Por alguna razón seguimos haciendo apología de la fuerza física y de la violencia verbal cuando nuestra especie está claramente evolucionando hacia otros lares, enfocando sus energías en ablandar lo fuerte y promover lo sensible. Hay quien todavía se resiste a aceptar que el ser humano, a pesar de sus pulsiones violentas o agresivas, es un ser sensible. Si miramos toda la historia de la humanidad, veremos claramente cómo hemos pasado de ser homínidos de rasgos duros, a seres vivientes complejos con muchos matices y un mayor sesgo emocional.
Sí, amigo, te hablo a ti, que miras al pasado y dices: “Ay los viejos tiempos del hidalgo fuerte, vigoroso, listo para batallar o desafiar en duelo a un contrincante. Ay esos tiempos en el que el macho se sentía seguro, con poder y derecho de pernada”. ¡Qué pereza! Es normal que sigamos idealizando la fuerza por encima de la razón, pero nuestra propia naturaleza nos demuestra que nos estamos alejando de la primera, era tras era, milenio tras milenio, siglo tras siglo para dar forma a una versión más amable de nosotros mismos.
“Pero es que ahora mismo la generación Z es una generación de cristal”. ¡PRRR!, eso es lo que te respondo, colega. ¿Qué sabrás tú de cómo es la generación Z? ¿Cómo puedes comparar una generación con otra si ni siquiera dominas la heterogeneidad de la tuya?
Compañero, amigo, la violencia está demodé. Ser agresivo no lleva a nada porque esconde una tremenda inseguridad. A pesar de que muchas personas buscan un estilismo más propio de dealers y pandilleros, la agresividad en lo estético también cansa. Sí, ir de malote puede tener su atractivo, pero es una estética fácil, burda. A pesar de que Succession ha sido la serie que lo ha petado en los últimos años, personajes como Logan Roy y sus inseguros hijos millonarios no hacen nada más que demostrar lo anticuado que es ser agresivo.
El patriarca del imperio mediático, que recuerda desde lejos a un Murdock o a un Berlusconi (que en paz descanse tras haber aportado su granito de arena para acabar de hundir Italia), es el emblema de una época de dinosaurios inseguros que esconden sus emociones tras una fachada de silencios y vilipendios. Los neorricos no han hecho nada más que enseñarnos esa esencia a través de una desfachatez que da vergüenza ajena.
Y por favor, no creas que esto te lo cuento desde una supuesta superioridad moral, porque hasta fui a terapia para entender que lo de forzar a lo bruto una conversación siendo agresivo no me daba absolutamente nada a cambio. Sí, he pasado por allí, no es una leyenda urbana, al igual que muchos hombres cis, tarde o temprano, acabarán pasando por el aro. Lo más revelador fue cuando, el primer día, el psicólogo me dijo: “Sentir emociones no está ni bien ni mal, así que, si tiendes a la agresividad o a la ira, no te sientas mal porque son emociones. Ahora, si esa ira hace daño a otras personas y quieres evitarlo, te puedo ayudar a resolverlo”. En un perfecto estilo jedi me acababa de abrir la puerta hacia un mundo nuevo, alejado de batallas internas que te desgastan.
La única fuerza es la del espíritu que nos mueve para conseguir una versión mejor de nosotros mismos. Que conste que no estoy en contra de los rasgos dominantes, pero hemos construido una sociedad que necesita un upgrade sobre la idea de hombre fuerte que no puede pedir auxilio o no puede llorar porque es de nenazas.
Sí, es verdad, no todo es perfecto. Hay aspectos de nuestra sociedad que llegan a excesos de ñoñería típicas de la era de Mr. Wonderful. Pero, acaso ¿podemos renegar la sensibilidad, solo porque, después de dos guerras mundiales, varias crisis económicas y una pandemia, intentamos reaccionar con buen rollito a las adversidades? “Es que estamos en la dictadura de lo ñoño”. Pues muy bien, qué te voy a decir. ¿Y a ti te parece normal que la reacción sea abogar por un retroceso que nos devuelva aspectos más agresivos y violentos de la vida? ¿No sería mejor y, más sensato, sentarnos a dialogar sobre cómo encontrar un punto medio sin que nos entren ganas de vomitar arcoíris?
Hay una frase que escuché hace poco que me ha marcado bastante: “Avoid fighting fire with fire”, que en esencia promueve lo importante que es no intentar apagar un fuego echando más gasolina al asunto. Un acto violento siempre generará violencia, una reacción igual al input transmitido.
Es de auspiciar más un “suaviter in modo, fortiter in re”, que en antigua lengua latina aboga por ser gentil o amable en la manera de decir las cosas y contundente en el contenido. Esa capacidad maravillosa de poder decir las cosas con amabilidad. Hasta mandar a alguien al carajo sin perder la compostura.
Si lo miramos desde cerca, esta podría ser una de las mayores enseñanzas de Succession, donde toda la familia Roy no para de mandar a tomar por culo a media sociedad. La expresión más repetida por Logan Roy, patriarca del imperio, es el famoso “Fuck off”, lema clave de una agresividad propiciada por alcanzar el poder de una forma abrupta tras una infancia llena de dificultades y problemas. Esa arrogancia chabacana que permea a lo largo de cada capítulo como un mantra que llega a salpicar a todos los personajes y que acaba derivando en amenazas, puñetazos, luchas más típicas de épocas antiguas que de lo que podemos hacer ahora.
De verdad, que le den al agresivo, al chulo, al garrulo. Todo eso es tan de pollavieja, de naftalina, de Varon Dandy que, cuando te topas con algo así, te dan arcadas. Somos mejor que eso, está genial ir más allá del mito de Don Draper, porque cuando queremos, sabemos ser personas asertivas, propositivas, por mucho que se nos bombardee cada día con la idea de que la humanidad está condenada al fracaso. Eso suena más a estrategia manipuladora basada en refuerzos negativos para que nos acabemos creyendo el cuento chino.
Sin embargo, creo firmemente que estamos repletos de buenos sentimientos, solo hace falta no caer en el frenesí de la velocidad y de lo inmediato, parando, decidiendo con calma, aprendiendo a no reaccionar, un concepto maravilloso que escuché por primera vez el año pasado en Entiende tu mente, pódcast en el que Molo Cebrián, Luis Muiño y Mónica González hablan del ser humano con una visión positivista y asertiva para entender mejor nuestra mente, para llegar a ser una versión mejorada.
La paciencia, que todavía se define como una virtud puramente femenina, es un aspecto clave de nuestra sociedad. Se han evitado catástrofes tremendas manteniendo la calma. Uno de los ejemplos más recientes es el del ruso Stanislav Petrov, que consiguió evitar una de las guerras nucleares más destructoras gracias a la firmeza de mantener la paciencia y no reaccionar a lo que luego se demostró una falsa alarma.
La capacidad de mirar las cosas con perspectiva, alejarse un momento, respirar y mantener la calma es el proceso por el que pasamos cuando le hacemos caso a nuestro lado sensible. El ponernos en una situación dejando de lado esa fuerza que nos empuja a contestar de mala manera, centrándonos en un objetivo más alto, más profundo. Algunas personas encuentran el camino meditando, otras haciendo un viaje de introspección hacia el centro de su ser para rescatar a su niño interior de la oscuridad del ego.
No podemos cambiar el pasado, pero podemos cambiar nuestra actitud hacia él. Arranca la culpa y siembra el perdón. Arranca la arrogancia y siembra la humildad. Cambia el amor por el odio, haciendo que el presente sea cómodo y el futuro prometedor”
Maya Angelou.
Es probable que hayamos interpretado mal la historia desde siempre, porque no es la violencia lo que nos ha hecho llegar hasta aquí. El motor de todo ha sido la sensibilidad y la actitud de resistir a ella, anulando lo agresivo, resistiendo a una amenaza para promover el amor.
Tendemos a recordar más lo negativo como forma de supervivencia y nos olvidamos a menudo de lo importante que es ser sensibles y actuar de manera positiva hacia el prójimo. Es a través de la simpatía [del griego syn (con) y páthos (afección experiencia)] una de las cualidades de la sensibilidad, que los médicos pueden cuidar a sus pacientes. Es gracias a personajes como Florence Nightingale, Martin Luther King, Ada Lovelace o Maya Angelou, por mencionar a algunos, que hemos llegado a ser mejores.
La sensibilidad ha dado vida al arte, no el ego. La creatividad como manera de ser sensible, nos lleva a descubrimientos maravillosos, no la violencia. Por eso Succession es la antítesis de lo creativo, la apología de lo mediocre de alto rango donde todo el mundo es un trepas. Una especie de infierno dantesco que nos quiere empujar a ir al otro lado y cambiar el rumbo.
*Francesco Maria Furno es fundador del estudio de diseño Relajaelcoco. También es profesor en el Instituto de Empresa en Madrid y en Segovia. Se ocupa del diseño de marcas y estrategia y le fascina la cocina como acto social.