Grace Murray Hopper fue enterrada con honores militares en el cementerio de Arlington (Virginia) tras fallecer con grado de contraalmirante de la Armada de Estados Unidos a los 85 años. Hopper fue, además, una pionera imprescindible de la programación en los años 50 y 60 como inventora de los lenguajes de programación independiente de las computadoras, un paso revolucionario en el desarrollo de la infraestructura informática actual. Por eso, da nombre al cable submarino de fibra óptica que conecta desde el año pasado la costa de Nueva York con el Reino Unido y el municipio vizcaíno de Sopelana.
España alberga ya casi una treintena de cables de telecomunicaciones. Pero no somos conscientes de la importancia geoestratégica de España y el recorrido que podría tener. La Península Ibérica es el territorio de la Unión Europea con la distancia más corta a los centros financieros de la costa Este de Estados Unidos en conexión por cable, y la mejor alternativa a un Reino Unido vulnerable por acumular ya la mayoría de los cables submarinos que conectan las dos orillas del Atlántico. España se enfrenta al reto de saber aprovechar su situación privilegiada en la transición digital y la economía del dato, y de convertir su gran potencial en el sector tecnológico en un proyecto-país que lo impulse. Es ahora, o nunca.
Ante el despliegue de los fondos europeos de recuperación, España debe apostar de forma clara por una modernización de su tejido económico y del modelo productivo basada en el emprendimiento innovador, en sectores punteros tractores del país y en políticas transversales que creen crecimiento económico y empleo de calidad. En este contexto, emerge el deep tech como un campo de desarrollo crítico por el efecto multiplicador que pueden las llamadas tecnologías habilitadoras. Tecnologías que ya están integradas en nuestro día a día y, sobre todo, aquellas por desarrollar en el ámbito de la conectividad 5G, el Internet de las Cosas, blockchain, la inteligencia artificial o el edge computing.
Nos referimos a todas aquellas tecnologías avanzadas que permiten a las empresas innovadoras construir nuevos productos y servicios que mejoran la vida de las personas, y que harían que nuestro país dé un salto de gigante en la consolidación de campeones nacionales o regionales punteros. El ecosistema tech español es robusto. La edición 2021 del influyente informe State of European Tech 2021 de nuestros colegas de Atomico destaca que España es el país líder de la carrera tecnológica en el Sur de Europa con 12 unicornios nacionales. Pero queda mucho recorrido por transitar. Si miramos la inversión per cápita en capital riesgo, todavía existe una desproporción muy grande con países como Alemania, Reino Unido o Suecia.
El ecosistema de capital riesgo en España ha estado muy centrado en financiar proyectos en sus etapas iniciales, con un tamaño medio de los fondos que se queda pequeño en cuanto las compañías comienzan a crecer y expandir sus mercados. A partir de un cierto punto, el país pierde todo ese potencial emprendedor porque no es capaz de financiar las etapas de crecimiento. Según el informe “Impacto de las scaleups en la economía de España”, un análisis sobre la realidad del sector publicado el pasado mes de noviembre por el Observatorio de Startups de la Fundación Innovación Bankinter, existen en España entre 350 y 400 scaleups, o startups en fase de crecimiento. Entre ellas, según el estudio, generaron en 2020 324.000 empleos, con una previsión para 2021 de generar 671.500 puestos de trabajo. Una aportación tangible, con un enorme potencial multiplicador, y cuyas necesidades de financiación debemos atender antes de que se vean forzados a buscarla en otras latitudes. Entre estas scaleups son el futuro Ibex35.
Un ecosistema de capital riesgo no está maduro hasta que los fondos que lo dinamizan pueden atender todas las etapas de una empresa. Por eso, el lanzamiento de Leadwind, el primer fondo de capital riesgo español para financiar scaleups deep tech del Sur de Europa y Latam, es un paso importante en la maduración del sector. Con un tamaño sin precedentes de hasta 250 millones de euros, la participación ya anunciada por Telefónica (70 millones) y por el Instituto de Crédito Oficial (ICO, 70 millones) visualiza la fórmula necesaria para que las economías locales retengan a las empresas tecnológicas nacientes: la aportación decidida y sin complejos de los inversores institucionales y del capital público. La apuesta por la innovación en España no puede ser una coletilla retórica en los discursos: urge que todos, desde el ámbito público y el privado, empujemos para dar el salto que requiere.
Carina Szpilka, cofundadora y directora de K Fund y presidenta de Adigital.