Varios siglos separan las raíces del término “pedagogía” y el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. Dos momentos que, sin embargo, están más unidos que nunca en el presente para alcanzar un objetivo común: trabajar de forma estratégica y profesional en la construcción de un mundo mejor guiando a empresas e instituciones hacia un propósito, apostando por valores que mejoren nuestro entorno y el de toda la humanidad.
Con este sentido pedagógico y tractor nació la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense de Madrid que tengo el honor de dirigir. Es un espacio de reflexión, educación y acción para alcanzar un mundo más justo para todos. Un plan formativo que aborda todos los pasos por los que las organizaciones deben transitar para ser sostenibles económica, social y medioambientalmente. Y lo hace con un conjunto de profesores que profundizan en esos valores y que suman aportando su conocimiento y sus experiencias desde sectores y áreas diversas, como el financiero, los derechos humanos, la comunicación, la dirección de empresas, el emprendimiento, la innovación, la tecnología, la gestión ambiental, y la política pública.
Me quedo con muchas reflexiones que me comentan los alumnos al finalizar la formación. Os comparto algunas de ellas: aporta una nueva forma de mirar el negocio con “las gafas del impacto”, se profundiza en la necesidad de colaboración o “hibridación con el tercer sector” para desarrollar con éxito proyectos sociales, “esto también es innovación”, y quizá otras de las grandes lecciones es que no podemos decirnos sostenibles si en nuestras organizaciones solo miramos el impacto medioambiental y desatendemos el social “obsesionados con la regulación, pero no por el impacto y la capacidad de transformación”.
Las desigualdades sociales, efectivamente, preceden al cambio climático, y este actúa como un multiplicador de estas desigualdades existentes.
En España hay 2.922.920 empresas, según el último informe de enero de la Dirección General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa. Y todas en su conjunto tienen casi 16 millones de empleados. Nadie duda del motor económico de nuestro tejido productivo y de su protagonismo en la transformación nuestro país. Tampoco se puede negar la complejidad del momento que atraviesan nuestras empresas y, por ello, la sociedad contemporánea en su conjunto.
Una pregunta redunda al inicio de nuestras formaciones: ¿cómo puede nuestra empresa equilibrar el éxito financiero con el impacto social positivo? La respuesta es con una estrategia integrada que aporte competitividad, ya que hoy la empresa no debe limitarse solo a la mera búsqueda de beneficios económicos que hasta nuestros días era prioritaria para las empresas. Ahora abarca un propósito más amplio que le aporta un valor diferencial sin desatender el económico: la transformación social. Este fenómeno obliga a las organizaciones a sumergirse en una profunda reflexión sobre cómo habían actuado hasta el momento y cómo deben actuar de cara al futuro.
El viaje o camino hacia esa transformación comienza con la exploración del propósito. Un propósito que trascienda el beneficio financiero como carácter exclusivo y que sea ambicioso, que esté alineado a sus actividades, pero también a los objetivos del entorno en el que operan. Establecer un propósito renovado que movilice a empleados, clientes y todos los stakeholders para enfrentar desafíos y generar soluciones sistémicas. Promovemos una estrategia que busca la colaboración y alineación de todos los actores involucrados para enfrentar retos de manera integral y sostenida en el tiempo, asegurando un impacto positivo y continuo en el entorno y la sociedad
Sin embargo, la intención de explorar ese propósito no es suficiente. El verdadero viaje hay que iniciarlo materializando ideas y estrategias concretas: pasar de la reflexión a la acción. Esto implicar desarrollar el modelo de negocio desde otra perspectiva, incrementado su valor competitivo. Esto significa ir más allá de las soluciones convencionales, requiere un análisis profundo de cómo el negocio de la compañía puede ser parte de la solución del reto que decide abordar, un análisis que solo se puede hacer con método, herramientas y técnicas específicas, aplicación de la teoría de cambio para mapear el impacto deseado y las acciones necesarias para lograrlo.
En este diseño e implementación de la estrategia es donde la innovación cobra verdadero protagonismo, ya que permite a las empresas desarrollar nuevas soluciones, pero también nuevos productos alineados al impacto. Y para todo viaje necesitamos prepararnos. Esa preparación parte de la pedagogía, de la educación. Porque la transformación cultural que se requiere para abrazar este propósito transformador no puede lograrse si no existe una transformación en las propias personas que componen la compañía. De ahí la importancia de esta cátedra, puesto que desde la academia cultivamos una cultura corporativa cuya filosofía sea los valores de la sostenibilidad y la responsabilidad social.
Ahora bien, un viaje jamás puede iniciarse si no tenemos una ruta clara o si desconocemos el destino. Ese oráculo son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 que proporcionan un marco global de actuación. Estos objetivos, que van desde la erradicación de la pobreza hasta la acción climática, presentan una ruta clara en la construcción de ese futuro más humano y sostenible. Más del 80% de las empresas reconocen que conocen los ODS confían en su poder transformador. El reto está en pasar a la acción, activarlos, medirlos y comunicarlos
Este viaje, se complementa con la adopción de criterios ASG (ambiental, social y de gobernanza), los cuales no solo responden a las expectativas de consumidores e inversores, sino que también preparan a las compañías para obtener beneficios financieros a largo plazo. Una perspectiva ASG totalmente alineada con nuestra ruta en el marco de los ODS se está convirtiendo en un criterio prioritario para los consumidores, pero especialmente también para los inversores. Las compañías que adoptan prácticas desde la transparencia y la sostenibilidad no sólo están mejorando su reputación y no solo están mitigando los riesgos en entornos complejos: están sembrando para recoger mayores retornos financieros a largo plazo.
Otro punto prioritario de este viaje es el papel de la innovación tecnológica que, indudablemente, está facilitando la transformación social de las empresas modernas y está invitando a las compañías de siempre a que se sumen a una nueva revolución. La revolución digital, e incluso el empleo de la inteligencia artificial, están permitiendo a las organizaciones optimizar los procesos y mejorar la gestión de los recursos. La tecnología desde el propósito está también democratizando el acceso a más oportunidades. Es cierto que la innovación tecnológica es una herramienta poderosa para la transformación social, pero no podemos olvidar que es más importante desarrollarla desde un enfoque ético y centrado en las personas para garantizar que esa tecnología sea beneficiosa para la sociedad en su conjunto.
Por otro lado, este viaje no podemos continuarlo sin reconocer que la economía circular y la economía social favorecen los modelos empresariales hacia la sostenibilidad. ¿Por qué? Porque al diseñar productos y servicios con los criterios de la economía circular estamos apostando por empresas que dependan menos de los recursos naturales y que generen menos residuos. Al mismo tiempo, estamos dando pie al emprendimiento, a crear nuevas oportunidades de negocio con la reutilización y el reciclaje de materiales. Estas nuevas oportunidades de negocio fomentan también la creación de empleo, el desarrollo de nuestros territorios y la reducción de desigualdades.
Y hago una pequeña parada para abordar la importancia de la transformación social competitiva en nuestros territorios porque, en el espacio de la movilidad, las ciudades y las áreas rurales existen enormes oportunidades tractoras para nuestras empresas y para nuestro entorno. Las políticas de planificación urbana deben estar enfocadas al fomento del transporte público, al uso de la bicicleta, o la movilidad activa (impulsar ciudades y municipios que se puedan caminar) y apostar por la eficiencia energética de los edificios. Y ya estamos viendo las consecuencias positivas de promover la agricultura desde la responsabilidad, el impacto revelador del turismo sostenible o los enormes beneficios de la conservación de la biodiversidad.
De todo lo conversado, recordemos una máxima: si no hemos integrado un sistema para medir nuestra relación esfuerzo-impacto… básicamente, estamos navegando sin brújula. Dicho de manera ligera, es como planificar un viaje a la Luna: no solo nos preocupamos por el despegue, si no medimos y ajustamos la trayectoria constantemente, podríamos terminar orbitando en el espacio sin llegar a nuestro destino lunar. En este viaje de sostenibilidad, no es solo el lanzamiento lo que cuenta, sino asegurar que nuestro cohete esté en el camino correcto para un aterrizaje exitoso en el futuro
Sin un sistema de medición ni métricas a medio y largo plazo, cualquier esfuerzo de transformación puede quedar en el olvido. La medición nos permite identificar áreas de mejora, evaluar qué acciones son más efectivas, cómo podemos escalarlas y, fundamentalmente, comunicar nuestros avances. Esto es crucial no solo para el impacto inmediato, sino para la transformación sostenible a largo plazo, permitiendo la elaboración de informes no financieros que reflejen nuestro progreso y compromiso con la sostenibilidad
La comunicación no solo mejora la transparencia y la reputación, también atrae a inversores y clientes, retener y atraer talento, da acceso a nuevos mercados. Además, compartir logros en sostenibilidad inspira a otros a seguir el ejemplo, fomentando una cultura de sostenibilidad dentro y fuera de la organización, lo que a largo plazo puede resultar en un impacto positivo más amplio en la sociedad y el medio ambiente. Para terminar, os invito a profundizar a través de nuestro claustro que mensualmente os dejará palancas y propuestas que os invitarán a la acción: es hora de adoptar metodologías avanzadas y herramientas analíticas precisas para impulsar nuestras estrategias de sostenibilidad y ASG. Esto no solo mejora nuestra capacidad de respuesta y eficiencia, también nos posiciona en la vanguardia del cambio positivo. Bienvenidas y bienvenidos al viaje de la transformación social competitiva. Arrancamos.
*Begoña Gómez es directora de la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense de Madrid.
Esta sección es una colaboración entre la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense de Madrid y Retina