Pingüinos robóticos patrullando los mares: el futuro de la industria militar europea

Un sabotaje en el fondo del mar. Un pingüino artificial diseñado para estudiar los océanos, ahora convertido en guardián de infraestructuras críticas. Así es como la tecnología submarina está cambiando de propósito para proteger los cables submarinos, el talón de Aquiles de la economía mundial.

En Berlín, alejada de la costa, la pequeña empresa EvoLogics no da abasto para atender los pedidos de sus vehículos submarinos autónomos (AUV). La demanda ha crecido de manera exponencial, impulsada por la necesidad de vigilar infraestructuras críticas como cables submarinos y gasoductos. Su producto más avanzado, el Quadron, tiene la forma de un pingüino y está diseñado para moverse minimizando la resistencia en el agua. Puede sumergirse hasta 150 metros y alcanzar velocidades de 10 nudos (18,5 km/h).

Originalmente diseñado por y para biólogos marinos, el Quadron ha pasado rápidamente de la vigilancia del estado de los océanos y sus lechos marinos a convertirse en una herramienta esencial para proteger infraestructuras críticas. Estos “pingüinos artificiales” pueden explorar y vigilar zonas submarinas de difícil acceso. Además, incorporan sofisticados módems y sonares inspirados en los delfines, que captan y transmiten datos en tiempo real sin necesidad de subir a la superficie el AUV, optimizando así el proceso de recolección y análisis de información.

Hasta hace poco, nadie ponía en duda que las roturas de cables submarinos por parte de barcos pesqueros eran accidentales. Hoy en día, dada la importancia estratégica de estos cables (que transportan más del 97% del tráfico global de Internet), su vulnerabilidad se ha convertido en un problema geopolítico de primer orden. En febrero de 2024, la Unión Europea lanzó un conjunto de recomendaciones para proteger esta infraestructura de un riesgo inminente. A lo largo del año, esta advertencia se ha confirmado. Tras una larga investigación, se demostró que un cable dañado en el mar Báltico, que conecta Estonia y Suecia, no se había visto afectado por un accidente, sino por un sabotaje. Esto confirma, por un lado, que son un objetivo y, por otro, lo difícil que es esclarecer estos ataques y responder a tiempo.

Como consecuencia, la OTAN ha puesto en marcha dos iniciativas. En primer lugar, está el programa Baltic Sentry, que refuerza la vigilancia en las zonas más críticas con fragatas, drones y aviones. Como parte de este esfuerzo, se ha vigilado al Yantar, un buque espía ruso detectado merodeando cerca de infraestructuras submarinas. En segundo lugar, ha financiado un proyecto para desarrollar una red de respaldo que permita desviar el tráfico de Internet desde cables submarinos a satélites en caso de sabotaje o accidente. En esta iniciativa participan investigadores de EE. UU., Islandia, Suecia y Suiza, así como empresas de comunicación por satélite, como Viasat, y de seguridad informática, como Syndis.

Europa, más allá de la OTAN, también está abordando el problema desde otra perspectiva. Recientemente ha lanzado un plan público-privado de cientos de millones de euros para reforzar la capacidad de respuesta ante sabotajes. Una de sus prioridades es adquirir barcos capaces de restaurar cables dañados rápidamente. Actualmente, dependemos de menos de 100 embarcaciones especializadas en todo el mundo, lo que limita seriamente nuestra capacidad de reacción ante incidentes, sean estos intencionados o no.

En aguas internacionales, los recursos legales para castigar el sabotaje son limitados, por lo que cualquier intento de disuasión es complicado. Los recientes ataques han evidenciado que, sin una coordinación internacional efectiva, la seguridad de los cables submarinos seguirá en riesgo. La pregunta ya no es si estas infraestructuras serán atacadas, sino a qué velocidad podremos detectarlo y recuperarlas.

Sin embargo, las tensiones geopolíticas y el cambio de rumbo en materia internacional de Estados Unidos hacen cuestionarse qué tipo de colaboración, si es que hay alguna, habrá en el futuro. Europa, por su parte, va a invertir en todo tipo de tecnología militar dentro del anunciado plan de rearme. Y, seguramente, la protección de las infraestructuras críticas entre en sus prioridades.

Evologics, la pequeña empresa berlinesa, ya empieza a notar el viento de cola que impulsará su negocio en los próximos años. De momento, el Gobierno alemán ya ha encargado 50 de sus “pingüinos artificiales”. Quién sabe si, en el futuro, los mares se poblarán de estos artefactos. Por ahora, nada hace pensar lo contrario.

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