Errejón y Guerra tenían razón. ChatGPT resucita la jornada de cuatro días

Casi un tercio del mercado laboral de Gran Bretaña podría reducir sus horas de trabajo un 20% sin perder salario para 2033. Para ello, las empresas deben transformar los aumentos de productividad de la inteligencia artificial en más tiempo libre para sus plantillas. Esa es justo la promesa de la tecnología, pero que se cumpla depende de gobiernos y compañías. ¿Apostarán por mejorar la calidad de vida de todos o se limitarán a seguir despidiendo a los trabajadores a medida que dejan de necesitarlos?

Si algo ha dejado claro el primer año de vida de ChatGPT es que la inteligencia artificial (IA) generativa se está comiendo la tostada del empleo. Y, si el mundo funcionara como debiera, es decir, de forma justa y socialmente responsable, que la tecnología asuma y acelere nuestras tareas debería ser una bendición. Menos trabajo, más cultura y ocio, “¡que lo automaticen todo!”, como dice Elizabeth Duval. ¿Y por qué no? Resulta que, para 2033, “el 28% de la población activa de Gran Bretaña podría ver reducido su tiempo de trabajo en un 20% gracias al aumento de la productividad del 20% impulsado por la IA”, según un reciente estudio del laboratorio de ideas Autonomy sobre el impacto de la tecnología en ese mercado laboral. Y su versión para Estados Unidos concluye tres cuartos de lo mismo.

¿Adivina cuál es el resultado de reducir una quinta parte el tiempo que pasamos trabajando? Efectivamente, la semana laboral de cuatro horas que el diputado de Sumar Íñigo Errejón lleva un par de años defendiendo para nuestro país. La idea ni siquiera es nueva. Hace exactamente una década, cuanto la inteligencia artificial casi no había salido de los laboratorios y ni de lejos formaba parte de nuestro vocabulario habitual, el entonces presidente de la Comisión de Presupuestos del Congreso, Alfonso Guerra, ya defendía la jornada de cuatro días y 32 horas como la única manera de “obligar a los empresarios a crear empleo”.

Diez años después, el terremoto laboral al que nos enfrenta la tecnología podría ser justo lo que necesitamos para trabajar menos sin perder beneficios por el camino. La cosa no va de mantener puestos de trabajo innecesarios por caridad, sino de buscar la mejor estrategia para evitar un colapso socioeconómico. “La IA generativa no es ni intrínsecamente buena ni mala, y sus repercusiones socioeconómicas dependerán en gran medida de cómo se gestione su difusión […]. Sin unas políticas adecuadas, se corre el riesgo de que sólo algunos de los países y participantes en el mercado bien posicionados puedan aprovechar los beneficios de la transición, mientras que los costes para los trabajadores afectados podrían ser brutales”, concluye el informe La IA generativa y el empleo: Un análisis global de los efectos potenciales sobre la cantidad y la calidad del empleo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Y, según Autonomy, esas “políticas adecuadas” de las que habla la OIT consisten en trabajar solo cuatro días. “Una semana laboral más corta es la forma más tangible de garantizar que la IA aporte beneficios tanto a los trabajadores como a las empresas”, señala su director de Investigación, Will Stronge. No es el único que lo piensa. Unos meses antes de que se publicara la investigación de Autonomy, la economista del Boston College Juliet Schor dijo a The Guardian:La reducción del tiempo de trabajo es realmente la mejor forma de responder al cambio tecnológico que desplaza mano de obra”.

Ahí está la clave, en asegurar que las ventajas de la automatización se reparten entre toda la sociedad en lugar de concentrarse en las compañías mientras la mayor parte de la gente se queda sin trabajo. Ese apocalíptico escenario es justo el que pronosticó Goldman Sachs este mismo año en un estudio en el que afirma que la IA generativa aumentará la productividad un 1,5% anual durante la próxima década, lo que hará crecer el PIB global en un 7% en los próximos 10 años. La mala noticia es que al mismo tiempo prevé que estas mejoras podrían destruir 300 millones de empleos en todo el mundo.

“Aunque se desconoce cómo influirá la IA generativa en la economía y la sociedad mundiales […], hay indicios claros de que sus efectos podrían ser profundos”, sentencia su informe. Así que, básicamente depende nosotros que estos efectos acaben siendo profundamente buenos o profundamente malos. Aquí es donde entran los estudios de Autonomy. A partir del aumento de productividad previsto por Goldman Sachs, en lugar de optar por despachar a los trabajadores a medida que sus tareas se automatizan, Stronge defiende que “si la IA se implanta de forma equitativa en toda la economía, debería marcar el comienzo de una nueva era de semanas laborales de cuatro días para todos”.

Eso es lo que promete la IA, asistirnos en todo lo posible para que nosotros podamos trabajar menos y vivir más y mejor. De hecho, la reducción de la jornada laboral ha demostrado tener “enormes beneficios para las personas”, afirma el catedrático de Ciencias Sociales y antiguo presidente del Magdalene College de Cambridge Brendan Burchell en otra pieza de The Guardian. En concreto, lo ideal en términos de salud mental sería que cada persona trabajara solo ocho horas a la semana, según un conjunto de investigaciones lideradas por él.

LAS EMPRESAS AUN PREFIEREN LOS DESPIDOS

El esquema de ir depositando nuestras cargas de trabajo en las máquinas sin que los trabajadores perdamos ingresos podría incluso acabar desembocando en una renta básica universal, especialmente si se cumple la reciente predicción de Elon Musk de que “llegará un momento en que no se necesitará ningún trabajo, […] la IA podrá hacerlo todo”. En ese contexto, si la riqueza que genera la tecnología no se redistribuye a través de, por ejemplo, impuestos para los robots, ¿de qué se supone que vivirá la gente? En la misma pieza que Schor, Stronge responde: “Lo que creo que resultaría realmente impresionante sería una sólida estrategia industrial de IA, con centros de automatización donde los sindicatos, la industria y los expertos en esta tecnología se reúnan para decir: ‘Vamos a impulsar la productividad, y esto también va a ser algo que beneficie a los trabajadores’”.

Esa es justo la idea que nos venden las grandes tecnológicas que nos están atiborrando con herramientas de inteligencia artificial generativa y las compañías que las están adoptando de forma masiva: que productos como ChatGPT, CoPilot y Bard han nacido para liberar a los conocidos como trabajadores del conocimiento de las tareas más tediosas y rutinarias para que puedan dedicar el tiempo que se ahorran a cuestiones más estratégicas. Pero lo que realmente está pasando es una sangría de despidos en muchas compañías que siguen dando beneficios.

“El sector tecnológico ha visto cómo se perdían más de 240.000 empleos en 2023, una cifra que ya supera en un 50% la del año pasado y sigue creciendo. A principios de este año, las reducciones masivas de plantilla fueron impulsadas por los grandes nombres de la tecnología, como Google, Amazon, Microsoft, Yahoo, Meta y Zoom”, informaTech Crunch. “Las empresas no quieren hablar de compartir los beneficios de estas tecnologías, prefieren meterte miedo con ellas para que aceptes que simplemente debes estar agradecido por tener un trabajo por el que cobrarás una miseria”, lamentaba el profesor de economía de la Universidad Howard y economista jefe de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, William Spriggs, en la misma pieza de The Guardian que Schor y Strove.

Por supuesto, tanto las alternativas como las reducciones de jornada y la renta básica universal plantean sus propios retos, y los proyectos piloto de ambas han generado resultados desiguales en función de a quién se pregunte. “La fiscalidad per se, y cualquier política individual en general, no es suficiente para lograr un crecimiento más inclusivo e igualitario. Por el contrario, es crucial crear sinergias entre las políticas y un fuerte vínculo entre las estrategias de creación de empleo, las políticas redistributivas, el desarrollo de capacidades y los sistemas de protección social”, sentencia otro informe de la OIT.

Para el organismo no hay ninguna medida que pueda resolver por sí sola el enorme reto laboral al que nos enfrentamos. Sin embargo, cada vez hay más indicios de que soluciones como la jornada de cuatro días serán parte de la respuesta, especialmente si la alternativa sigue siendo la destrucción de empleos. “Los despidos no suelen aumentar el precio de las acciones […]. Los despidos no aumentan la productividad. Los despidos no resuelven el problema subyacente, que suele ser una estrategia ineficaz, una pérdida de cuota de mercado o unos ingresos demasiado bajos. Los despidos son básicamente una mala decisión”, denunció el año pasado el profesor de la Stanford Graduate School of Business Jeffrey Pfeffer cuando las big tech empezaron a recortar sus plantillas.

La buena noticia es que la jornada de cuatro días tiene cada vez más adeptos. Un artículo publicado el año pasado por Politico lo resumía así: “El primer ministro portugués, António Costa, hizo de la semana laboral de cuatro días una de sus principales promesas electorales. Sanna Marin, su homóloga finlandesa, planteó la idea antes de convertirse en primera ministra, aunque su Gobierno no la ha llevado a la práctica. Islandia extendió la jornada reducida a todos los empleados públicos tras un ensayo que demostró con éxito que mejoraba el bienestar y la productividad de los trabajadores. Y no sólo en Europa: la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, lo propuso como forma de impulsar el turismo nacional tras el descenso de llegadas por la pandemia de COVID. En Estados Unidos, el congresista demócrata Mark Takano ha presentado un proyecto de ley que reduciría la jornada laboral de 40 a 32 horas, y ha conseguido el apoyo de 100 progresistas para debatirlo en el pleno de la Cámara”.

“Puede ser un magnífico incentivo para la productividad, para la retención de los trabajadores y una apuesta por el talento frente a la economía low cost”, dijo Errejón en declaraciones al citado medio. Hubo quien se río de él cuando empezó a plantear la idea, igual que le pasó cuando empezó su cruzada por la salud mental. Pero, en ambos casos, parece que tenía razón. Al fin y al cabo, la jornada de cuatro días lleva décadas sobrevolando los debates sobre el empleo. Quizá solo hacía falta una amenaza tan grande como la que plantea la IA para que empezáramos a tomarnos en serio eso de que no hemos nacido para trabajar y que son las máquinas las que deben trabajar por nosotros, siempre y cuando sigamos teniendo algo de lo que vivir, claro.

“La inteligencia artificial generativa tiene el potencial de transformar la forma en que trabajamos y podría contribuir a hacer realidad la jornada laboral de cuatro días. Al automatizar tareas repetitivas y optimizar procesos, la IA puede aumentar la eficiencia y la productividad en muchas industrias. Esto podría significar que las personas necesiten trabajar menos horas para lograr los mismos resultados, permitiéndoles disfrutar de más tiempo libre”. ¿Sabes quién me ha dicho esto último? El mismísimo ChatGPT, parece que hasta él está de acuerdo con Guerra y Errejón.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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