Radiografía del trabajador de cuello verde: digital, sostenible y comprometido

En 2030 España podría disponer de más de un millón de puestos de trabajo relacionados con la sostenibilidad. Aunque una parte de ellos serán profesiones totalmente nuevas, los puestos de trabajo actuales que no desaparezcan obligarán a los empleados a incorporar habilidades sostenibles, tal y como está sucediendo ahora con las digitales.

Hubo un tiempo en el que el respeto al medio ambiente y su protección se asociaban única y exclusivamente a medidas proteccionistas y prácticas artesanales. Para ser verde había que ser hippie, tener un huerto, consumir lo mínimo posible y poco más. Y, aunque la máxima del consumo responsable está más vigente que nunca, las vías para alcanzarlo han dejado de lado toda tradición y se han apuntado al carro de la innovación. Ahora, para ser verde hay que ser digital y tecnológico.

Esa es la principal conclusión que se extrae al intentar entender en qué consisten los trabajos y la industria verde, y por qué, cuando consulté un portal de empleo especializado en profesiones sostenibles, la primera oferta laboral que vi estaba dirigida a expertos en márketing digital. “La digitalización es fundamental para la sostenibilidad porque, al fomentar la innovación se mejora la eficiencia energética”, explica el subdirector General de Digitalización de la Industria y Entornos Colaborativos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, Jordi Llinares.

“Digitalización y sostenibilidad van inexorablemente de la mano. Los datos permiten ser más predictivo y fabricar exactamente lo que de verdad se va a necesitar con muy poco margen de error. Eso vale para cualquier empresa del sector que sea”, coincide el director académico del Máster Industria 4.0 de la Escuela de Organización Industrial (EOI), Juan Miguel Poyatos. Así es como se explica por qué, “en muchos casos, la sostenibilidad está muy relacionada con la tecnología”, señala la consultora de Excelencia Operacional e Industria 4.0 de ARN Consulting, Laura Izquierdo.

En lugar de descalzarse y entonar un Cumbayá, “lo primero que las empresas industriales tienen que hacer para fomentar la sostenibilidad de su negocio es sensorizar con internet de las cosas (IoT), para empezar a recopilar datos y almacenarlos, tal vez con cloud computing, que uno de los habilitadores de la industria 4.0” detalla la consultora. “La siguiente fase es el análisis mediante analítica avanzada y luego la capa de visualización con herramientas de bussiness inteliligente para tomar decisiones y hacer planes de acción concretos para reducir el consumo energético, u otros recursos como aire comprimido y agua”, añade.

Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “los empleos verdes contribuyen a preservar y restaurar el medio ambiente, ya sea en los sectores tradicionales como la manufactura o la construcción, o en nuevos sectores emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética”. Independientemente de la industria, la clave de esta descripción reside en la capacidad de dichos empleos para preservar y restaurar el medio ambiente. Sin embargo, esta definición podría resultar contraintuitiva si se tiene en cuenta que el grueso de la economía industrial consiste en producir bienes y servicios mediante el obligado consumo de recursos naturales.

Por eso, Poyatos prefiere ampliar la visión de la OIT y definir el empleo verde como “todo aquel que, en sus actividades, contempla todos los requisitos, las normas, las recomendaciones que tienen que ver con la sostenibilidad”. Bajo su punto de vista holístico, el márketing digital entraría dentro de la categoría, siempre y cuando se realice de la forma más eficiente posible. “No hace falta ser el típico ecologista para ejercer un empleo verde”, añade Izquierdo. De esta forma, junto a sectores con una clara vocación ambiental, como el reciclaje, la producción de energías renovables y vehículos eléctricos y la gestión forestal, figuran otros no tan directamente relacionados, pero cuya actividad contribuye a mejorar la salud del planeta de forma indirecta.

“El márketing digital es clave para ventas. Si una empresa ofrece un producto o servicio muy sostenible, pero no vende, entonces no puede cumplir su propósito. Es la venta la que le ayuda a compensar el incremento de gastos de ser más verde”, detalla Llinares. Por su parte, Izquierdo señala: “Un abogado especializado en legislación relacionada con la sostenibilidad también podría considerarse como un trabajador verde”, a lo que Poyatos añade: “Tú misma [yo] haciendo este reportaje estás contribuyendo a la economía verde”.

NO ES CONCIENCIA, ES NECESIDAD

La importancia de definir y entender los empleos verdes reside en dos aspectos fundamentales de la actualidad: la obligatoria transición de toda la economía hacia un modelo más sostenible y la urgencia de que los trabajadores adquieran las habilidades necesarias para desempeñar un papel en ese nuevo paradigma económico. Dado que España es uno de los tantos países del mundo comprometidos con alcanzar la neutralidad en carbono para 2050, nuestra industria tiene mucho trabajo por delante para lograr este objetivo. “Para esa fecha todos los empleos deberían ser verdes”, confirma Llinares.

Dos décadas antes de alcanzar ese 100%, en 2030, las previsiones apuntan a que en España podrían crearse otros 590.000 empleos potenciales relacionados con el cambio climático y la economía circular, según un informe del Observatorio de la Sostenibilidad. Sumados a los cerca de 430.000 que ya teníamos en 2019, según la OIT, cuya contribución al PIB era del 2,5% y nos situaban como tercer país de la Unión Europea con mayor proporción de empleos verdes, para finales de esta década España podría acumular más de un millón de puestos de trabajo relacionados con la sostenibilidad.

Para poder cumplir estas previsiones, no bastará con que todos empecemos a fabricar nuestro propio jabón, sino que los trabajadores tendrán que adaptarse a las nuevas realidades de sus respectivos sectores. “Más allá de las profesiones específicamente verdes, como los técnicos de biomasa o de paneles solares, que requieren formaciones concretas, todos los demás deberán orientarse hacia la sostenibilidad igual que se está haciendo con la digitalización”, señala Izquierdo.

Pero ¿qué son exactamente las habilidades verdes? Según un informe de LinkedIn, son aquellas que “facilitan la sostenibilidad ambiental de las actividades económicas”. Tras esta ambigua definición, Izquierdo, que también es profesora del máster de la EOI, explica que una de las cosas que enseñan a sus alumnos es a “conocer las nuevas fuentes de crecimiento sostenible y rentable en la empresa, para entender los nuevos modelos de negocio con un gran foco en la sostenibilidad”.

Así es como surge el concepto de Industria 5.0, “que aprovecha todas las ventajas de la digitalización de la 4.0, pero incorporando la capa de la sostenibilidad y poniendo a las personas en el centro”, afirma Poyatos. Uno de los aspectos fundamentales de esta transición reside en que “ahora mismo muchas empresas se miden por sus beneficios, pero en el futuro su contribución deberá incluir también lo que aportan a sus trabajadores y lo que devuelven a la sociedad”, cuenta Izquierdo, y añade: “Para poder hacer esta transición hacia una industria sostenible hace falta formación y concienciación”.

“Hay que volver a los inicios de la conciencia ambiental de la década de 1950”, opina Llinares. Y quizá eso es lo único hippie del asunto. Izquierdo considera que la formación debe empezar en las primeras etapas de la vida: “En los colegios ya se inculcan las competencias digitales. Hay que hacer lo mismo con las competencias digitales para que la gente vaya preparada hacia las siguientes etapas y pueda elegir estas carreras más orientadas a la sostenibilidad”. Pero ¿qué pasa con todos los demás que ya hemos salido del colegio? ¿Corren el riesgo los trabajadores actuales de verse desplazados por su falta de habilidades verdes?

RECONVERSIÓN OBLIGATORIA, PERO FÁCIL

Aunque la OIT predice que entre 2019 y 2030 se generarán 24 millones de puestos de trabajo a nivel mundial, también estima que se destruirán otros seis millones por el camino, principalmente asociados a la minería, los hidrocarburos, el gas y la automoción. La buena noticia es que el balance neto da positivo con 18 millones de empleos generados, la mala, es que existen sectores cuyos trabajadores se verán obligados a reciclarse para poder seguir trabajando. Pero, lejos de preocuparse, para Izquierdo, se trata de la típica trata de la típica transición asociada a cada revolución industrial que, al final, resulta en más empleos y mayor calidad de vida.

La consultora recuerda: “La aparición del telar destruyó el 90% de los trabajos de la época, pero en las tres siguientes décadas, el empleo aumentó un 4.400% y la calidad de vida mejoró. Siempre hay pérdidas, pero también ganancias y otros beneficios. Esta revolución industrial también busca mejorar la calidad de vida y la del planeta, por eso, lo importante es hacer la transición y reciclarse lo antes posible”. Llinares tampoco le da importancia, pues considera que “la automatización destruirá muchos más empleos que la sostenibilidad”.

“Aunque los perfiles de industrias altamente contaminantes se reducirán, también serán fácilmente reconvertibles con un reskilling apropiado. No pasará lo mismo con los de baja cualificación y fácilmente automatizables. Por eso, cuanta más formación y más continua, mejor”, detalla. Y, consciente de que estos reciclajes no tienen nada que ver con lo que se enseña en el colegio, insta a trabajadores y empresas a hacer uso “de los fondos que se están poniendo desde el Gobierno para recapacitación y reskilling, tanto para aptitudes digitales como técnicas”.

El riesgo de no hacerlo no solo supone una posible pérdida de empleo, sino que empresas al completo se vuelvan irrelevantes a medida que la sociedad demanda productos y servicios cada vez más verdes, y la regulación obliga a las empresas a ofrecerlos. Sin embargo, dado que la mayor parte del tejido español se compone de PYME, Poyatos avisa: “No todas las empresas son Amazon. No se puede ir de golpe y porrazo con el discurso de la sostenibilidad al empresario de un polígono cuyo principal problema es pagar las nóminas”.

Junto a la formación necesaria para incorporar la sostenibilidad en las empresas, el experto aboga por ir concienciando poco a poco: “Hay que ir por pasos. No voy a ir a hablar de drones a una PYME que no tiene página web. Primero se tiene que digitalizar, con herramientas como el Kit Digital. Y cuando ya está ahí, entonces sí es el momento de pedirle una hoja de ruta de sostenibilidad. Se empieza pidiendo criterios de trazabilidad a los proveedores y cogiendo los ODS para ver cuáles se pueden incorporar en cada cadena de valor. Y ya, el último paso es incorporar la parte sostenible en la oferta de valor. Ya no vendo simples tornillos, vendo tornillos que cumplen unos determinados criterios de sostenibilidad”.

Eso sí, aunque cumplir dichos criterios aumenta la oferta de valor de las empresas, también supone mayores costes. “Ser más responsable cuesta más, por eso también hay que modelar el sistema para que el consumidor también sea más responsable y esté dispuesto a pagar más por la sostenibilidad”, añade Llinares. Por su parte, Izquierdo confirma: “No solo tiene que cambiar la industria, hay un cambio muy importante también depende de lo que reclama la sociedad. Cuando la sociedad cambia, la industria se adapta, es una responsabilidad compartida”.

El verano de 2022 ha dejado claro que la lucha contra el cambio climático ya no es cosa de valores ni ideología, sino de pura supervivencia. Los patrones de consumo y los métodos de producción deben transformarse de arriba abajo, con todo lo que ello implica para las personas, tanto desde el punto de vista del consumidor como desde el productor. En esta nueva realidad, pedir empresas y trabajadores más verdes ya nada tiene que ver con la conciencia ambiental, es cuestión de vida o muerte, y la única vía para salvarnos pasa por la tecnología, por muy poco hippie que parezca.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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