Hay un tema que llevo queriendo escribir desde hace meses y que ayuda a explicar el Internet de hoy. Se trata del juicio entre Amber Heard y Johnny Depp, y la fenomenal derrota que ha supuesto para los medios tradicionales. Durante las semanas que duró, vimos cómo miles de creadores de contenido hacían directos, resúmenes, vídeos con opiniones y selecciones de los momentos más llamativos. Programas de horas en Twitch con retransmisiones del juicio comentadas en vivo, reels en Instagram, vídeos para FB Watch, hilos de Twitter y, sobre todo, una lluvia de cortes, piezas derivadas y pseudocolumnas de opinión en TikTok, donde el juicio ha generado decenas de miles de clips que acumulan cientos de millones de visualizaciones
Lo más interesante del fenómeno es que, en gran medida, la cobertura de un tema de información ‘dura’, como es un juicio con un trasfondo de malos tratos, difamación y hasta abusos sexuales, ha sido asumida por creadores y cuentas que, hasta ahora, trataban temas de puro entretenimiento.
Hay excepciones (como el caso de Jordi Wild y su intento de posicionarse como el Joe Rogan español), pero son las menos. Lo que más ha abundado son los casos de creadores que un día están jugando al Valorant y al siguiente se ponen a comentar el interrogatorio a Amber Heard, o que pasan de hacer bailes en TikTok y compartir curiosidades a perorar sobre la presunción de inocencia o el patriarcado sistémico. En la cobertura de El Rubius en Twitch fue llamativo cómo parte de su directo dedicado al juicio saltaba, sin solución de continuidad, al videojuego de turno.
En este sentido hay una evolución del creador de contenidos especializado hacia un pariente del tertuliano de amplio espectro. Ahí cabe hacerse una pregunta sobre las motivaciones de los espectadores: ¿Por qué seguir el juicio a través de estos creadores? ¿Por qué perdonarles esté tremendo off-topic de su línea editorial?
Sobre esto barajaría dos consideraciones: por un lado, muchas de las relaciones creador-seguidor tienen un fuerte componente emocional. No se trata tanto de que juegue bien a videojuegos, ni siquiera de que sea ocurrente y gracioso (todo esto puede ayudar, claro), sino del apego, una conexión personal especial para con él o ella. En ese sentido, importa menos el contenido que la compañía.
Luego tenemos el caso especial de TikTok. La plataforma china es la nueva tele. A poco que el usuario mostrara interés en algún vídeo sobre el juicio, el algoritmo le conduciría irremediablemente a más dosis sobre el tema. Y es que es importante diferenciar TikTok de otras plataformas más sociales. De hecho, es la gran ganadora de un Internet que cada vez es “más content y menos social”. Siendo así, la lógica dentro de ella no tiene que ver tanto con el apego hacia un creador, sino con una trasposición de la televisión: si enciendo la tele tradicional lo mismo aparecen Ana Rosa o Ferreras comentando el juicio con sus tertulianos, al encender TikTok, el algoritmo de la empresa china (con su correspondientes mecanismos de censura) me pondrá lo que su dueña (Bytedance) quiera por delante.
¿Y dónde está la motivación de los creadores? Aquí no es difícil entender el camino hasta llegar a cubrir el juicio mediático del año. Con el olfato que caracteriza a muchos de ellos para entender pronto qué puede funcionar entre la audiencia, sumando que se puede ver cuánto les ha tirado a los primeros que entraron en el tema, el resultado es una de esas dinámicas digitales por las que, si algo funciona, pronto todo el mundo lo va a estar haciendo porque resulta evidente muy rápido. Y con la audiencia suben los suscriptores, con ambas métricas como buenas aproximaciones de ingresos directos y futuros.
Por eso, cuando uno piensa cómo ha llegado el juicio-espectáculo del siglo a los ciudadanos, debería centrarse en un espectro que va de la audiencia más tradicional de los medios de comunicación de siempre que no usa plataformas a quienes, sea por desconfianza, sea por aburrimiento, utilizan las plataformas en exclusiva para entretenerse y enterarse de algo. El Digital News Report 2022 del Reuters Institute puede ser una buena apertura de ojos a quienes vivan de espaldas a este cambio.
Los medios tradicionales se asoman, pues, a un abismo, una pesadilla para sus intereses que, más pronto que tarde, intentarán combatir. Cuando lo hagan (de hecho, ya han empezado) y señalen con el dedo los problemas y limitaciones de estos creadores de contenidos, el abismo les devolverá la mirada. Será cuando tal vez lamenten la deriva hacia el infoentretenimiento de las televisiones o que cada medio sea situado como el defensor de una trinchera, como el que te cuenta lo que pasa para que su partido o concepción del mundo salga bien parada. Justo como hacen los creadores de contenidos con estos temas “serios”, con el añadido de que la proliferación de propuestas, necesidad de diferenciarse y buscar mercados, junto a la baja barrera de entrada ha propiciado que fuera de los medios haya muchas más propuestas extremistas.
Es pronto en todo caso para proclamar el apocalipsis. Estos creadores oportunistas tienen que oler mucha sangre para cambiar de tema. Les interesan los primeros días de la guerra de Ucrania o un juicio de interés global con estrellas de Hollywood, pero no la victoria de Juanma Moreno en Andalucía ni el incendio al lado de un pequeño pueblo. Los medios tradicionales pueden estar tranquilos, pues gran parte de la actualidad no le será disputada, sólo aquella que pueda ser, si me permiten la expresión, tiktokizada.
Sobre la firma
Ingeniero Informático, pero de letras. Fundador de Xataka, analista tecnológico y escritor de la lista de correo 'Causas y Azares'