Un nuevo futuro: Trump, Musk y el aceleracionismo tecnolibertario

Acabamos de asistir al triunfo de una revolución de una élite contra nosotros mismos. El modelo neoliberal había mostrado sus limitaciones, siendo incapaz de responder eficazmente a las crisis sociales y ecológicas que él mismo había causado. Ahora el Megalodón se ha comido a los tiburones. En su ansia por sobrevivir, el viejo orden se ha puesto en manos de su versión más radical: una tecnocracia elitista y monopolística, impulsada por los intereses privados de unos pocos y el poder inmisericorde de los algoritmos.

Bruno Ricoeur, Capital Ascendant (2024)

El futuro ya no es lo que solía ser

Paul Valery

Como en la famosa escena de Match Point la pelota se quedó suspendida en el aire, podría caer hacia un lado o hacia el otro, Kamala o Trump, el futuro tal y como lo conocíamos, o el nuevo futuro.

La incertidumbre se ha desvanecido. Ha dejado paso a una certeza incómoda que marca el comienzo de un tiempo desconocido, donde el poder sin precedentes de las élites tecnológicas redefine las reglas.
Sabemos que el triunfo de Trump no es una mera opción política de duración limitada. No está sujeta a las reglas tradicionales de control, responsabilidad y alternancia. Su victoria se construye sobre las ruinas de los principios fundamentales de la democracia. Su ambición es gobernar sobre dichas ruinas.

Acabamos de asistir al triunfo de una revolución de una élite contra nosotros mismos. El modelo neoliberal había mostrado sus limitaciones, siendo incapaz de responder eficazmente a las crisis sociales y ecológicas que él mismo había causado.
Ahora el Megalodón se ha comido a los tiburones. En su ansia por sobrevivir, el viejo orden se ha puesto en manos de su versión más radical: una tecnocracia elitista y monopolística, impulsada por los intereses privados de unos pocos y el poder inmisericorde de los algoritmos. Entramos en el Novus Ordo Seclorum que mencionó el propio Elon Musk en Twitter[hace unos días y, aunque la inercia aun nos cree la ilusión de continuidad, a este novus ordo ya lo tenemos sobre nosotros.

Lo trascendente del momento no está en el debate sobre la decadencia de nuestro consenso democrático, sino que, sobre la nada dejada por este cataclismo político, alguien, en algún lado, está reescribiendo los axiomas de lo que es posible.

El juego funciona ya con otras reglas. Las especulaciones con las que trabajábamos se han quedado obsoletas. Debemos resetear nuestra imaginación y reubicarnos en un nuevo territorio. Un territorio donde las fantasías de los actores más oscuros de Silicon Valley irrumpen en lo público para reconfigurar el presente y redefinir el futuro.

En el mundo que conocíamos hasta hace poco, la democracia liberal como marco de desarrollo no estaba en cuestión. Con sus virtudes y defectos, la democracia siempre aparecía en los escenarios que imaginábamos. Los debates giraban en torno al impacto de la crisis medioambiental, la ética de la tecnología, el bienestar y el progreso. Ahora, estos debates han sido reemplazados por nuevas preguntas. ¿Cuáles son los ejes que definirán el nuevo futuro?.

Las nuevas incertidumbres

Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.

Friedrich Nietzsche

Por un lado tenemos la visión desnuda, descarnada, obscena del capitalismo representada por Trump, un histrión irredento y sustituible, la muestra visible de nuestro reverso reprimido que ha servido de catalizador de un ejercicio masivo de ingeniería social. Un personaje atractivo porque nos permite reconciliarnos con nuestra sombra, nos da permiso para ser la peor versión de nosotros mismos en un mundo sobrecargado de hipocresía y ocultamientos.

Trump es la fachada, la anécdota, el entretenimiento que desvía la atención de lo esencial. No hay en él ideología ni visión, tan solo oportunismo. Su mérito consiste en ser la fuerza que destruye la narrativa y el orden del presente, pero no es, ni pretende ser, un creador de futuros. Los que aparecen en el horizonte como arquitectos de nuestro mañana son una serie de oligarcas multimillonarios que sí parecen tener la suficiente fuerza y claridad de ideas como para influir y definir la dirección del porvenir común.


«En el nuevo milenio, el Estado se verá obligado a competir por su clientela, ya que los gobiernos serán incapaces de mantener el monopolio del uso de la fuerza o de los servicios que prestan. Esto ampliará la brecha entre ricos y pobres y aumentará la importancia de la capacidad individual para navegar en la nueva economía global».
– James Dale Davidson & William Rees-Mogg, «The Sovereign Individual


Elon Musk es la figura más visible de un grupo de líderes tecnocráticos que incluye a Peter Thiel, Marc Andreessen y al propio J.D. Vance, futuro Vicepresidente de Estados Unidos. Este grupo está unido por una visión de transformación global de base tecno-libertaria. Comparten la creencia en la tecnología como motor del progreso humano, aunque esto implique desafiar las instituciones democráticas tradicionales. Además, siguen una filosofía largoplacista (longterminism)  y utilitarista que prioriza la planificación a largo plazo, incluso a costa de sacrificar preocupaciones éticas inmediatas.

Estos líderes defienden un libertarismo que rechaza la intervención estatal y promueven la privatización extrema de las instituciones públicas, trasladando funciones esenciales del estado al control corporativo. Confían en un modelo tecnocrático donde las decisiones clave son guiadas por datos y algoritmos, favoreciendo un poder centralizado que consideran más eficiente que la deliberación democrática. Además, su visión transhumanista busca superar nuestras limitaciones biológicas, redefiniendo lo que significa ser humano mediante avances en inteligencia artificial y tecnología integrada.

La influencia global de estos líderes y su capacidad para transformar sectores enteros subrayan un modelo de progreso que concentra el poder en manos privadas y redefine las normas de la sociedad tal y como la conocíamos.

Esta élite tecnocrática se disfraza de meritocracia, pero en realidad está formando una nueva aristocracia digital, un sistema hereditario de nuevo cuño. Sus miembros no solo acumulan una riqueza y un poder sin precedentes, sino que también crean las herramientas que perpetuarán y amplificarán su dominio. La inteligencia artificial se convierte en el multiplicador definitivo de poder. Promete automatizar y optimizar la sociedad bajo sus criterios, ampliando la brecha entre los ‘optimizadores’ y los ‘optimizados’, entre las élites gobernantes y sus nuevos súbditos.


La Revolución

Toda forma de dominación implica una servidumbre voluntaria.

Étienne de La Boétie

El Aceleracionismo Tecnolibertario, que surge de esta combinación de principios, es el eje ideológico que busca ocupar el centro de la política contemporánea con un impulso casi mesiánico. Una ideología que va a someter a la sociedad a una sacudida cultural y geopolítica que redibujará alianzas, tensará los sistemas democráticos, desafiará los marcos regulatorios existentes y que sobre todo, cambiará para siempre el territorio de lo imaginable.

Aunque las redes se llenan estos días de referencias al Cuento de la Criada de Margaret Atwood, que parece reflejar las distópicas consecuencias del Proyecto 2025 de la Heritage Foundation, personalmente, dudo que ese futuro esté en la mente de los tecno-oligarcas, salvo como una forma de entretener y movilizar a la parte más fanatizada de la sociedad. Sin embargo, los futuros mostrados en Blade Runner o Elysium han pasado a entrar en el marco de lo plausible. En estos, las élites habitan Colonias Exteriores o islas idílicas y seguras, ya sea en el espacio o en búnkeres en Nueva Zelanda (Thiel). Mientras tanto, las masas precarias sobreviven en un entorno desolado, sometidas al nuevo orden tecnofeudal. La lógica del largoplacismo nos conduce irremediablemente a este escenario: centrar el esfuerzo y los recursos en unos pocos para garantizar la supervivencia de la especie humana y su legado, acaba por desvincular el futuro de la humanidad del futuro del planeta.
Que todo esto sea una excusa retorcida para justificar su desdén por los demás es, en última instancia, irrelevante. Como señalaba la columnista Zoe Williams en su artículo en The Guardian, estos multimillonarios no solo se creen superiores a nosotros, sino que en realidad nos odian. Ahora, inmersos de lleno en el Psicopatoceno, lo que importa es saber que podemos hacer los que no disponemos de un bunker donde refugiarnos, y tenemos que habitar, juntos, en esta pobre Tierra.

El Amor es político

Donde el amor reina, no hay voluntad de poder; y donde el poder predomina, el amor falta.

Carl Jung

¿Cuál sería el otro polo en el espectro de incertidumbres futuras?

En este nuevo escenario, la política tradicional, anclada en los viejos paradigmas de izquierda y derecha, resulta insuficiente frente a un poder que trasciende las fronteras nacionales y las estructuras políticas convencionales. La verdadera batalla que se avecina no será entre conservadores y progresistas, sino entre quienes defienden la autonomía humana y quienes abrazan la visión aristocrática del elitismo tecnocrático.

El transhumanismo siempre ha sido, paradójicamente, un movimiento anti humanista, su formulación parte de un rechazo visceral a uno mismo, un desprecio por lo que significa ser humano, por ello busca trascender nuestras supuestas debilidades gracias a la singularidad tecnológica. Pero con esta creencia aparece también su reverso, todo lo que sea aceptación de lo que somos, de la vulnerabilidad compartida que define la esencia de la condición humana, se convierte, repentinamente, en un acto de resistencia activa.

La vida no se mide por las veces que respiramos, sino por los momentos que nos dejan sin aliento.

Maya Angelou

En el corazón de esta batalla por el futuro hay una lucha existencial entre el vacío y el sentido.

Por ello, con un enfoque especulativo, podemos imaginar que, frente a este vacío, podría surgir un nuevo paradigma. Mientras el tecnolibertarismo persigue la abstracción, el control algorítmico y la búsqueda obsesiva de optimización y eficiencia, la resistencia se encuentra en la creación activa de significado. Frente a la Tecnocracia del vacío, surge la posibilidad de una Semiocracia: un sistema que prioriza la creación y la distribución de abundancia de sentido por encima de la mera acumulación de poder y datos, reconociendo que el verdadero progreso se basa en el crecimiento personal, la dignidad compartida y en un sentido profundo de comunidad.


Para que esta Ecología de Significados sea viable, es esencial no ceder el control de la tecnología a las élites que la han convertido en un arma. La tecnología, incluida la inteligencia artificial, debe redefinirse como un medio para ampliar nuestra capacidad de crear significado en lugar de vaciarlo. Cuando la IA se aborda desde la ética y la empatía, puede convertirse en una aliada en la búsqueda de plenitud, funcionando como un motor que fomente la abundancia, la creatividad, potencie la justicia social y nutra la solidaridad. Se trata de reclamar y reimaginar la tecnología con una visión de futuro que reconozca y expanda nuestra red de existencia compartida.

El papel del artista es hacer la revolución irresistible.

Toni Cade Bambara

De la noche a la mañana, hablar de Amor, de Naturaleza, de Ciencia o de Arte se ha convertido en un acto político.
Frente a la promesa de una trascendencia vacía, reivindicamos la plenitud de nuestra finitud significativa. Este es el verdadero campo de batalla del futuro: la defensa de nuestra capacidad fundamental de crear y compartir significado en un mundo que amenaza con vaciarlo todo de vida y de sentido.

Quizás la pelota aún sigue en el aire, mientras esté suspendida, serán nuestras decisiones -pequeñas, diarias, dignas, amables, íntimas- las que determinarán hacia qué lado del futuro acabará cayendo.

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