrando enviar mensajes a lo largo de 254 kilómetros usando distribución cuántica de claves (QKD). Lo que hace especial este logro es que han logrado hacerlo a través de una red de fibra óptica comercial alemana, sin necesidad de equipos costosos ni especiales. Se aprovecha la infraestructura de telecomunicaciones existente, algo que hasta hace poco solo era posible en entornos de laboratorio y bajo condiciones altamente controladas.

Este avance, publicado en Nature, significa que ya no es necesario depender de costosos sistemas de enfriamiento ni de equipos de alta tecnología para detectar las partículas de fotones fundamentales en la transmisión de datos cuánticos. El uso de equipos convencionales puede reducir ligeramente la calidad de la comunicación, pero es un precio asumible para avanzar hacia una aplicación práctica y a gran escala de esta tecnología.

Un día después de publicarse este hito, el Gobierno de España presentó la Estrategia Nacional de Tecnologías Cuánticas 2025-2030, con una inversión pública inicial de 808 millones de euros y el objetivo de movilizar hasta 1.500 millones sumando inversión privada. Uno de los puntos clave de este plan es la creación de un hub nacional de comunicaciones cuánticas, que consolidará una red de investigación y desarrollo centrada en proteger infraestructuras críticas como las transacciones financieras y las redes eléctricas mediante criptografía cuántica.

Es difícil ignorar que la carrera por dominar esta tecnología no es solo científica y comercial, sino también geopolítica: quien controle las comunicaciones cuánticas tendrá una ventaja estratégica considerable en ciberseguridad. Desde esta perspectiva, Europa no se está quedando quieta. En España, MADQCI nació en 2009 con el objetivo de impulsar las comunicaciones mediante tecnologías cuánticas. Hoy, se ha consolidado como una pieza clave de la nueva infraestructura cuántica nacional, alineada con los planes europeos. El proyecto EuroQCI avanza paso a paso: primero con redes nacionales y, luego, con su integración en una red paneuropea. El agudo profesor de Yale sabe que hay lugares donde la magia y la ciencia se tocan, y las comunicaciones cuánticas son uno de ellos. Finalmente, la teoría se ha convertido en tecnología, y ahora es el turno de los ingenieros para hacerla funcionar. Lo que está en juego no es una pieza cualquiera del tablero global, sino el futuro mismo de la seguridad de las comunicaciones. Europa y España, esta vez sí, lo tienen claro. Es un tren que no van a dejar escapar.