¡Esto es mío! IA, arte y derechos de autor

La inteligencia artificial está desafiando las fronteras de la creatividad, planteando nuevas preguntas sobre la autoría y los derechos de los creadores. La discusión sobre la firma de los artistas, o la implementación de una etiqueta de IA para identificar obras generadas con la herramienta, se torna crucial en un escenario que avance hacia la transparencia.

Solemos reconocer como individuos destacados a aquellos que fueron pioneros en la defensa de derechos que hoy damos por sentado. Gente que se adelantó. Personas que vieron el problema y su solución, cuando el resto meramente intuía que fallaba algo. Bien sea por cuestiones nucleares de la diversidad humana, como la raza o las orientaciones sexuales, o por el poder de crear libremente, sin cortapisas morales y lejos de zancadillas jurídicas ovilladas en la intolerancia.

En el Occidente del ‘bienestar’ (si es que se puede asumir semejante generalidad), la digitalización ha descorchado nuevas reyertas. Trincheras donde el abuso de poder campa a sus anchas y al que, poco a poco, se le está poniendo remedio. No cabe duda de que es insolente comparar el valor de batallas por los derechos humanos más básicos con el respeto a la protección de los datos de los ciudadanos y el resto de los llamados ‘derechos digitales’. Sin embargo, que haya contiendas con mayor relevancia no es óbice para desatender el resto.

En este caso, vamos a hablar de arte. Sí, quizás de todo lo anterior dicho la creación artística parezca poder aguardar en un segundo plano. Pero no olvidemos que debemos nuestra historia, nuestras culturas y costumbres, a los legados inmortales de quienes, a través del arte, edificaron nuevas formas de entender el mundo. Como decía el filósofo Guilles Deleuze, un antídoto contra las pasiones tristes, que resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia y a la vergüenza.

Pero ahora, en la era de la inteligencia artificial (IA), este antídoto puede verse inquietantemente manchado por los nuevos métodos de creación artificial. Un paso más en la evolución del ser humano hacia el progreso técnico que ha abierto tantas nuevas vías de producción e investigación, como dudas respecto al valor de lo creado. Y no sólo porque artistas de todo pelaje vayan a usar la IA, poniendo en duda hasta qué punto su creación es, por lo tanto, esencialmente suya, sino porque la propia herramienta se nutre de la obra de terceros. Un buffet libre de datos que la IA engulle sin rendir cuentas, cayendo en una suerte de plagio masivo tan puntero, y a la vez discreto, que es difícil de denunciar.

A fin de resolver incógnitas sobre este pantanoso terreno llamado ‘derechos de la propiedad intelectual’ en un atolladero legal tan inmenso como es la IA, la feria de arte JUSTMAD 2025, tuvo a bien organizar la charla: Arte y Derechos de Autor en la Era Digital: IA, Tecnología y el Desafío del Plagio.

Durante el encuentro, el director de Operaciones de Safe Creative, Mario Pena, la jurista especializada en propiedad intelectual, Mar Domínguez Currás, y el artista, Rafael Blanco, debatieron sus perspectivas sobre estos temas cruciales para los creadores del siglo XXI.

Mario Pena dio el pistoletazo de salida a la conversación subrayando la necesidad de comprender tanto el valor estético como el valor legal de las creaciones artísticas. Según él, desde Safe Creative, su postura es neutral, reconociendo que el debate debe ser ético, y buscando que las herramientas tecnológicas, como la inteligencia artificial, actúen en tanto que ayuda en lugar de un obstáculo. En este sentido, hizo énfasis en la importancia de la transparencia y la legitimidad en el uso de estas tecnologías. «La IA debe ser vista como una herramienta que ayuda a la creatividad, no como un enemigo, pero para eso debe existir confianza«, afirmó.

Siguiendo en la línea de la confianza, la jurista Mar Domínguez Currás profundizó en los aspectos legales del debate. En especial, en las nuevas vías que se están abriendo en torno a la IA y la autoría de sus derivados. Habló de una sentencia relevante del año 2023, que otorgó derechos de autor a una obra generada por inteligencia artificial. A pesar de que la obra fue creada con IA, los derechos fueron atribuidos gracias a la identificación de los «prompts» (instrucción, pregunta o un texto que se utiliza para interactuar con sistemas de inteligencia artificial) en su creación. La legislación en Estados Unidos (como el caso reciente de la Oficina de Copyright de EE. UU.) establece que las obras creadas por IA sin intervención humana significativa no pueden ser protegidas por derechos de autor. Sin embargo, si una obra es generada con prompts o instrucciones humanas, la persona que proporciona esas instrucciones podría ser vista como la autora, ya que estos reflejan la intervención humana.

No obstante, Domínguez no quiso dejar escapar que las máquinas no pueden ser consideradas autoras, ya que no son personas. Y aunque en los Estados Unidos y la UE, como hemos visto, la posibilidad de otorgar derechos de propiedad intelectual a obras generadas por IA está en discusión, sigue siendo fundamental que los prompts reflejen la personalidad del autor. Estos deben ser contemplados para determinar la autoría.

Por su parte, el artista Rafael Blanco quiso ofrecer una perspectiva práctica sobre el uso de la IA en el proceso creativo. «El debate no es si la IA puede ser una herramienta«, argumentó, «sino si puede convertirse en el fin en sí misma«. Destacó que, aunque la IA puede ser un gran aliado y asistente en la creación artística, la cuestión de la autoría sigue siendo un tema central desde los años 70. La principal diferencia ahora, según él, es que las herramientas están mucho más avanzadas. Lo mismo que deben ser los mecanismos de identificación. Blanco también hizo hincapié en que lo interesante, de cara a limitar el uso de la IA en la creación artística a la firma esencial del autor, sería que la herramienta pudiera nutrirse de la visión personal del creador. De modo que el resultado final siempre reflejara su identidad artística.

A medida que avanzaba la charla, los ponentes coincidieron en varios puntos cruciales. Mario Pena mencionó que las herramientas de IA están evolucionando rápidamente, mejorando su capacidad para captar las intenciones de los creadores. A pesar de ello, algunas grandes corporaciones están aprovechando el trabajo de los artistas para alimentar sus sistemas de IA, y aunque el estilo de un creador no puede ser protegido por sí mismo, las similitudes en la obra pueden ser problemáticas. «Estamos hablando de corporaciones de miles de millones que se nutren del trabajo ajeno«, afirmó Mario.

En este contexto, Mar Domínguez agregó que, aunque la técnica como tal no es protegible, el estilo de un creador puede serlo. De ahí la importancia de que los artistas reflejen su personalidad en sus obras. También destacó que, en cuanto a la creación humana, el acervo cultural del que nos nutrimos es, en muchos casos, de libre uso, lo que genera una reflexión sobre cómo las IA podrían ser vistas de manera similar en cuanto a los recursos que utilizan para crear.

A su turno, el artista Rafael Blanco hizo mención de la forma en que alimentamos a la inteligencia artificial con materiales gratuitos y sin restricciones, no dándonos cuenta de cómo las grandes empresas se enriquecen con ese trabajo. «La IA está arrasando con muchos trabajos, aunque no lo veamos«, advirtió. Un apunte que Domínguez, por su parte, quiso redirigir hacia los perfiles en plataformas digitales, donde los usuarios están cediendo una licencia no exclusiva sobre sus obras. Aunque el derecho de explotación y la «paternidad» siguen siendo del creador (usuario en este caso), la cesión puede hacer que se usen por terceros sin recibir una compensación justa. La mayoría de las veces, sin que se den cuenta los creadores.

Mario Pena, al final de su intervención, abordó una de las preocupaciones más profundas del encuentro: el arte en la era digital es, ante todo, un negocio. «El arte es muy bonito, pero aquí hay señores que están haciendo un negocio«, expresó. En este sentido, hizo un llamado a reflexionar sobre los modelos de negocio y la falta de restricciones éticas o morales en el entorno digital. Las luchas de poder por el control sobre la nutrición de la IA podrían dejar a los creadores sin compensación, a pesar de ser los principales aportadores de contenido.

A medida que el debate avanzaba hacia una conclusión, se tocó la necesidad de un marco legal claro y actualizado. Mario Pena resaltó que adaptar la ley a las nuevas realidades tecnológicas es un desafío. Aunque existen leyes para proteger los derechos de autor, estos marcos son en su mayoría desconocidos y difíciles de aplicar.

A modo de guinda, se habló de una medida que pasaría de priorizar en el debate la posición del autor, a la del consumidor. Una estrategia que desde Safe Creative ya se puso en marcha hace un año, y que consiste en una etiqueta de IA. Gracias a este indicativo, el consumidor puede saber el origen de la obra, identificando si ha sido creada entera, o parcialmente, con inteligencia artificial. Aunque desde la UE se enfoca este marcador todavía como una recomendación, parece que, en el futuro, no será disparatado su uso obligatorio. En aras, como comentó Mario Pena al comienzo de la charla, de lograr un escenario de transparencia total con la inteligencia artificial. La única vía hacia un uso ético de la herramienta, tanto para creadores como para el público.

Sobre la firma

Galo Abrain

Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.

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