Si miramos brevemente a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de la cantidad de productos y servicios que nos rodean, que usamos, que empleamos necesariamente en nuestras vidas. Son muchas marcas las que forman parte de nuestra cotidianeidad. Detrás de cada uno de esos productos o de cada servicio está la historia de un autónomo o una autónoma, una pequeña empresa familiar o la historia de una organización mediana que, de forma directa, participa en toda la cadena de valor. En definitiva, cualquier producto o servicio que llega hasta nuestras manos ha colaborado una pyme. Esos negocios constituyen para muchas personas una forma de ganarse la vida, y también una vocación. Para muchas personas de España sus negocios son su vida.
Según el informe de prospectiva España 2050, existen muchas empresas pequeñas en nuestro país, y las de nueva creación tienen también un tamaño reducido, especialmente en el sector servicios. Concretamente, las pymes conforman el 99,8% de las empresas españolas, impulsan el 75% del empleo y suman el 64% del valor añadido. En total, los datos del mes de marzo de 2022 contaron 2.924.303 pymes. De todas ellas, 1.616.095 son pymes sin asalariados. 25.644 son medianas empresas, de entre 50 y 249 asalariados, y crean más del 15% del empleo. Esta fotografía nos confirma, sin duda, que las pymes son uno de los principales motores económicos de España.
Sin embargo, cualitativamente, esas pymes no son las mismas que hace dos años. La emergencia sanitaria, económica y social ha cambiado nuestro tejido productivo y a las personas y negocios que formamos parte de él. Las empresas no son ajenas a los acontecimientos, ni al contexto geopolítico y socioeconómico o a la evolución misma de la sociedad. Es más, la mayoría de las empresas han tenido que aprender a relacionarse de nuevo con las administraciones públicas, con el mercado y tejer nuevas y mejores alianzas para impulsar nuevas y mejores oportunidades de negocio. Porque el escenario en el que nos encontramos nos apremia a repensar el papel crucial de las pymes en España al mismo tiempo que avanzamos hacia la construcción del país que queremos.
En este sentido, la contribución que hacen las pymes al desarrollo sostenible es clave. Más aún en un momento en el que el capital humano, la innovación, los marcos regulatorios y la tecnología juegan un papel imprescindible en la modernización del tejido productivo, que cada vez tiene más en cuenta los retos globales, como la igualdad de género o la sostenibilidad. Y es que las pymes se convierten en verdaderos agentes de la transformación social cuando, además de crecer y de ser rentables económicamente, actúan desde el presente mirando hacia el futuro. Lo hacen, por ejemplo, cuando impulsan y crean proyectos sociales y medioambientales ligados a su negocio que influyen directamente en nuestro entorno generando un impacto positivo y generando un beneficio mutuo.
Y en este contexto: ¿Cómo avanzamos hacia una pyme con impacto? ¿Cómo podemos ser más rentables al mismo tiempo que protegemos nuestro entorno y miramos al futuro? Desde la Cátedra de Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid, en alianza con KPMG, la Confederación de PYMES y la Cámara de Comercio de España, impulsamos en marzo la Contribución de las medianas empresas al desarrollo sostenible. Este estudio trata de dar respuesta a esas preguntas. Su objetivo fue localizar aquellos factores que hacen que las empresas sean más competitivas, que obtengan diferentes retornos y un mayor reconocimiento por parte de sus clientes y de sus proveedores. Además, hay que tener en cuenta que la sociedad es cada vez más sensible a aquello que hacen las empresas y a la forma en que obtienen sus beneficios y se les exigen unos valores sociales. Por eso, las empresas se encuentran ante la obligación de dar una respuesta rápida a esos valores.
En primer lugar, es importante subrayar que la sostenibilidad con impacto es cada vez más relevante para las medianas empresas. Ahora bien, se sienten menos familiarizadas con la Agenda 2030 en que retornos tiene y como les afecta. Sin embargo, la Red Española del Pacto Mundial apuntó en 2017 en qué objetivos deberían centrarse en mayor medida las empresas, como el trabajo decente, la producción y el consumo responsable, la salud y el bienestar, la igualdad de género o la industria, la innovación y las infraestructuras.
En segundo lugar, las empresas tienen que aprender a comunicar sus acciones sociales o medioambientales sobre sostenibilidad. La comunicación es fundamental porque permite generar confianza en el entorno de las organizaciones y entre los grupos de interés y, además, ayuda a mejorar su reputación. La realidad es que solo el 31% de las empresas comunican su impacto social y solo el 20% comunican su impacto ambiental.
En tercer lugar, el 85% de las medianas empresas piensan que es más importante para sus negocios el impacto social de la sostenibilidad que el medioambiental. De hecho, consideran que los aspectos más sociales son: la formación o el acceso a la formación de los empleados, la contratación de mujeres, la igualdad retributiva, la colaboración con las comunidades y la contratación de proveedores de origen local. Este último punto evidencia el rol que juegan las medianas empresas en el desarrollo y la cohesión de los territorios. Con respecto a las mujeres, cabe puntualizar que son el 40,5% de las plantillas de las medianas empresas, pero este dato desciende cuanto más alto se desea escalar hacia puestos directivos.
En cuarto lugar, el número de personas con discapacidad en las medianas empresas no supera el 2% de media. Esto significa que se cumple de manera muy ajustada lo que dispone la Ley General de Discapacidad. Es cierto que, en la industria, en ámbitos como en los suministros, en los servicios medioambientales o en el consumo se logra superar ese 2%. Este dato nos lleva a pensar que las empresas no tienen claro cuál es el retorno que puede aportar tener equipos diversos y cómo estos pueden mejorar la innovación, la productividad o, incluso, la fidelidad. Si se trata la sostenibilidad solo a nivel normativo, sin identificar realmente qué aporta ese valor en la empresa o cómo contribuye a mejorar la compañía, lo veremos como un gasto y no como una inversión de mejora.
Por otro lado, según el estudio que hemos publicado, los frenos para avanzar en los aspectos sociales corporativos están claros. La falta de presupuesto y la necesidad de recursos humanos es fundamental, puesto que impiden lograr con la velocidad que se quisiera los avances deseados en materia social. Al mismo tiempo, es relevante escuchar a las medianas empresas, que consideran que estos asuntos no son de verdadera utilidad o no constituyen un factor de competitividad y, por tanto, de crecimiento. Las pymes necesitan conocer mejor cómo hoy el mercado responde de forma positiva a la generación de impacto: en forma de mayor financiación, inversión, nuevos mercados, alianzas o contratación pública. Y, por tanto, esta es una percepción que hay que lograr revertir.
En cuanto a la dimensión ambiental, en comparación con el impacto social, las medianas empresas reconocen que este aspecto es menos relevante para sus negocios. Pero es un punto de vista que varía según los sectores, porque para la construcción, la industria o los suministros, el medioambiente tiene un peso importante. Y es que los objetivos climáticos y ambientales marcados por Europa han significado una mayor regulación que ha impactado directamente en las grandes empresas, pero con la perspectiva de que se traslade en el futuro a las medianas empresas.
Llegados a este punto, ¿qué medidas ayudarían a las medianas empresas a mejorar el medioambiente? Gestionar mejor o de forma más responsable los residuos generados, impulsar más propuestas para mejorar la eficiencia energética, contratar proveedores locales que respeten el medioambiente, comprar suministros asegurándose de que cumplen con los criterios o colaborar con otras organizaciones locales que ya tengan en cuenta el respeto medioambiental.
Otro de los modelos que se debería llevar a cabo es el de la economía circular, puesto que solo un 10% de las empresas se centran en darle otra vida útil a sus materiales o productos. Además, las medianas empresas deberían tratar de medir sus impactos medioambientales con el objetivo de diagnosticar su situación y poder implantar las medidas más adecuadas.
Sin duda, las pymes avanzarán cuando incorporen recursos profesionalizados para reforzar su posición en el mercado como empresa con impacto. Cuando hablamos de capital humano, hablamos de contar con profesionales que contribuyan a la definición de la estrategia de transformación, a su implantación a su seguimiento y a su medición. Los equipos de trabajo tienen que desarrollar las tareas de la organización y cubrir sus objetivos con las gafas del impacto social. En definitiva, se trata de impulsar una nueva filosofía, otra manera de trabajar, de hacer negocio, de proyectar el futuro.
En definitiva, las pymes avanzarán cuando logren medir su impacto, cuando logren adquirir el talento y el conocimiento necesario en materia de sostenibilidad, medioambiente y buen gobierno, cuando generen nuevas alianzas (con otras empresas, con asociaciones, con universidades) para mejorar su rentabilidad, pero también su responsabilidad para con el entorno. Las pymes avanzarán cuando logren comunicar su compromiso social y medioambiental, cuando diagnostiquen los asuntos sociales y medioambientales que son más relevantes para ellas, cuando impulsen mecanismos de financiación con el objetivo de transformar sus empresas, cuando implementen la sostenibilidad a sus modelos de negocio y cuando generen verdadera competitividad a través de sus clientes y sus proveedores.
La competitividad de la mediana empresa debe convertirse en una prioridad en el futuro, especialmente en lo que se refiere al acceso a la financiación con criterios sostenibles. Además, siendo conscientes de que Europa pretende que las finanzas sostenibles sean un vehículo seguro para la transformación de las economías. Es un compromiso de todas y todos. Porque, como decía al principio, la transformación social y la modernización del tejido productivo no se podría llevar a cabo si su principal motor, las pymes, se quedan fuera.
Begoña Gómez es Directora de la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense de Madrid y Codirectora del Máster en Dirección de Fundraising y el Máster en Transformación Social Competitiva.