Los festivales de música, cada vez más populares en nuestro país, reúnen a miles —incluso cientos de miles— de personas en espacios abiertos o recintos temporales para disfrutar de varios días de música en directo. Nadie duda de los beneficios económicos y culturales de estos eventos, pero también generan un considerable impacto ambiental que ha comenzado a preocupar tanto a organizadores como a asistentes.
Uno de los principales problemas ambientales asociados a los festivales es la generación masiva de residuos. Según un informe del medio especializado Powerful Thinking, el festival promedio del Reino Unido genera alrededor de 23.500 toneladas de residuos al año, de los cuales solo el 32% se recicla. Muchos de estos residuos provienen de artículos de un solo uso, como vasos de plástico, envases de comida y tiendas de campaña desechadas tras el evento.
Además, los festivales suelen requerir grandes cantidades de energía, a menudo obtenida mediante generadores de diésel. Esto conlleva emisiones significativas de gases de efecto invernadero. El mismo informe señala que el 68% de la energía utilizada en los festivales británicos proviene del diésel, lo cual representa una fuente de contaminación atmosférica y acústica considerable.
El transporte es otro de los grandes factores contaminantes. Se estima que hasta el 80% de la huella de carbono total de un festival proviene de los desplazamientos del público. La mayoría de los asistentes viajan en coche particular, lo que contribuye a la congestión del tráfico, el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de CO₂.
Por otro lado, el impacto sobre el entorno natural donde se celebran estos eventos puede ser devastador si no se gestiona adecuadamente. La compactación del suelo, la alteración de hábitats, el ruido y los residuos abandonados afectan negativamente a la flora y fauna local.
Hoy los festivales son mucho más que música. Lo explicaba Paloma Orte de la Peña, directora de Sostenibilidad de Last Tour que junto a Fundación BBK impulsa un modelo cultural transformador con impacto social y medioambiental para BBK Live: “Un festival es mucho más que un evento cultural o musical. Es un espacio que se alinea con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y que está en pleno proceso de recertificación”. Es también en espacio para la inclusión y la cohesión, un punto de encuentro entre generaciones y personas diversas como explicaba Nora Sarasola, directora de Obra Social de la Fundación BBK, “creemos realmente en la cultura como un motor de cohesión, y también en coherencia con nuestro proyecto de cultura inclusiva, en el que trabajamos para que todas las personas tengan acceso a los distintos formatos”.
Los festivales aplican cada vez más criterios de economía circular, gestión de residuos, políticas de movilidad sostenible y medición de huella de carbono porque como explica Orte de la Peña: “Lo que no se mide, no se transforma”. Last Tour para esta medición del impacto ambiental ha colaborado con el sello Erronka Garbia para calcular la huella de carbono del evento. En esta línea, este año el festival ofrecía a los asistentes una plataforma online para calcular su huella de carbono generada por movilidad, fomentando la elección de medios sostenibles o el uso de combustibles renovables. En la reducción de dicha huella es importante el mix energético del festival. En la edición de julio de 2025, Repsol suministró energía 100 % renovable al escenario que lleva su nombre, mediante una instalación con 183 paneles solares fotovoltaicos, aerogeneradores, baterías de 300 kW y generadores alimentados con combustibles 100 % renovables. Estos combustibles proceden de biomasa y residuos orgánicos, permitiendo una reducción del 90 % en emisiones netas en comparación con los combustibles fósiles. Toda esta infraestructura de generación se completa con una batería de última generación de 300 kilovatios que aumenta la capacidad de almacenamiento y con ello la autonomía energética del escenario. La edición de 2024 ya marcó un hito con el escenario Txiki, que funcionó gracias a un sistema híbrido desarrollado por Repsol Technology Lab. Combinó 130 paneles solares flexibles y modulares, de los cuales 70 estaban en los muros perimetrales del escenario y otros 60 en la ladera que lo rodeaba con dos aerogeneradores situados encima de la ladera generando energía eólica y baterías. Para completar el mix energético se utilizaron generadores alimentados con diésel 100 % renovable. En conjunto, se logró cubrir alrededor del 26 % del consumo energético del escenario con fuentes renovables, reduciendo significativamente las emisiones de CO₂.