Seta eras y en seta te convertirás. Todo lo que aún no sabías sobre el nuevo culto a los hongos

Los hongos ya no son lo que eran. Son alternativas al café, tejidos para la ropa, trajes para la muerte o pueden acabar alimentándonos en el espacio. De momento, ocupan mucho espacio en las noticias. Como, por ejemplo, el hongo negro de Chernobyl que se alimenta de la radiacción de uno de los mayores desastres de la historia de la humanidad.

Imagen realizada por Francesco Furno

Cultivos en el espacio, fibra para ropa, sujeto de series de televisión, melanina frente a la radiación excesiva de un desastre nuclear, fuente alimenticia o creación de packaging degradables son solo algunas de las aplicaciones que se están experimentando y desarrollando en los últimos años para ir más allá del estigma que las setas se han arrastrado desde los años sesenta hasta la actualidad. Si bien gobiernos como el de EEUU han intentado demonizarlos, hoy en día, laboratorios suizos o empresas de packaging australianas están intentando devolverle la importancia que se merecen. Sí, porque el micelio es una red sistémica que “controla” la tierra y se expande más allá de los límites geográficos. Ha estado presente desde siempre como elemento natural que ayuda a regular la vida en nuestro planeta, adquiriendo en el siglo XX una connotación negativa relacionada sobre todo con las infecciones y las drogas psicodélicas como también puedes leer en el artículo publicado en Retina hace un año.

Por suerte, frente a tantas historias pesimistas y apocalípticas, el micelio es una buena noticia, lo mires por donde lo mires para entender que la naturaleza es un sistema que se autorregula constantemente que permite encontrar equilibrios a largo plazo. Uno de los últimos descubrimientos son los hongos negros o hongos radiotróficos de Chernobyl. Una entidad que se ceba de radiación y —a través de un proceso basado en la melanina— convierte la radiación gamma en energía química para su crecimiento. Un proceso muy parecido a lo que las plantas hacen con el CO2 atrapándolo y transformándolo en fuente de energía.

El pigmento de la melanina, parecido al que está presente en nuestra piel, es fundamental para protegerse de la radiación ultravioleta, permitiendo a los hongos protegerse de la radiación.

Narrativas comerciales vs. narrativas científicas

Además, cómo se cuenta algo es fundamental para cambiar la percepción alrededor de una temática. Por ejemplo, superpotencias como EEUU son bien conocidas por inculcar el miedo en la sociedad a través de verdaderas campañas de terror, como cuando Europa se regía por estados autárquicos y autoritarios que defendían la producción del cáñamo autóctono frente a la propaganda de la fibra sintética made in America. En ese momento los yankees decidieron asociar el cáñamo al cannabis y promover una idea de insalubridad que ha hecho desaparecer por completo los cultivos de una de las plantas más prósperas en el Mediterráneo para dejar el hueco perfecto a las prendas de fibras sintéticas. Una estrategia comercial, que se extendió tras la segunda guerra mundial, permitiendo a EEUU transformarse en líder mundial de fibra sintética, frente a las fibras naturales como el cáñamo tanto apreciadas por Mussolini. Un cambio que tuvo consecuencias también en el paisaje mediterráneo, donde los cultivos de cáñamo desaparecieron por completo bajo la amenaza del demonio de las drogas.

Sin embargo, Netflix y MAX han emprendido una verdadera cruzada para equilibrar la balanza, publicando series y documentales alrededor de los beneficios del micelio como elemento natural y psicotrópico para contrarrestar la psicosis colectiva que aturde a la humanidad. La última serie que está hablando del tema con un tono entre el falso documental y el surrealismo mágico es Efectos secundarios de Joseph Bennet y Steve Hely en el que Marshal, el protagonista, revela una conspiración mundial del sector farmacéutico en contra de los hongos como elemento curativo ancestral. Nada de nuevo a nivel de historia, si no fuera que el hongo descubierto por Marshal crece en una de las zonas más contaminadas por las grandes empresas, creando una coincidencia mágica con el descubrimiento del hongo negro de Chernobyl. Una combinación interesante de teorías de la conspiración, con ideas ya avaladas del poder curativo de los magic mushrooms y de cómo el ser humano está intentando apropiarse de una práctica ancestral y chamánica. Efectos secundarios es solo la última de una serie de producciones donde los hongos son el verdadero protagonista. Por si fuera poco, se añade a Fantastic Fungi, serie documental de Louie Schwartzberg, o Cómo cambiar tu mente, otra serie documental realizada por Michael Pollan, divulgador científico y profesor en la universidad de Harvard. Sin olvidar videojuegos como The Last of Us donde todo ocurre a raíz de una contaminación por hongos. 

El diseño basado en la manipulación de los hongos

Estamos viviendo uno de los momentos más interesantes porque no solo se está modificando la narrativa alrededor del micelio, sino que se está experimentando mucho en utilizar sus propiedades para distintas aplicaciones. El diseño, en todas sus facetas, está transicionando desde una visión uni-sectorial a una idea de disciplina sistémica para abordar la complejidad de los retos del siglo XXI, mientras que amplía el rango de aplicaciones de los hongos. El diseño de moda y el diseño de producto están explotando, de forma experimental, los biomateriales como en el caso de Raquel Buj y Elena Rocabert con sus instalaciones que cruzan las fronteras entre la arquitectura y la moda utilizando las estructuras de los micelios en el marco del Madrid Design Fest. Una exploración narrativa que une el túnel de Alicia del País de las maravillas con los biomateriales y la idea de sistema invisible debajo de un jardín.

Hongos por doquier, hasta en el packaging que, cada vez más, se estructura de una manera más sostenible intentando crear un formato cíclico que evite desperdicios y contaminación reduciendo el impacto del plástico.

Este tipo de experimentos se suman a otros relacionados con los biomateriales que permiten explorar escenarios actuales como la eco-piel realizada a partir de tejidos obtenidos de la manipulación de los hongos. Empresas como la americana Ecovative empeñada en varios proyectos como Mushroom Packaging o Magical Mushroom Company están impulsando el uso de setas para conseguir envases cada vez más sostenibles y basados en el poder del micelio. 

Somos lo que comemos y en hongos nos transformaremos

Por último y no menos importante, hay una ola creciente de empresas que proponen alternativas al café. Se han multiplicado los anuncios en Instagram y en TikTok de infusiones basadas en hongos que funcionan mucho mejor que la dosis cotidiana de cafeína sin alterar los niveles de cortisol del cuerpo humano. ¿Moda o realidad? Lo descubriremos con el tiempo, de momento que no me quiten mi chute cotidiano de un buen café hecho en casa. Lo que está claro es que a nivel de salud no aporta ni resta y que nace desde una necesidad puramente comercial de diversificar el sector de las infusiones.

De momento es tan alta la atención que hasta hay compañías en Australia que están intentando tener cultivos de setas en el espacio. Sí, setas en el espacio. No es el titular de una película de bioterror de serie Z, sino la misión de SpaceX prevista para este 2025 donde se cultivarán setas de ostra para comprobar cómo crecen en condiciones de microgravedad. Un proyecto de la empresa FOODiQ Global que puede abrir un nuevo escenario nutricional en el espacio con una fuente de vitamina D y otros nutrientes fáciles de obtener de las setas en línea con otros experimentos realizados el año pasado por la universidad de Swinburne.

En esta dirección, llama la atención de compañías como Mushroots enfocada a la producción de alimentos vegetarianos, donde las setas ayudan a emular la textura de la carne produciendo albóndigas aptas para aquellas personas que han elegido no comer productos derivados de los animales.

Si por un lado, cada vez comeremos más setas, por el otro también las setas continuarán alimentándose de nosotros en un ciclo de vida perpetuo. No es una paradoja, sino una visión más cíclica, como la idea que tuvo Jae Rhim Lee, artista que trabaja en la intersección entre arte, ciencia y cultura. Su traje de setas para la muerte plantea una idea brillante de cómo el cuerpo humano, tras décadas de estar expuesto a elementos contaminantes, acabará contaminando a su vez el suelo al descomponerse. Jae, en su charla TED, plantea la idea de tener un traje con un micelio entrenado para comer su cuerpo y descomponerlo para reducir al mínimo el nivel de impacto que pueda tener tras la muerte. Una idea en perfecto estilo Seis metros bajo tierra con una nueva visión bíblica del “polvo eres y polvo serás” para que evolucione en “setas eres y en setas te transformarás». Puede ser el comienzo de un nuevo culto global donde nuestros nuevos dioses serán los micelios, igual de invisibles que los dioses antiguos, igual de poderosos y mágicos más, sostenibles y más en línea también con el principio de que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, como nos decía el químico francés, Antoine Lavoisier.

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