Belén Martí Lluch elige el adjetivo vibrante para identificar su momento vital. A unas horas de subirse al escenario con Albert Plá, con el que trabajó en la serie La Mesías de Movistar Plus, Belén reflexiona sobre sus orígenes en el conservatorio de danza española, su impulso de crear y su crecimiento a través de proyectos multidisciplinares.
(P) Estás a punto de salir al escenario con Albert Plá, ¿cómo es esta colaboración?
Cuando Albert me empezó a hablar del proyecto me dijo “se va a titular Albert Plá and The Surprise Band”. Y el título lo dice todo. Nos invita a unos cuantos personajes. Todos somos peculiares y diferentes. Él ha realizado una selección de algunos de sus temas y entre todos hacemos un espectáculo muy cuidado. Hay dirección de movimiento, nuevos arreglos musicales y proyección de vídeo con realización en directo. Yo me he centrado en la dirección de movimiento que fue lo que él me pidió. Después de que lleváramos unas semanas trabajando me dijo: “Oye, ¿tú te vendrías a bailar? Además, tú entonas algo, afinas.” Y aquí estoy. Yo no he cantado en mi vida. Sé que se trata de afinar o de entonar, pero impresiona estar subida al escenario con un pie de micro y al lado de dos cantaoras de flamenco profesionales y muy buenas, Ana Brenes y Cristina López.
(P) Parece que la experiencia de las Stella Maris va a seguir trascendiendo, ¿no? Porque imagino que a Albert Plá lo conociste en ese contexto.
Claro, a él le conocí en La Mesías y estuvimos trabajando en el tema de Jardinero que hay en las Stella Maris. Él no sé si lo sabe, pero yo ya era muy fan de antes. Me hizo mucha ilusión que me pidiera trabajar después con él. Es como un sueño consumado. Me parece un tío súper inteligente, muy entregado y trabajador. Verle cada noche cómo se sube al escenario y cómo trabaja es súper enriquecedor.
(P) El concierto con Albert Plá y las Stella Maris en Madrid en La Riviera fue espectacular además de sold out.
Fue un vuelo súper bonito, la sala es estupenda y el show estaba bastante cerrado, con mucho vídeo y mucha coreografía. Lo de las Stella, yo creo que fue una cosa de una vez. Había una emoción muy potente tanto dentro del escenario como fuera, como mucha magia. Y todavía creo que no se me ha pasado del todo. Aún estoy un poco disociada.
(P) Hablemos de la coreografía de las Stella Maris y las manos de Lola Dueñas.
Lola Dueñas se tenía que conectar con el cielo, era lo que ellos (Javier Ambrossi y Javier Calvo) imaginaban. A mí me gusta mucho trabajar con referencias y en el mundo de la religión cristiana y católica esta parte es muy rica, hay un universo riquísimo en la historia del arte. Empecé a hacer una investigación sobre todo lo que era la iconografía y encontré que había muchas formas de manos representadas desde el medievo, desde el románico, en todas estas etapas. Así surgió. Le fui proponiendo varias manos a Lola y encajamos las que ella sentía más cómodas.
(P) Acabas de estrenar Dique con Marta Pazos. .
Todo parte de Nova Galega de Danza, una compañía de Galicia que trabaja a partir del baile tradicional. La dirige Jaime Pablo Díaz. Él llamó a Marta para tratar de rememorar u honrar a esas 200 mujeres que hace unos 150 años ayudaron a construir el dique de Ferrol. Y es todo un hito porque apenas hay información sobre esas mujeres, precisamente porque eran mujeres. A nivel visual es muy potente imaginar a esas mujeres trabajadoras y fuertes sacando todas esas piedras que dinamitaban los hombres para ir construyendo el dique en el mar. Jaime hacía mucho tiempo que tenía esta idea en mente y quería que todo el equipo artístico del proyecto fuéramos mujeres. Él llamó a Marta Pazos para dirigir y ella me llamó a mí para la coreografía. Marta hace la dirección escénica y artística y yo la coreografía.
(P) Y previamente Marta Pazos y tú ya estabais inmersas en otro proyecto.
Sí, aunque no habíamos entrado al aula todavía, ya llevábamos unos meses trabajando juntas en la idea de residencia en Matadero. Inicialmente me llamó para ver si la podía acompañar con la pieza Juana de Arco, que va a ser la obra que abre la nave 10 de Matadero. Esta obra va a ser más diferente que Dique, porque Dique era una obra de danza como tal, pero ésta es de teatro. Igualmente, si conoces el trabajo de Marta, ella implica mucho el movimiento, así que empezamos ahora la primera residencia y estrenamos en octubre.
(P) Tú eres bailarina y coreógrafa, pero no te encasillas en nada, incluso estás haciendo cosas muy innovadoras, como los talleres. ¿Cuál fue el origen de tu carrera?
Yo estudié en Palma de Mallorca en el conservatorio danza española. A los 18 decidí irme a Madrid a hacer el superior. Una vez te vas fuera empiezas a ver otras cosas y a conocer otras personas, el resultado es que los universos se abren. Siempre me había sido muy creativa en clase, a veces proponía acciones, pero no se planteaba la posibilidad de trabajar como coreógrafa. Para los profesionales casi siempre la atención está dirigida a la interpretación.
Empecé a ver cosas muy interesantes a los 3 años de llegar a Madrid en las programaciones de los Teatros del Canal, Matadero o Conde Duque. Ya estaban las programaciones de Àlex Rigola y Natalia Álvarez Simó, fue súper impactante. Había piezas que no eran solo danza y si eran danza se les daba también la vuelta. Este momento coincidía con una mezcla de desencanto personal con la academia, una especie de pérdida de la inocencia. Llegas a Madrid desde un ámbito más provinciano, creces como profesional y sigues un poco enamorada de todo eso que has hecho con anterioridad, de las clases, de esas maneras de bailar, pero a la vez sientes que ya no estás del todo representada en esos repertorios. Hay algo de Bailar Castilla, o de bailar La danza del molinero, que te sigue gustando mucho, a día de hoy las veo con el mismo amor, pero en mi caso y en el de muchas compañeras ya no es suficiente.
Tampoco hay muchas oportunidades, sin querer, empiezas a crearlas tú. Recuerdo que nos juntábamos para hacer cualquier cosa, súper underground, sin nada de dinero. Estábamos muy enamoradas de la sala Abierto por obras de Matadero, donde hay mucha instalación. Queríamos bailar ahí, grabarlo, era una forma de presentarnos. No sé cómo, conseguimos el número del director que llevaba en ese momento la sala y acabamos yendo ahí a bailar con sesiones abiertas al público. No éramos nadie, lo único que teníamos era un Instagram y un vestuario de Zara, pero estábamos activas, inquietas y teníamos ganas de probarnos, de vernos de otra manera, de experimentar otras cosas. Lo mejor era que nuestros amigos, que eran de otras disciplinas, hacían lo mismo en otros campos como la publicidad o el cine, así que nos inventábamos proyectos conjuntamente. Yo creo que eso es un poco lo que empieza a abrirte y a planteártelo seriamente. En ese momento ya empiezas a profesionalizarlo.
En nuestro caso tuvimos una mezcla de suerte y visión estratégica de dónde queríamos situar el trabajo. Muchas personas nos escucharon y nos ayudaron, en pocos años hemos podido situar la compañía en lugares muy buenos.
(P) Es significativo que hayáis conseguido vencer toda esa categoría rígida que tiene la danza.
Para nosotras fue un paso, bailar en botas en vez de con zapatos, la forma de estar en el escenario. Descubrimos cómo romper esa teatralidad e incluso esa manera de caminar prestablecida con la que nos habían dicho había que caminar en el escenario. Esas pequeñas rupturas te van haciendo, te van escribiendo esa declaración de intenciones. Creo que es una de las claves de la compañía. Me acuerdo que durante una instalación preciosa que hizo Eugenio Ampudia en Matadero nosotras conseguimos el permiso para grabar por primera vez. Esa instalación fue brutal. También grabamos en la instalación que hizo Basurama.
(P) Antes de hablar de Selfie, vuestra primera obra, me interesan las situaciones de creación e investigación, el concepto de Fiesta Taller. También el proyecto de mediación de seres folclores del Festival de Otoño. ¿Cómo se conciben estos proyectos?
Pues es muy bonito porque esto es la semilla de la compañía como tal. Lo primero que hacemos como Mucha Muchacha, que además lo hacemos ya después de haber presentado nuestro trabajo fin de carrera y ya sabiendo el nombre de la compañía, es el Taller Fiesta otoñal. Estábamos en proceso de creación de la que sería nuestra primera obra de Mucha Muchacha, que fue la obra de gran formato que ya presentamos en Conde Duque y que nos puso en el punto de mira. Dijimos, oye, necesitamos compartir esto que estamos creando con más personas para poder entender qué es lo que estamos haciendo.
Hay procesos que son súper herméticos pero este no fue el caso. Invitamos a algunas amigas o amigas de amigas que admirábamos. Por ejemplo, invitamos a Sabina Urraca, que nosotras la amamos totalmente y la tía se vino. Ella estaba flipando, además la duración fue como de 6 horas, todo el mundo acabó reventado. Pero esa es la semilla del taller, un lugar donde personas, fueran bailarinas o no (de hecho, Sabina no baila), quisieran venir a compartir esa experiencia. También entendimos el germen de nuestra forma de trabajar. Éticamente compartir nuestro trabajo nos parece lo correcto, pero también, de una forma algo más egoísta, nos ayuda a entendernos mejor. Hay algo que vuelve, que tiene sentido así.
Así se formalizó el formato del taller fiesta que acompaña las obras cuando las itineramos. Es muy atractivo, divertido, nada pretencioso y a la vez profundo porque tratamos asuntos que creemos que son importantes a través del cuerpo. Cualquier persona puede hacerlo y eso nos parecía relevante. El objetivo es alejarnos de ese concepto más endogámico de la danza para abrirla y hacerla más transparente. Por ejemplo, trajimos a una artesana de panderos. Todas hicimos nuestro pandero que luego utilizamos en la muestra.
(P) Los títulos me gustan mucho, ¿cómo los pensáis?
Van saliendo. El Taller Fiesta surgió así en 2018 porque era un taller pero también era una fiesta. El que estamos haciendo ahora para 21 distritos en el Retiro se llama Mucha Muchacha Mix , hay algo ahí del verano, de pinchar, del Caribe Mix. Son títulos divertidos que sentimos que expresan bien la idea. En este caso son 4 sesiones con DJ que estamos proponiendo en la Casa de Vacas del Retiro.
(P) Y luego está tu faceta de actriz
Claro, también está muy vinculada al lenguaje corporal. Yo entiendo que no son universos separados, que al final es algo muy natural. Yo siento que estoy en un momento muy bonito de mi carrera a la vez que exigente y demandante porque se me está llamando para hacer cosas que a priori no controlo, pero al final se acaban haciendo. Y se va demostrando proceso tras proceso. Hay algo por mi parte de confiar en las personas que me llaman.
Y también porque considero que estamos en un momento del arte y de la creación más híbrido que nunca. Hay algo en esa hibridación que yo de por sí ya exploro en la compañía, cantamos en escena, también actuamos con texto, bailamos, hay algo de la performer 360 que intentamos siempre investigar a favor de la idea de la obra.
Siento que los proyectos en los que he estado ejerciendo de actriz, me han aportado mucho, me han dado seguridad y mucho aprendizaje.
(P) Has trabajado en proyectos de diferentes disciplinas, pero todas tienen temas comunes: la familia, la herencia, por ejemplo. Imagino que ha debido resonar mucho en ti, porque al final estás tratando temas de la profundidad humana.
Para mí hay una pregunta que está todo el rato en el aire, que es de dónde venimos a nivel cultural, a nivel histórico, a nivel de herencia, porque, bueno, la guerra civil no deja de ser un hecho no tan lejano, estamos viviendo las repercusiones ahora mismo con muchas cosas de las que suceden. Es una preocupación presente, una preocupación contemporánea.
Los proyectos en los que estoy ahora involucrada son proyectos preocupados por el presente y parten de una conciencia muy clara en cuanto a los objetivos de la creación contemporánea. Esa creación habla del momento en el que estamos y de hacer propuestas para futuros mejores. Me satisface que mi trabajo, humildemente, sirva para algo. Siento que los proyectos me construyen como una persona más reflexiva, más involucrada, más socialmente comprometida a todos los niveles político, social. Te planteas cómo tratas a las personas, cómo quieres vivir, cómo quieres imaginarte el futuro. Al final nuestra única capacidad de guerra es cómo decidimos vivir, entonces tengo la suerte de que los proyectos que van apareciendo hacen que esa pregunta se vaya reformulando y estés por lo menos en mi caso conectada.
A base de estudiar danza española y todo lo que eso conlleva, se realiza una lectura de género y de historia de España. De hecho, en nuestra última obra, Para cuatro jinetes, hay una lectura clara, un deseo de repensar aquello que nos han enseñado como folclore. ¿Por qué hay tantos artistas hoy en día trabajando a partir del folclore? ¿Por qué es un juego tan importante? Como Silvia Pérez Cruz, por ejemplo. Estamos en procesos donde se encuentra una sensibilidad, una fragilidad y un poder muy importante y necesario, en el que se juntan el amor hacia toda esa tradición, un deseo de continuidad y de ruptura.
(P) Son como acciones en contraposición. Claramente son provocadores, pero funcionan como un motor.
Encontrar ese equilibrio entre ese cuerpo que se quiebra al encontrarse con ese pasado, pero que a la vez quiere hacer promesas de futuros mejores y para eso baja al presente, es un proceso complejo. Y en ese sentido a mí me atraviesa, supongo que nos atraviesa a todos los creadores que estamos en eso ahora.
(P) Me gustaría traer a colación la importancia que tiene para ti el equipo. Mucha Muchacha tiene perfiles muy brillantes y variados: Celso Jiménez, Violeta Gil, Marina de Remedios, Marta Mármol, Ana Botía, Mario Zamora, Alván Prado, Chiara Mordeglia. Bailarines, fotógrafos, coreógrafos, asesores artísticos, imagen, vídeo.
Y hay nuevas incorporaciones. Es otra nueva forma de concebir las cosas. Hay roles y se necesita que cada uno lleve a cabo su cometido y su trabajo, pero es fundamental entender el trabajo en red, porque es la única manera de que el trabajo sea sobresaliente.
(P) Y estáis muy expuestos a nivel emocional.
Estás muy expuesto, sí. Estar bien rodeada es fundamental.
(P) El sonido y la imagen en vuestras creaciones es fundamental.
Sí barajamos colaboraciones audiovisual muy importantes. En la primera obra, que se llama como la compañía, Mucha Muchacha, nosotras tomamos la idea punky de que la obra no iba a tener música. Somos nosotras durante toda la hora, durante todo el espectáculo, zapateando el suelo, cantando… En definitiva, generando el espacio sonoro. Por supuesto ayudadas por Adolfo García, que nos hace un diseño de espacio sonoro imprescindible de microfonía, porque si no sería imposible.
Y en la segunda obra tomamos la decisión de que ya queríamos llevar un acompañamiento, ahí entraron Los Voluble. Y para Cuatro Jinetes también lo hicimos con ellos, que son increíbles.
En La Mesías, colaboro con Hidrogenesse, es una pasada. Todas las canciones de Las Stella Maris con Raül Refree, toda la banda sonora es maravillosa.
(P) Y estás inmersa en otra coreografía para la serie musical Mariliendre, producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi.
Sí. Llevó 6 meses trabajando en la nueva serie dirigida por Javier Ferreiro con Pablo Lluch como director musical. Me quedan 3 semanas, hay mucha coreografía. Mariliendre, que es así como la llaman, es la protagonista de la serie. Y un poco ves su vida en esa Chueca de los 2000 con todos sus amigos gays y cómo ha pasado la vida hasta el presente. Se va contando a través de canciones, es la primera serie musical de España.
(P) ¿Algún proyecto más a destacar?
En febrero del año que viene estaré trabajando con Lucía Carballal en una obra de teatro llamada Los Nuestros, que estrenaremos en el Centro Dramático Nacional, donde estaré haciendo también la dirección de movimiento.
Con Mucha Muchacha estamos ahora empezando a trabajar en la que será la siguiente obra con las primeras residencias de investigación, generando el universo. Además, sentimos que ya hay miradas puestas en nuestro trabajo, hay ilusión de seguir construyendo y de ver cuál es la siguiente propuesta.