En un entorno empresarial tan cambiante como el que vivimos en la actualidad la digitalización ya no solo promueve la eficiencia operativa y la productividad, sino que también nos permite a las organizaciones adoptar prácticas medioambientales en áreas estratégicas de nuestra compañía. Además, cada vez más se está considerando como un valor y no tanto como un coste, es decir, en una oportunidad clara de negocio. De hecho, su potencial en términos de ingresos se estima en 10.000 millones de dólares en 2030, lo que supondría un crecimiento del 0,5% del PIB mundial; y conllevaría la creación de 700.000 puestos de trabajo en Europa.
Está demostrado que quienes están a la vanguardia de la transformación en sostenibilidad obtienen un rédito financiero real. No es que la sostenibilidad conduzca directamente a la rentabilidad; sino que permite crecer a las organizaciones y además cumplir con sus compromisos climáticos. La realidad demuestra que el interés por la sostenibilidad influye y se está convirtiendo en una tendencia a largo plazo con un gran impacto en el comportamiento de los consumidores. Hay un estrecho vínculo entre ser respetuoso con el medio ambiente y los beneficios obtenidos por parte de las empresas, que pueden ir desde una mayor fidelidad de los clientes hasta un incremento de los ingresos de marca. A esto se suma que muchas compañías exigen unas políticas medioambientales mínimas para colaborar con terceros.
Un punto esencial de esta transformación lo encontramos en la cadena de suministro, ya que es, en todas las industrias, donde se generan más desperdicios y se produce el mayor número de emisiones de gases de efecto invernadero. En concreto, se estima que las cadenas de suministro aportan hasta el 80% de estas emisiones.
En este sentido, el gran reto consiste en la creación de soluciones innovadoras que permitan desarrollar cadenas de suministro resilientes, sostenibles e inteligentes, para poder sobreponerse a estas interrupciones y adaptarse en tiempo real. Además, es importante que se cuente con la máxima transparencia empresarial, permitiendo que cualquier miembro de la organización, ya sean clientes, trabajadores o inversores, pueda acceder a la información con total disponibilidad. Solo con la comprensión de la situación de todos los actores involucrados lograremos una transición hacia una economía con bajas emisiones en carbono desde dentro hacia fuera, algo que, sin duda, debemos priorizar tras la COP27.
Es importante recordar que, para llevar a cabo esta transformación es esencial recurrir a las tecnologías más disruptivas del mercado, como la inteligencia artificial, el cloud, la realidad virtual e Internet de las cosas, entre otras. La tecnología sostenible no tiene marcha atrás y está inmersa en los planes de acción en materia de sostenibilidad en muchas compañías. En este sentido, tecnología e innovación van de la mano en un ámbito que no se puede permitir prescindir de ninguna de ellas. Sin embargo, si bien es cierto que la sostenibilidad se está integrando en la remodelación de las estrategias empresariales y, aunque casi dos tercios (64%) de los ejecutivos afirme que la sostenibilidad está en la agenda de cada uno de los altos ejecutivos de su organización, sigue existiendo una brecha entre la ambición climática y las acciones concretas.
Por ello, quiero animar a las empresas a priorizar sus inversiones en sostenibilidad a largo plazo, fomentando una economía menos dependiente de la energía y recursos externos, y convirtiendo a España en la cuna tecnológica sostenible de Europa. Al fin y al cabo, la evidencia empírica nos ha demostrado que la sostenibilidad y unos buenos resultados no son excluyentes, y que los líderes en esta materia obtienen mejores resultados que la media del sector.
*Luis Abad es consejero delegado de Capgemini España.