El efecto Marty McFly: nostalgia de la tecnología del pasado

Cuanta más tecnología nos rodea, más añoranza del pasado padecemos. Se dispara la necesidad de volver al Nokia 3210, los vinilos o las cámaras analógicas. El deseo de eliminar elruido y la saturación digital en búsca del tiempo de la tranquilidad y la contemplación. Queremos volver a aburrimos como lapas.

Ilustración por Francesco Maria Furno

Es un hecho que —cuanto más tecnología nos rodea— más manifestamos la necesidad de tener una vida sencilla. En estos últimos años de bulimia social y vida figital es cada vez más la gana de volver a vivir una vida pasada. Hasta generaciones tan jóvenes como la Gen Z están metidas en la añoranza de un pasado que no han vivido. Esa tendencia que, personalmente, llamo el efecto Marty McFly.

El personaje de Regreso al futuro, interpretado por un entrañable Michael J. Fox nos ha hecho soñar con sus viajes distópicos surcando los cielos americanos con una fantástica Delorean tuneado por Doc. Una epopeya que, años después, ha dado vida a series como Rick and Morty.

Añorar un pasado que no viviste es lo más cerca que tenemos hoy en día a la idea de viajes en el espacio-tiempo. Nuestra sociedad tan insegura e inestable se ha vuelto adicta a la retro-nostalgia hecha de objetos que nos transmiten tanta alegría y buenos recuerdos porque el pasado es cabrón. Se recuerda mejor de lo que fue a pesar de no haber sido tan alegre y tan positivo como lo recordamos. Es el fallo del sistema de la memoria humana, le atribuimos unas características positivas hasta a épocas que no hemos vivido y que conocemos poco. “Ay, la democracia en la antigua Grecia sí que era de verdad”. “Los 80 fueron de lo mejorcito con sus colores y sus ganas de frivolidad”. Mientras tanto había gente que moría de Sida y se apagaba lentamente.

Sin embargo, nuestra actualidad está plagada de símbolos del pasado, de elementos que nos empujan a desear haber vivido una determinada época. De hecho, estilos visuales como el afro-futurismo, muy en boga hace unos años hasta con películas como Black Panther, o el Frutiger Aero muy de tendencia ahora mismo con sus colores tropicales y formas sinuosas que caracterizaron la tecnología como el iMac G3 lanzado en el 1998. Necesitamos evadir la realidad y nuestra mente nos empuja a construir realidades paralelas, multiversos con distintas versiones de la realidad. Cuanto más cerca tenemos la vida figital, más queremos volver a lo “tranquilo” que eran los años 90.

un tripudio de objetos antiguos que funcionan como la cubierta de Linus de Peanuts. Hasta los mercadillos de segunda mano vuelven a estar a tope gracias a la idea del upcycling que antes se llamaba simplemente segunda mano. Nuevo nombre que hace más tendencia, pero misma filosofía de hace décadas cuando se recurría a prendas y objetos que transmitieran personalidad a través de su desgaste.

Ahora los desgastados somos nosotros. Triturados por la incertidumbre, la ansiedad, las crisis climáticas, las crisis laborales, las crisis de la sociedad que tanto nos empujan hacia un futuro sin esperanza y de supervivencia capaz de promover el consumo emocional para aliviar esa sensación de pánico constante.

Parece una paradoja, como diría el Dr. Emmet L. Brown en Regreso al futuro, pero cuanta más tecnología, más añoranza de ese pasado en el que no teníamos todo a nuestro alcance. Un viaje de peregrinación creyendo en la bondad de lo bien que estábamos viviendo una vida libre de preocupaciones.

Al igual que Marty McFly que regresa al 1955 descubriendo un pasado sencillo, sin problemas aparentes más allá de los más comunes de adolescentes de la época, nosotros volvemos al pasado añorando móviles tan sencillos como el Nokia 3210 porque solo permitía hacer llamadas, mandar mensajes y jugar al Snake. ¿Por qué? Porque con el pasar del tiempo consideramos estos aspectos más sencillos que la complejidad de nuestro mundo contemporáneo donde todo nos parece más frenético y acelerado.

El pasado esconde una trampa existencial, porque, al haber ocurrido, se nos hace más sencillo de vivir y su añoranza nos parece una solución más placentera que aceptar con la complejidad caótica del ahora. Nuestro futuro, sobre todo en países mediterráneos, es oscuro, negativo, lleno de amenazas y posibles problemas. La IA nos conquistará aniquilando nuestra vida tal como la conocemos, el cambio climático acabará con nuestras existencias, la crisis económica nos reducirá esclavos del feudo capitalismo.

La tecnología y su constante afán de renovarse, nos empuja a pensar que necesitamos escapar del caos y de la obligación de crear un perfil nuevo en cada red social que asome. Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram, Linkedin, TikTok son la secuencia infinita de escaparates donde tenemos que estar sí o sí publicando y chillando. Mientras tanto muchas personas están empezando a dejarlo con un sonoro “BASTA YA!” cansadas de tanto frenesí, de tanto exponerse, de la vacuidad del instante. En un entorno frenético y que absorbe toda nuestra atención se genera la necesidad de simplificar para no sentirnos dependientes y con déficit de atención. Si luego las interfaces están diseñadas para atrapar y embaucar, está claro que surja el deseo de volver a cachivaches antiguos que solo te permitían llamar y poco más.

¿Éramos más felices allá por los 90 con ese ladrillito de Motorola StarTac o en los 2000 con el Nokia 3210 y el alcatel OneTouch Easy? Yo creo que no. Simplemente romantizamos algo que fue igual de complejo teniendo la sensación que fue más sencillo porque ya pasó. Recordamos lo más bonito de esa vida, sin pararnos a pensar lo difícil que era contactar con alguien o quedar para que pudieras verte. Así como buscar información era un suplicio divino esperando a que el modem de 56k se conectara de una puñetera vez. Ese sonido destartalado no tenía sentido alguno mientras estabas expectante perdiendo tu tiempo delante de una pantalla con baja definición. ¿Romántico? Quizás, pero un rollo descomunal que nos ha hecho perder tiempo sin poderlo recuperar.

Es verdad que estamos aprendiendo a gestionar la complejidad que nos rodea y que sufrimos una frustración constante por tener la sensación de no tener tiempo, sin embargo, cada generación aprende de su contexto y leer la historia con añoranza es lo peor para multiplicar esa sensación de frustración. Es evidente que avanzar implica también perder algunos aspectos de la vida pausada, como tener tiempo de aburrirse, pero podemos pensar a largo plazo y ver lo mucho que hemos cambiado gracias a los avances tecnológicos. Cada vez hay menos alumnos frustrados porque la IA ayuda a explicar conceptos difíciles de entender. Durante La pandemia, la hipercomunicación permitió poner en contacto expertos de todo el mundo para encontrar una solución. Las energías renovables que, a finales del siglo XX eran una ilusión, se están transformando en una realidad que puede llegar a marcar un antes y un después para conseguir la independencia energética.

Y sí, refugiarse en el pasado es una herramienta lícita para sobrellevar la complejidad contemporánea, pero no es la solución para que podamos vivir bien en nuestra realidad. Escapar no siempre es la manera de resolver un dilema.

Como diría Biff Tannen: “¿Acaso eres un gallina, McFly?”

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