En un edificio de las afueras de Múnich, una empresa aspira a convertirse en un bastión de la soberanía tecnológica europea. Su misión es reforzar la capacidad de disuasión y defensa de nuestra democracia. Helsing, así se llama, surgió en 2021 de la mano de un equipo poco habitual en el sector de defensa: un creador de videojuegos, un exfuncionario de defensa y un experto en inteligencia artificial. Torsten Reil, uno de sus fundadores, pasó de diseñar modelos de comportamiento animal para videojuegos a desarrollar algoritmos capaces de detectar movimientos enemigos en zonas de combate.
Durante sus primeros meses, la compañía atrajo una inversión de 100 millones de euros, liderada por Daniel Ek, cofundador de Spotify. La operación se cerró justo antes del estallido de la guerra en Ucrania. Desde entonces, el ritmo de crecimiento ha sido exponencial. En apenas cinco años, su valoración ha pasado de 500 millones a superar los 12.000 millones de euros actuales. De hecho, este crecimiento la ha convertido en la startup europea de defensa más valiosa de la historia y la sitúa entre las cinco startups mejor valoradas del continente. Su auge no se explica solo por su tecnología, sino por el momento histórico en el que surge: la guerra de Ucrania y la llamada al rearme europeo.
La propuesta de Helsing ante el retraso tecnológico europeo
La joven empresa alemana se presenta como una respuesta europea a dos desafíos clave: por un lado, el bajo nivel de inversión en tecnología militar; por otro, la necesidad de que los sistemas de combate más avanzados se desarrollen bajo criterios éticos alineados con los valores del continente.
El corazón de su propuesta es un software capaz de fusionar señales de vídeo, sonar, infrarrojos y radiofrecuencia. Su producto estrella, Altra, integra todas esas fuentes para ofrecer a los oficiales una visión operativa en tiempo real del campo de batalla, visualizando los datos en un mapa digital que facilita la toma de decisiones.
Ya ha desplegado sus soluciones en Ucrania, donde colabora estrechamente con el ejército para adaptar sus algoritmos a condiciones reales de combate. Desde finales de 2023, la empresa ha iniciado una transformación progresiva: ha pasado de ser un proveedor centrado en software a convertirse en un fabricante integrado de sistemas de armas.
Su tecnología no solo procesa datos, también se integra en los sistemas de aviones, vehículos terrestres y embarcaciones navales, y recientemente ha comenzado a desarrollar también sus propios drones de combate.
Drones autónomos por tierra, mar y aire
Entre sus desarrollos más avanzados está el HX-2, un dron de ataque autónomo con supervisión humana, que ya opera en escenarios de combate. Con hasta 100 kilómetros de alcance y capacidad para operar sin conexión continua, el HX-2 está diseñado para producirse en masa a bajo coste.
Además, la empresa ha presentado el SG-1 Fathom, un dron submarino autónomo capaz de patrullar durante meses sin intervención directa. Equipado con inteligencia acústica, es decir, con algoritmos entrenados para reconocer patrones sonoros submarinos, puede detectar amenazas bajo el mar con una eficiencia superior a los sistemas convencionales.
Ambos dispositivos reflejan la ambición de la compañía: transformar todos los dominios de la defensa, ya sea tierra, mar o aire. Pero antes, debe ser capaz de fabricar estos sistemas a gran escala. Por eso, ha desarrollado un modelo industrial propio.
Un nuevo modelo industrial para la defensa europea
Lo que empezó como una empresa centrada en la fusión de datos ha evolucionado rápidamente hasta convertirse en un fabricante integrado de sistemas de defensa. Según Daniel Ek, la compañía ha alcanzado un punto de inflexión: ha pasado de desarrollar únicamente software a incorporar su inteligencia artificial en hardware. Y eso, en este contexto, significa algo muy concreto y poco habitual para una startup tecnológica: fabricar.
Helsing ha puesto en marcha sus propias Resilience Factories, instalaciones diseñadas para garantizar la producción local y continua de sistemas críticos como el HX-2, incluso en tiempos de conflicto. La primera de estas fábricas, llamada RF-1, ya está operativa en el sur de Alemania y puede producir más de mil drones al mes.
La compañía planea replicar este modelo en otros países europeos, con el objetivo de reducir costes y evitar la dependencia de cadenas de suministro extranjeras. Estas fábricas representan una apuesta estratégica para que Europa recupere el control tecnológico en materia de defensa.
El dilema ético de la inteligencia artificial en combate
Pero la innovación en el espacio militar también abre interrogantes que van más allá de la soberanía tecnológica. Aquí surgen preguntas como si una empresa privada puede garantizar el uso ético de tecnologías que operan en entornos de guerra o qué pasa cuando una IA identifica un blanco y el soldado solo lo valida.
La supervisión humana implica que una persona controla el sistema durante toda la operación, mientras que en la validación se limita a aprobar decisiones ya tomadas por la máquina. Esto traslada parte de la carga moral y legal al algoritmo, lo que plantea importantes dudas éticas y legales.
En un momento en que la inteligencia artificial empieza a formar parte del núcleo tecnológico de la maquinaria de guerra, la historia de Helsing trasciende el caso de una startup exitosa. Representa un cambio de época y pone sobre la mesa dilemas que Europa ya no puede aplazar.
Lo que está en juego es el modelo con el que Europa quiere diseñar su futuro militar. ¿Puede la ética ir de la mano del desarrollo armamentístico? Helsing sostiene que sí. Pero el tiempo y el campo de batalla tendrán la última palabra. Su IA ya ha entrado en combate.