Mañana, 6 de diciembre de 2023, tenemos la oportunidad de hacer historia. La presidencia Española del Consejo de la UE puede conseguir el acuerdo final sobre el primer Reglamento internacional de Inteligencia Artificial (IA). La Unión Europea se convertiría en la primera región del mundo en legislar los usos de la IA, sus límites, la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos y la participación en su gobernanza, garantizando a la vez la competitividad de nuestras empresas.
Llegar hasta aquí no ha sido fruto de la improvisación ni de la oportunidad. Ya en el 2020 la Comisión Europea crea, por primera vez, un grupo de expertos dedicado exclusivamente a la “ética de la inteligencia artificial”, influenciado por los Principios de la OCDE sobre Inteligencia Artificial que la organización había publicado tan solo unos meses antes.
En paralelo, en España, se creaba en enero del 2020, la primera Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, que asumí el reto de dirigir, dependiendo del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital liderado por Nadia Calviño. Toda una carta de intenciones. El potencial de lo que era una tecnología emergente en ese momento nos hacía intuir su importancia en la economía y en la sociedad.
No nos equivocamos al elegir el nombre, ni tampoco en conseguir que uno de sus primeros hitos fuera la Carta de Derechos Digitales presentada por el propio presidente del Gobierno en diciembre de ese mismo año. Hicimos bandera de algo que ahora parece que todo el mundo comparte: que el desarrollo de la tecnología no se puede llevar por delante derechos y garantías democráticas que tanto nos ha costado conseguir. Acuñamos desde el gobierno de España el concepto de “Humanismo Tecnológico” y empezamos a impulsar esta visión por todo el mundo.
El grupo de expertos de la Comisión trabajó durante meses en la profundidad de esta tecnología y su convivencia con la ética tal y como la conocemos. En 2021 se presenta la primera propuesta del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, ya bautizado como AI Act.
Seamos honestos. Nadie nos siguió. Es más, tanto la industria como el resto de los países nos miraban por encima del hombro: “Ya están los europeos hiperregulando y matando la innovación”. Pero desde Europa teníamos claro que ese era el camino. Que no nos gustaba un modelo de desarrollo tecnológico con los datos e información en manos privadas y concentrado en un puñado de grandes empresas tecnológicas. Ni tampoco un modelo en el que los datos y la inteligencia artificial estuvieran bajo el poder de los gobiernos, con capacidad de imponer un modelo de hipervigilancia y control social.
Europa, por tanto, se convertía en esa “tercera vía” que hacía compatible el desarrollo tecnológico con la protección de los derechos fundamentales para sus ciudadanos y empresas. Y entonces, como en los mejores giros de guion, pasa algo inesperado que nos da la razón. El 30 de noviembre de 2022 llega ChatGPT y la inteligencia artificial pasa de ser un asunto exclusivo de los expertos en tecnología para colarse en las noticias, en las redes sociales, en las tertulias de radio y televisión y hasta en las sobremesas.
La IA y todo lo que puede llegar hacer por sí misma sin supervisión humana, sus riesgos futuros y presentes, ya es una preocupación que el mundo comparte. Y la “tercera vía” de Europa deja de ser una alternativa y se convierte en “la única vía”: regulación, responsabilidad y sostenibilidad.
Y empieza la Presidencia española del Consejo de la UE y con ello nuestro liderazgo firme e inequívoco en la negociación del Reglamento, con cuatro trílogos ya a nuestras espaldas y decenas de reuniones técnicas, buscando el consenso entre las posiciones de los Estados Miembro y del Parlamento Europeo. Conscientes de que, si no se consigue este acuerdo durante nuestra Presidencia, probablemente no se consiga nunca, perdiendo por tanto una oportunidad histórica.
Ante la presión de que la Unión Europea imponga su modelo, la comunidad internacional se ha movilizado poniendo el foco en códigos de conducta, mejores prácticas y la autorregulación, centrándose en los riesgos existenciales a largo plazo, pero olvidándose de los que ya están aquí (desinformación, discriminación, manipulación, vigilancia, deep fakes…). El código de conducta de la IA generativa del G7 en Hiroshima, la Executive Order de la Administración Biden o la Declaración de Bletchley Park, todas ellas anunciadas el pasado octubre, son grandes iniciativas y avances totalmente complementarios, pero insuficientes. Porque lo que hace único al Reglamento europeo es que por primera vez le estamos diciendo al mundo lo que los ciudadanos europeos no aceptamos que haga la inteligencia artificial, aunque sea técnicamente posible, estableciendo prohibiciones y salvaguardas, y exigiendo transparencia y control en el caso de sus usos de alto riesgo.
El reglamento europeo de IA es, por tanto, no solo un estándar legal, ni tan solo un estándar técnico. Es un estándar moral.
A 24 horas de hacer historia, reflexiono sobre la responsabilidad que tenemos los colegisladores sobre nuestras espaldas. Hemos llegado hasta aquí soportando, a partes iguales, la presión de la opinión pública, de los lobbies de la industria, de los que quieren sobreproteger limitando la innovación y de los que no quieren ser regulados para seguir desarrollando una IA sin cortapisas. Todos bien intencionados, sin ninguna duda. Pero hemos mantenido la cabeza fría, convencidos de que se puede regular sin matar la innovación y sin perder derechos ni garantías.
Mañana puede ser el día en que Europa alcance un hito que cambie el rumbo del desarrollo tecnológico para las próximas generaciones. Un modelo de referencia que allana el camino hacia una futura gobernanza global, como ya se está abordando en el seno de Naciones Unidas y su Consejo Asesor de IA, que me honra copresidir. Un éxito para España y para nuestros valores.
Esperamos tener acierto en el último y maratoniano trílogo y que estemos a la altura de este reto histórico. Es ahora o nunca.
*Carme Artigas es secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial del Gobierno de España y Co-Chair del UN AI High-level Advisory Board