Brain Rot, la idiotización que vino de Italia

En enero de 2025 se desató uno de los trends más revolucionarios y peligrosos para la psique humana. La banda de Ballerina Capuccina, Tralalero Tralala, Bombardiro Cocodrilo son ahora los mejores amigos de niños y adolescentes. En TikTok succionan la atención de los más jóvenes con imágenes y vídeos generados por IA antes de ser baneados.

El ser humano es fascinante. Mientras España se consolida como uno de los países más prolíficos para producir memes, Italia está tomando las riendas de las tendencias online con fenómenos como el brain rot —en español, podredumbre cerebral— hasta el punto de que los personajes de ficción creados con inteligencia artificial han generado gadgets que se están vendiendo a un ritmo desenfrenado. Cartas coleccionables, figuras 3D y un sinfín de objetos que se producen a una velocidad devastadora, más increíble que el fast fashion de Shein, dando vida a un surrealismo comercial que desata el deseo y la abnegación absoluta a un fenómeno global que compite con los Labubu.

El fenómeno más invasivo parido por TikTok:

La chavalada pasa horas mirando estos videos absurdos y sin sentido, aprendiendo sus canciones, los mantras y los nombres de un ejército sin fin de personajes estrambóticos. ¿Tiene sentido? No, por eso se llama podredumbre cerebral y por eso está influenciando a las generaciones más jóvenes. Un verdadero hit de comunicación visual que se ha apoderado de las masas.

Hay quien recuerda que en los 80 y 90 también tuvimos un fenómeno parecido, el de la Pandilla basura que nos cautivó con esa mezcla de ternura de las Cabbage Patch y lo podrido e insulso de personajes vomitando o sacándose los mocos. Allá en los comienzos del Grunge y la gran afirmación del Punk, esos personajes coleccionables generaban un atractivo único que derramaba asco y algo de repulsión en contradicción con las líneas pulidas y perfectas de Lego, Playmobil, Barbie y Ken.

Sea verdad o no, el brain rot es una versión más “chetada” de esos personajes noventeros, empujando aún más a la anulación cerebral. Lo más interesante son las historias de cada personaje. Por ejemplo, Tralalero Tralala es un tiburón que perdió a sus padres cuando era todavía un bebé y en un momento de su vida tomó una poción para que le salieran zapatillas deportivas y empezar una nueva vida.

Son figuras antropomorfas que nacen de una producción masiva hecha con inteligencia artificial y que usa onomatopeyas en los nombres para que sean lo más pegadizos posible.

El material es de lo más dispar, empieza con fotos de animales, luego hay vídeos, se añaden los audios con los nombres pronunciados en italiano, para luego pasar a las canciones y llegar a los videojuegos como Roblox. Hasta en Fornite hay minijuegos basados en este fenómeno tan arrollador.

¿De dónde viene el brain rot?

Uno de los aspectos más curiosos es no conseguir encontrar el origen de este fenómeno empezado en TikTok por el usuario @eZburger401 luego baneado por la plataforma. El hecho es que a partir de allí se ha generado una verdadera avalancha que ha golpeado tan fuerte a los más jóvenes que en menos de seis meses se ha creado un verdadero universo con tanto merchandising de una ocurrencia aparentemente inocente pero cuyos textos en italianos son altamente subversivos. Hablan de guerra, de la situación actual del genocidio, así como de situaciones sexuales. Un mix explosivo de irreverencia, contenido tonto pero con la estructura de virus troyano con frases que se meten con Dios y con Allah sin pudor alguno.

La mayor sorpresa llega cuando te das cuenta de que el fenómeno empieza en Indonesia y en el sureste asíatico, pero los italianos son el primer país occidental en descubrir el fenómeno y se apoderan de ello creando los nombres y las letras tan controvertidas. La historia se repite, después de robarle la pasta a los chinos y la pizza a los árabes, nos hemos apoderado de uno de los fenómenos más en boga de los últimos meses. Contenidos que reflejan el humor negro italiano lleno de improperios hacia dios y con tonos racistas.

Todo este movimiento tiene algo de turbio e intrigante, a la par que autodestructivo con una componente basada en el anonimato donde distintos pseudónimos tanto en TikTok como en Youtube y en Instagram, publican nuevo contenido sin parar, amplificado por compilaciones en plataformas como Twitch.

La receta de un arma de distracción masiva

Los vídeos se caracterizan por un montaje caótico, muy saturado de imágenes donde los personajes se mueven en un entorno absurdo. Este humor nihilista está enganchando a los más jóvenes hasta a hacer bromas por la calle entre amigos.

Sus ingredientes son perfectos para pegarse al cerebro y no soltarlo:

  1. Es pegadizo y repetitivo anulando por completo cualquier otro tipo de significado
  2. Utiliza la estética barroca de la IA con algunos tonos de los años 2000
  3. Los nombres y las frases basadas en onomatopeyas conectan hasta con los más peques
  4. Es tan sencillo que permite globalizarse a una hipervelocidad
  5. Su versatilidad hace que se produzca material infinito y se pueda vender.

A menudo se apunta a que el resultado es volverse una ameba y que, en seres humanos tan pequeños, puede implicar cierto tipo de riesgo aumentando el déficit de atención.

Sin embargo no está demostrado que así sea porque la concentración es una capacidad compleja y es más probable que el brain rot pueda influir en parte pero no acabar con el nivel de atención de la humanidad.

¿Engancha? Sí! ¿Es un problema? Depende. En los 80 la televisión fue demonizada porque todos éramos espectadores pasivos sin capacidad de desengancharse de ese cachivache del mal que generó el movimiento trash. Aún así, aquí estamos y seguimos con vida, adaptándonos a la complejidad del momento.

De hecho, si preguntas a algunos peques por qué ven en bucle los vídeos y escuchan las canciones, su respuesta es sorprendente. Afirman que les ayuda a desestresarse. Sí, así como está escrito. Un niño de 10 u 11 años ya habla de estrés y utiliza Tralalero Tralala para desestresarse.

Si, por un lado, la podredumbre cerebral es un elemento más en el caos social, es también verdad que sus efectos pueden ser reducidos dada la alta elasticidad de una mente infantil. Lo que hoy te hace gracia, en unos meses habrá pasado a ser otra cosa.

Lo que sí asombra es la rapidez y lo apabullante que es a nivel comercial. Hasta marcas como la italiana Panini han desarrollado, sin pestañear, un álbum de cromos coleccionables y unas cartas de juego con características y poderes para cada personaje. Por la serie, el capitalismo más agresivo tiene tiempos de reacción tan espídicos que el brain rot es el menor de los problemas.

Un riesgo creciente de generar una necesidad donde no la haya basada en las técnicas de persuasión que en marketing son conocidas como pester powerUna técnica de marketing para involucrar a los niños en la toma de decisiones de los padres. En estos casos, los peques ejercen una presión emocional, empujando a los padres a realizar una compra inesperada. Se basa en la repetición incesante de una petición por parte del niño para conseguir desgastar a sus genitores. Una manera perversa que las empresas de marketing para niños utilizan para maximizar las ventas emocionales. Por poner un caso emblemático, en las cajas de los supermercados, las chuches y otros productos infantiles, están siempre a la altura de los niños para que empiecen a ejercer presión en una situación incómoda donde los padres pueden tener las defensas más bajas.

Si usamos terminología de guerra tan en boga hoy en día, las empresas bombardean a los peques para que desarrollen una necesidad y que a su vez ejerzan presión sobre sus educadores para que cedan y compren el juguete deseado.

Una técnica bien conocida que ahonda sus orígenes a mediados del siglo XX y que con el auge de internet se ha disparado y multiplicado por mil despertando necesidades irracionales en un bucle constante.

Al final, el verdadero brain rot es la comercialización extrema que se hace de cada objeto que nos rodea. En esta óptica ya no estamos hablando de un proceso de meme nacido de forma espontánea, sino más bien de un proceso perverso de comercialización para explotar un trend y transformarlo en un producto fácil de consumir.

¿A quién no le gustaría evadir de la realidad, visto todo lo que está pasando?